Luis Freg, ‘Don Valor’
Fue el infortunado Luis Freg uno de los más notables estoqueadores de reses bravas, ejemplo de pundonor y heroísmo entre los diestros de su época. Destacó por el clasicismo y la pureza de su técnica al practicar la suerte suprema, por la verdad y el valor con que manejó siempre la espada para hundirla en los morrillos de los toros.
Los viejos aficionados que otorgaron el debido mérito a la estocada, aureolaron el nombre del esforzado diestro y lo destacaron entre la legión de lidiadores que pisaron los ruedos en aquella época.
El “Rey del Acero” como también se le conocía al torero mexicano Luis Freg, no logró con el capotillo y la franela igualar las glorias de otros toreros, que tenían mayor finura para manejar el engaño o que contaban con un repertorio mucho más largo y vistoso de suertes.
Con la espada su prestigio fue tan grande como el de los antiguos matadores, porque al empuñar la hoja toledana el diestro compatriota se embrocaba sobre los pitones de los bureles, con la vista fija en las péndolas, jugándose la cornada para cobrar estocadas fulminantes que emocionaban intensamente a los espectadores.
El director del Semanario Gráfico Taurino “La Fiesta”, R.A. Sosa Ferreyro, tuvo la oportunidad de realizar la última entrevista a Luis Freg, días antes de su muerte (diez de diciembre de 1934), en ella figuran las postreras confidencias del torero que vamos a reproducir:
“Tengo el doloroso primer lugar entre las víctimas de los cuernos, pues en mis 24 años de torero he recibido 59 cornadas. De ellas seis han sido mortales, salvándome la vida la pericia de los doctores Millán, Segovia y Olivé. En México recibí dos de esos seis percances que me pusieron al borde del sepulcro: uno en la pierna izquierda y otro en el recto, atendiéndome con todo entusiasmo y con toda su ciencia el doctor Milán.
“Madrid, una de las plazas que recuerdo con más cariño, tiene para mí tres motivos inolvidables: tres cornadas, siendo la más grave la de septiembre de 1923 que me rompió la pleura y las costillas, y otras dos en la pierna izquierda y en el vientre. La otra cornada de las consideradas como mortales fue la de Barcelona, en la pierna derecha. De estas heridas fui salvado por los grandes cirujanos Segovia y Olivé, a los que nunca podré olvidar, ni tampoco al público de Barcelona, que ha sido uno de los más benévolos y justicieros conmigo”.
Luis Freg tenía al morir 42 años, recibiendo la alternativa en la Capital Mexicana de manos de José Moreno “Lagartijillo Chico” el 23 de octubre de 1910. Lejos de los redondeles donde forjara su gloria con hazañas pundonorosas y magníficas, en un accidente marítimo, al zozobrar la lancha en que viajaba durante un paseo por las aguas de Laguna del Carmen, Campeche, murió Luis Freg al regreso de una fiesta que los aficionados campechanos organizaron para agasajar a “Don Valor”.
Víctima de su destino, siendo un buen nadador encontró la muerte entre las olas del mar porque una muchacha que figuró entre los náufragos se abrazó a las piernas del torero impidiéndole todo movimiento. Las aguas del Golfo lograron hacer lo que no pudieron las astas de los toros.