
El Museo del Rancho King muestra todo lo referente a la vida del legendario cowboy, y su forma de vida.
Si quiere usted visitar el rancho más grande de Estados Unidos, y una de las propiedades privadas más extensas del mundo, no tiene que ir muy lejos.
A unas tres horas de la ciudad fronteriza de Matamoros, Tamaulipas, al norte, se encuentra la ciudad de Kingsville. Bien, es la única ciudad que aparece como un puntito en el mapa de Texas en esa región: todo lo demás es el famoso King Ranch.
Para dar una idea de su extensión, baste decir que ocupa una superficie de 3,340 kilómetros cuadrados (825,000 acres), y que es más grande que la isla Canaria de Tenerife, y que el Estado norteamericano de Rhode Island. Ocupa toda la extensión de los condados Nueces, Kennedy, Kleberg y Willacy.
El King Ranch se puede visitar, disfrutar de sus inmensos terrenos que se pierden en el horizonte, de la vida más completa de un cowboy, admirar ganado de la más fina especie, caballos salvajes y de pura sangre, hacer excursiones a sus colinas, arroyos y ríos, unirse a caravanas de carros tirados por seis u ocho caballos, dormir en terrenos desconocidos bajo las estrellas y junto a una fogata, y sentirse perdido en la gran inmensidad de esa enorme propiedad.
El rancho, para dar otra idea de su grandeza, comprende los legendarios ríos Nueces y parte del Río Grande, y llega casi a los límites de la frontera mexicana.
Ese rancho extraordinario y único fue creado por el Capitán de caballería Richard King Gideon, quien en 1852, con suerte, visión y audacia, compró un terreno, después otro y otro y otros más, todos en la misma área, y uniéndolos para crear lo que es hoy el rancho más grande y extraordinario que hay.
Ahora es una de las superficies agrícolas más valiosas de Estados Unidos, además de impulsar la crianza de caballos y todo tipo de animales de granja. Tiene más de mil kilómetros cuadrados sembrados de algodón, y una enorme extensión con el cultivo de césped natural, amén de la cría de ovejas.
Además de poseer zonas desérticas, altas colinas, también tiene áreas de frondosa vegetación donde se alienta la vida de aves silvestres. Todos los presidentes de Estados Unidos, mandatarios de Europa y de América, y gente notable de todo género han estado una o varias veces en el King Ranch por la grandeza que ofrece.
El rancho cuenta con sus propias tiendas y tiene un museo con todo lo relacionado con la vida del Oeste norteamericano. Henry Ford lanzó incluso un modelo especial de camioneta llamada “King Ranch” como símbolo del famoso rancho, que ha tenido gran demanda por su potencia y comodidad.
Posee edificios típicos de la época del Lejano Oeste, casas para recibir huéspedes distinguidos y turistas, almacenes de granos, caballerizas, herrería, varios comedores, talleres de artesanía, y la réplica de un auténtico pueblo de vaqueros con su bar o “saloon”, sus banquetas y casas de madera, sus postes para amarrar caballos, sus tiendas, su molino de viento.
Aparte de la pequeña ciudad de Kingville, hay otras dos, Bishop y Alice, que también se pierden en el mapa dentro de la inmensidad del famoso rancho. La riqueza del mismo es tal, que ayuda al sostenimiento de la banca de la región, y colabora con fuertes aportaciones a la Texas A&M University y al Collage Station.
Richard King, quien inició la creación de su fabulosa propiedad con el establecimiento de un campamento ganadero en Santa Gertrudis Creek, fue aumentando sus terrenos más y más.
Tuvo momentos difíciles por diversos motivos, como la caída en el precio de la carne de res, que lo puso en aprietos financieros. Pero logró atraer a varios inversionistas que, sucesivamente, lo ayudaron a consolidar la gran propiedad, aunque al final el señor King fue comprando todo hasta quedarse nuevamente como dueño único. Murió el 14 de abril de 1885, y sus descendientes han administrado desde entonces el rancho, y, han impulsado su riqueza con la explotación de varios pozos de petróleo, venta de carne vacuna, de algodón y de caballos pura sangre.