Joaquín Cosío y Silverio Palacios protagonizan Emigrados. (El Universal)
Joaquín Cosío y Silverio Palacios terminan sudorosos y llorosos, luego de actuar Emigrados, que se estrenó el sábado en la Sala Xavier Villaurrutia del Centro Cultural del Bosque en la Ciudad de México.
Ambos interpretan a emigrados, pero el personaje de Silverio es un hombre leído, uno de esos que la gente llama “intelectuales”. Cosío en cambio es trabajador nato, su único pensamiento es ahorrar para regresar a su tierra, llevar regalos de Navidad a sus hijos, presumir que fue al extranjero y triunfó.
La obra transcurre en un cuartucho de servicio, debajo de un gran salón de fiestas. Arriba se celebra la llegada del Año Nuevo, abajo, los personajes de Cosío y Palacios comparten sueños frustrados y una botella de alcohol.
Poco a poco, ambos descubren que su futuro no existe. Cosío tiene la ilusión de construir una casa, pero de pronto se pregunta ¿para qué quiere una casa? El personaje de Palacios le responde: “Para heredarla a sus hijos”. “¿Y mis hijos?”. “Para heredarla a sus hijos”. “¿Y cuándo va a terminar?”. “Nunca”. “Si nunca terminará, entonces por qué comenzó?”.
Hace un mes, en una entrevista Silverio Palacios explicaba que le ha costado mucho trabajo adaptarse a la técnica cinematográfica:
“Deberían verme en teatro”, dijo a manera de excusa. Tiene razón. Si bien en cine ha ganado popularidad, a Palacios hay que verlo en teatro. Y a Cosío también.