Yosgart no quiere más subcampeonatos, “de los segundos lugares nadie se acuerda, sólo del que queda campeón”. (jammedia)
Ya van dos meses y no hay pellizco que lo despierte. Yosgart Gutiérrez camina sobre nubes. Al menos eso siente cada vez que se anuncia por los altavoces del estadio azul la salida de La Máquina con él como arquero titular a la cabeza, algo que no duda en afirmar, “si me lo dicen al principio de la temporada no me lo hubiera creído”.
No es poca cosa, está en el puesto del último sobreviviente campeón de un equipo cementero: Óscar Pérez, nada menos que el Conejo, sinónimo de los celestes durante casi dos décadas.
Hoy Yosgart aún no digiere el calentamiento con el Conejo como ayudante, cuando él fue quien desempeñó por largo tiempo esa función.
Y es que el cancerbero cursa su décima campaña con Cruz Azul. Está lejos de ser un jovencito. Tiene 27 años, y su debut bajo el marco celeste fue en este año.
Sabe lo que es picar piedra para llegar, y no le importa decir que de cara a su primera final, “claro que hay nervio, lo hay antes de cada partido, es normal, pero se termina en cuanto el partido empieza”.
Su faceta a cambiado a lo largo de los años que lleva en La Máquina. Ya no lleva la cabeza rapada, como lo llegó a hacer emulando al Conejo, hoy gusta del cabello corto a los lados y un peinado con exceso de gel que termina de adelante hacia atrás en punta.
Es parte de la historia Markarián. Muy lejos de la última gloria cementera del Invierno 1997, como otro tanto de la más reciente frustración con aquella final perdida de 1999 y ni qué decir de la que perdieron en la Copa Libertadores 2001.
Yosgart no quiere más subcampeonatos, “de los segundos lugares nadie se acuerda, sólo del que queda campeón”.
Y él quiere ser parte de ello. De el grupo que terminó con más de 10 años de sequía de trofeos, “hoy nos toca a nosotros, a este grupo, y estamos haciendo hasta lo imposible por acabar con esos años en que Cruz Azul llegaba a la liguilla y no pasaba nada, estamos en la final y vamos con todo por ella, por nosotros, por la afición y el campeonato”.
Es la voz del portador del número 25 que poco a poco hace que el nombre de El Conejo pase a formar parte de la memoria cementera.
Que no da la vuelta a comprometerse, “queremos ser campeones, se lo merece nuestra afición”, pero que tampoco pierde el piso, aunque sienta que camina sobre nubes cada vez que salta al campo.