Tal vez una de las palabras más llevadas y traídas últimamente en diferentes ámbitos del desarrollo humano, individual y colectivo, sea "resiliencia". Y aunque podemos encontrar definiciones amplias de la misma, frecuentemente nos referimos a una especia de capacidad para superar obstáculos o situaciones problemáticas.
En el caso de las ciudades, la resiliencia es un concepto que aborda la necesidad de encontrar respuestas sostenibles a las emergencias climáticas, sociales y económicas que padecen las zonas urbanas con mayor frecuencia en las últimas décadas.
Una ciudad resiliente no es aquella que "sobrevive" a las crisis que enfrenta -haya sido como haya sido-, sino una en donde todas y todos sus habitantes tienen la posibilidad de enfrentarlas sobre un piso parejo de condiciones básicas de bienestar: acceso a servicios públicos suficientes y de calidad, oportunidades de educación y empleo dignos, espacios públicos seguros para recreación y ejercicio, etc.
Para lograr lo que parece imposible, debemos reconocer primero que es sobretodo en zonas metropolitanas en donde esta capacidad ha disminuido considerablemente debido a las brechas de desigualdad que genera la concentración de recursos y el crecimiento desordenado de la mancha urbana.
Una vez estudiada la realidad específica y las dinámicas sociales y económicas de una zona metropolitana, incluyendo su relación con las zonas periféricas y rurales, el siguiente paso hacia la construcción de una ciudad resiliente será el diseño de políticas públicas e instituciones que coloquen al centro de planes, programas y proyectos, el bienestar de todos sus habitantes, empezando por sus comunidades más vulnerables.
La puesta en marcha de estas políticas tendría que ser instrumentada a través de mecanismos de gobernanza, es decir, de modelos innovadores de participación entre los tres órdenes de gobierno y la ciudadanía para dar legitimidad y viabilidad de largo plazo a las gestiones emprendidas en cierto momento.
El llamado que reiteramos desde Metrópoli Laguna para la coordinación entre estados y municipios, y el diseño de espacios de participación sustantiva para la planeación y toma de decisiones en nuestra Zona Metropolitana, gira siempre en torno a este futuro posible que creemos que podemos construir para La Laguna.
Más allá de discursos políticos e ideologías, sostenemos que las y los laguneros somos capaces de generar acuerdos comunes, siempre y cuando podamos transformar radicalmente las formas de hacer democracia, para transitar de la meramente representativa a una participativa; y de la administración pública sectorial y fragmentada a una integral con perspectiva metropolitana.