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'El Barbas', narco que murió rodeado de fe

EFE

El narcotraficante Marcos Arturo Beltrán Leyva, quien quiso ser "El jefe de jefes" de la mafia mexicana, murió ayer en medio de una lluvia de tiros durante un sangriento enfrentamiento entre sicarios y marinos, sin rendirse y aferrado a sus creencias religiosas.

Beltrán Leyva nació el 21 de septiembre de 1961 en la población de Tameapa, parte del municipio de Badiraguato, en el estado de Sinaloa (noroeste), y era el mayor de cinco hermanos, la mayoría de los cuales integra uno de los cárteles más fuertes de México, que lleva por nombre sus apellidos.

Un informe de la División de Delitos Contra la Salud de la fiscalía mexicana señala que Arturo Beltrán Leyva fue entre 1997 y 2008 el principal operador de Joaquín "El Chapo" Guzmán Loera, máximo líder del cártel de Sinaloa, en los norteños estados de Nuevo León y Tamaulipas.

En sus días como lugarteniente de "El Chapo", Arturo Beltrán Leyva -apodado "El Barbas"- se encargó de la zona comprendida por los estados de Sonora, Sinaloa, Guerrero, Chiapas y la ciudad de Monterrey, y se ocupó de "amarrar" una alianza con los líderes del cártel colombiano del Norte del Valle, según el documento de la fiscalía.

Sin embargo, su alianza con el cártel de Sinaloa terminó abruptamente en enero de 2008, tras la detención de su hermano Alfredo Beltrán Leyva, alias "El Mochomo", de cuya captura responsabilizó a "El Chapo" Guzmán.

A raíz de este incidente el clan de los hermanos Beltrán Leyva se formalizó como una organización criminal independiente e inició una guerra a muerte con sus antiguos socios sinaloenses, para lo cual se aliaron con el poderoso cártel del Golfo y su brazo armado, 'Los Zetas'.

La Fiscalía mexicana ofrecía unos 2.3 millones de dólares por información que permitiera la captura de Arturo Beltrán Leyva, quien tenía a su mando a su hermano Mario Alberto Beltrán y a Edgar Valdéz, alias "La Barbie", jefe de sicarios del clan y quien supuestamente lo inició en el negocio de las drogas.

En 2008 las autoridades mexicanas destaparon una gigantesca red de corrupción que mantenían los Beltrán Leyva con altos funcionarios de la Procuraduría General de la República (PGR, fiscalía), la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (Siedo), la Policía Federal (PF) e Interpol.

Por estos hechos permanecen arrestados el ex zar antidrogas de México durante los dos primeros años de gobierno del presidente Felipe Calderón (2006-2012), el ex coordinador general técnico y el ex director general de Inteligencia de la Siedo, y el ex jefe de la oficina de Interpol en México, algunos de los cuales recibieron pagos de los Beltrán Leyva de hasta 450 mil dólares mensuales.

Al capo fallecido se le atribuyen este año el asesinato de decenas de personas en los estados de Guerrero y Morelos, en cuyos cuerpos, algunos brutalmente descuartizados, fueron dejados mensajes que indicaban que las muertes eran obra de "El jefe de jefes", como empezó a llamarse a sí mismo Beltrán Leyva en los últimos meses.

También se le acusa de ser el autor intelectual del homicidio, en 2008, del comisionado Edgar Eusebio Millán Gómez, coordinador de Seguridad Regional de la Federal Preventiva (PFP).

La carrera criminal de "El jefe de jefes" concluyó ayer en un edificio de lujo de la ciudad de Cuernavaca, a 94 kilómetros al sur de Ciudad de México, donde el capo murió completamente rodeado por marinos mexicanos que le seguían la pista.

"El Barbas" cayó abatido frente a la puerta de su apartamento, el cual quedó completamente destruido por cientos de disparos y decenas de explosiones de granadas.

Beltrán Leyva y seis de sus sicarios lucharon hasta la muerte sin rendirse, y en los bolsillos del capo y de algunos de sus cómplices fueron halladas estampas religiosas, escapularios chinos y bolsas de santería.

Dos mujeres y un hombre del círculo cercano del capo sobrevivieron a la operación militar en la vivienda y fueron detenidos por las autoridades y presentados hoy a la prensa en la capital.

En la habitación principal de la residencia quedó como testigo del enfrentamiento una biblia sobre la mesa de noche, un cuadro de la Virgen agujereado por las balas, y en los armarios ropa marca Hugo Boss sin estrenar.

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