
Debemos revisar bien las etiquetas de cualquier aerosol antes de utilizarlo, sea desodorante, aceite de cocina, spray para el cabello, etcétera.
Durante décadas se ha culpado a los aerosoles del deterioro en la capa de ozono. Poca gente sabe que desde hace algunos años los fabricantes han cambiado los componentes y gracias a ello su impacto en el medio ambiente es menor.
Por mucho tiempo escuchamos que los insecticidas, los aromatizantes, los fijadores para el cabello y toda clase de productos en aerosol dañaban a nuestro planeta, afectando la capa de ozono. Los culpables fueron identificados como clorofluorocarbonos (CFC), compuestos orgánicos descubiertos por la empresa Dupont en los años veinte. Se trata de gases inertes que se creían inofensivos, al no reaccionar peligrosamente con nada. Sin embargo, no contaban con que se liberarían en la atmósfera y destruirían la ozonosfera.
40 años después los científicos comenzaron a darse cuenta del deterioro en el ambiente; la causa: el empleo de los CFC, que no se usaban sólo en los aerosoles, sino también en aparatos de uso doméstico como refrigeradores, climas centrales o de los vehículos, pues en la industria electrónica se utilizaban como solventes y también en los plásticos.
ACUERDO POR EL PLANETA
En 1987 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) negoció un acuerdo a nivel mundial con el objetivo de proteger la capa de ozono, reduciendo el uso de las sustancias perjudiciales, principalmente los CFC. A este trascendental convenio se le denominó Protocolo de Montreal y entró en vigor en 1989. “Todos los países firmaron, fue realmente exitoso; esto debería servir de ejemplo para otros tratados internacionales como el Protocolo de Kyoto, el cual no ha sido firmado por varias naciones, por ello no existe un compromiso universal que prohíba la emisión de gases de efecto invernadero”, comenta la Maestra en Ciencias con especialidad en Ingeniería Ambiental Catalina Argüelles.
Así, en el pacto se determinaron las fechas para que los países cumplieran con la eliminación de los compuestos nocivos, dando mayor tolerancia de plazo a las naciones en vías de desarrollo, por encima de las de primer mundo. En este contexto, a partir del presente año ya nadie tiene permitido utilizar tales componentes en la fabricación de aerosoles y equipos, y ningún producto que los contenga debe estar en el mercado.
De esta forma, la molécula de cloro de los CFC ha sido sustituida por hidrógeno en el caso de los diversos aparatos, y por otros agentes propulsores tratándose de aerosoles. Podemos comprobar si llenan el requisito al leer con detenimiento sus empaques, pues comúnmente muestran leyendas que los califican como libres de CFC o ecológicos. No obstante, en algunos se usa gas butano, el cual es de efecto invernadero y si bien no afecta la capa de ozono, sí contribuye al calentamiento global y también constituye un mal para el medio ambiente; por eso lo ideal es no emplearlos.
EL MAL ESTÁ HECHO
Es importante resaltar que el desgaste en la ozonosfera no ha desaparecido. Los clorofluorocarbonos siguen ahí. “Una sola molécula de CFC puede dañar hasta 100 mil de ozono”, explica Catalina Argüelles.
De acuerdo a lo contemplado en el Protocolo de Montreal la capa de ozono podrá regenerarse hasta el año 2050, es decir, aún faltan cuatro décadas para que nuestro planeta alcance su sanación, tras años de constante contaminación.
Por otro lado, hay un riesgo latente, pues si bien los CFC ya no se utilizan en la fabricación de aerosoles o aparatos, gran cantidad de estos últimos continúa en uso. La entrevistada advierte que por ejemplo los refrigeradores antiguos -muy abundantes en México- contienen la sustancia, y ésta puede ser liberada mediante situaciones tan sencillas como dejar el frigorífico en el exterior de la casa, donde podría perforarse.
¿Y LOS ENVASES?
Los diversos tipos de aerosoles no han dejado de representar un inconveniente para la Tierra: el mal manejo de sus recipientes vacíos perjudica a la Naturaleza, pues durante su fabricación son presurizados para conseguir el efecto atomizador. Por ello las latas no deben exponerse al sol ni a altas temperaturas, ni perforarse, porque pueden explotar. La especialista señala un dato clave: las latas están hechas de un metal que no se degrada pero sí se recicla y en muchas empresas los reciben para este fin.
De esta forma, lo más recomendable es vigilar la buena disposición final de los residuos, es decir, separar los envases en cuestión del resto de la basura doméstica, para evitar que vayan al tiradero o relleno sanitario.
PROBLEMA LATENTE
A finales de los años ochenta y principios de los noventa, el tema de la capa de ozono salía a colación siempre que se hablaba de contaminación y políticas ambientales. Todo el mundo parecía preocupado por los grandes hoyos en el Antártico y pugnaba por la regeneración de la atmósfera, pero 20 años después poca cosa se dice al respecto y el problema sigue ahí. Y aunque se han tomado grandes medidas a nivel internacional, la seriedad del asunto implica la participación y vigilancia de la sociedad en general. “Debemos revisar bien las etiquetas de cualquier aerosol antes de comprarlo, sea desodorante, aceite de cocina, spray para el cabello, etcétera. Es fundamental cerciorarnos de que efectivamente no contenga CFC”, enfatiza Argüelles.
Otra recomendación es informarnos si algún aparato en nuestro hogar tiene clorofluorcarbonos y en caso afirmativo no exponerlo a situaciones que pudieran desencadenar una fuga, e igualmente investigar la forma adecuada de desecharlos (una sugerencia es preguntar a la empresa fabricante). Por supuesto, si existe la posibilidad de reemplazar ese refrigerador o clima, verifiquemos que el sustituto sea libre de CFC.
No lo olvide: aunque no podemos hacer que las sustancias nocivas presentes en la ozonosfera desaparezcan más pronto de lo esperado, sí está en nuestras manos evitar que se liberen más.
Correo-e: [email protected]
Fuente: Maestra en Ciencias con especialidad en Ingeniería Ambiental Catalina Argüelles, miembro de En defensa del ambiente, A. C.