La ya abierta contienda por la candidatura presidencial en los partidos que hace cuatro años postularon a Andrés Manuel López Obrador sintetiza los muchos problemas que los integrantes de aquella coalición (que ahora forman parte del frente político llamado Dia, Diálogo para la reconstrucción de México) han de resolver si aspiran a triunfar en el proceso electoral de 2012 o al menos a no quedar como simple representación testimonial.
Además del escenario principal en que los propios aspirantes y sus seguidores deambulan, hay otros frentes donde se gestan movimientos relevantes por sí mismos y generadores de efectos en el espacio mayor, en que sin disputar aun la candidatura presidencial se preparan para obtenerla el propio López Obrador y Marcelo Ebrard. Si acaso habrá un momento en que sus pretensiones choquen, esa hora no ha llegado, por más que sus movimientos generen fricciones que son interpretadas, más en expresión de malos deseos que como fruto de un análisis, como marcas en la carrera que conducirá irreversiblemente a la colisión.
La etapa preelectoral que agita al Estado de México ha propiciado la expresión de dos tácticas diferentes que parten de la necesidad de impedir el triunfo del PRI en la elección de gobernador el año próximo, por la trascendencia de desbancar a ese partido de uno de sus enclaves principales y porque la derrota del candidato priista a gobernador (Luis Videgaray o Alfredo del Mazo) significaría un abrupto freno a la veloz carrera que parece llevar a Enrique Peña Nieto a la candidatura priista y a Los Pinos.
López Obrador se opone radicalmente a la coalición de los partidos que lo postularon en 2006 con Acción Nacional, como lo hizo frente a los comicios de julio pasado. Supone posible el triunfo de los partidos de izquierda. Esa posición ha conseguido ya la ruptura del Dia en esa entidad. Primero el Partido del Trabajo y después Convergencia han avanzado en esa línea, y esperan que el PRD haga causa común con ellos y no con el PAN, aunque su consejo estatal aprobó explorar el acercamiento al partido blanquiazul. Ebrard, en cambio, propugna la alianza entre su partido y Acción Nacional, pero sólo al cabo de elegir un candidato que satisfaga a las partes, que tenga capacidad de victoria y que se obligue a la aplicación de un programa común.
Los sostenedores de esta posición, que parten de la creencia de que sólo mediante la unión de las dos mayores fuerzas opositoras es posible la derrota del PRI, y que cualquiera otra fórmula encamina al tricolor a la victoria, por partición del electorado en varias opciones, parecen ignorar que su esfuerzo político en esta hora podría significar tal vez bordar en el vacío. Aun si se cumplieran las condiciones planteadas por Ebrard (que inició su lanzamiento nacional este fin de semana, precisamente en esa entidad), la coalición podría frustrarse si no hay acuerdo entre el PAN y el PRD respecto de las planillas para la elección legislativa. Al clausurar la opción de las candidaturas comunes, Peña Nieto dejó vigente la figura de coalición plena, es decir, que los partidos aliados deben presentar no sólo un candidato único a la gubernatura, sino también candidatos únicos a la elección de diputados locales. Se ha dicho que se requiere un Gabino Cué mexiquense, aludiendo a la conjunción de apoyos lograda por el futuro gobernador de Oaxaca. Pero si es difícil encontrar una figura con esa capacidad de convocatoria, se antoja imposible hallar 45 Gabinos Cué para hacerlos candidatos a diputados. Sólo podría resolverse esa cuestión si los aliados congelaran su tradicional disputa por las curules y eligieran candidatos pertenecientes al partido que tradicionalmente o en la elección más próxima haya obtenido más votos que su socio.
La actitud de Convergencia en estos espacios de encuentros y desencuentros introduce un factor a veces indescifrable. Sus dos diputados locales se unieron al PRI, al Partido Verde y al Panal en la aprobación de la "ley Peña". Por su parte, su comité estatal rechazó ya la alianza con el PAN, en ruta diversa a la preconizada por Ebrard, de quien la dirección nacional de ese partido parece estar cerca. Por lo pronto, el principal animador de Convergencia, Dante Delgado, y el presidente del partido, Luis Maldonado tuvieron una conspicua presencia en la apertura de la fundación Equidad y progreso, que es la plataforma de lanzamiento del jefe del Gobierno del Distrito Federal.
Delgado y Maldonado, y el resto de los senadores de Convergencia se abstuvieron de participar en el Bloque de Izquierda unitaria, a que habían sido invitados. Este grupo, integrado por 14 perredistas y cinco miembros de la bancada del PT se presentó el jueves pasado con el explícito propósito de "articular una acción conjunta (en el Senado) y de apoyar la propuesta política del Movimiento nacional para la transformación de México que encabeza Andrés Manuel López Obrador".
Aparte ese objetivo expreso, el Bloque significa el debilitamiento de la corriente Nueva Izquierda en el Senado, y de la posición del coordinador de la bancada, Carlos Navarrete, que ha perdido el apoyo que hace cuatro años lo llevó al liderazgo (que a su vez le permitió presidir la mesa directiva del Senado), incluyendo el de antiguos compañeros de corriente. La construcción de este bloque abre al mismo tiempo perspectivas en lo que hace a la candidatura perredista al Gobierno de la Ciudad de México, que hasta ahora parecía un terreno de decisiones reservadas a Ebrard.