Los espacios reducidos de las casas van en contra de la salud
Vivir en una casa que tiene un espacio reducido puede traer consigo un daño emocional, explica la psicóloga María Teresa Murillo Samper.
“Las casas habitación, del tipo de casas de interés social, cada vez las hacen más chicas y les dejan prácticamente nada de área verde para aprovechar al máximo el terreno y entonces se disminuye mucho la calidad de vida de la persona porque estamos hablando que para desarrollarse una persona necesita un ambiente físico y psicológico adecuado”, afirma.
Lo anterior es necesario para desarrollar habilidades por lo que cuando hay hacinamiento, es decir, cuando el espacio es muy pequeño y se invaden las fronteras o no hay privacidad, se genera agresividad y disminuye el aprendizaje.
“Los espacios muy cerrados generan además estrés que tiene efectos sobre la salud física y emocional de la persona, de hecho el estrés es generador de patología”.
Economía sin bienestar
La psicóloga asegura que el espacio arquitectónico de este tipo de casas regularmente no es el adecuado porque están pensados en función de economizar con la finalidad de que resulte más como negocio que en el bienestar de la familia para la que está diseñada.
“Esto disminuye mucho la calidad de vida de las personas, esto genera que disminuyan las actitudes altruistas de las personas, es decir, esta tendencia a querer hacer el bien y por el contrario el hacinamiento genera agresividad porque cada quien defiende su territorio”.
Consecuentemente se diluyen las buenas relaciones con los vecinos también por la disputa por el espacio y es un campo favorable para que se desarrolle la criminalidad y el vandalismo en estos sectores habitacionales muy poblados.
Al interior del hogar la situación es similar, en lo que son los espacios para la familia, en muchas ocasiones en un mismo cuarto duermen todos o varias personas.
“Aquí no existe la privacidad, no hay intimidad para esposos o entre hermanos y se invade la intimidad de los otros, puede haber hasta promiscuidad y se favorece que las conductas sexuales se inicien inadecuadamente o a edades tempranas justamente por ese ambiente o incluso puede haber incesto por esta convivencia además de hostilidad”.
El aprendizaje en los niños también se ve obstaculizado además de que la calidad de vida de la familia resulta dañada porque no hay un espacio donde cada integrante pueda tener un momento para sí mismo.
“Cuando hay una discusión en un espacio amplio probablemente los demás integrantes de la familia no se den cuenta y en cambio en un espacio pequeño todos intervienen y a los más pequeños les afecta porque suelen sentirse impotentes ante situaciones de violencia”, dice Murillo pues los espacios estrechos, comenta la psicóloga, favorecen a la violencia intrafamiliar.
Soluciones... afuera
Pero, ¿qué se puede hace para mejorar el entorno cuando ya se tiene una casa pequeña?
“Lo que se puede hacer es buscar momentos de esparcimiento realizando deportes, salir a caminar o buscar momentos de soledad, buscar actividades como juegos de mesa pues ver la televisión únicamente impide la comunicación”, explica la profesional.
La decoración de la casa y el estado en el que se encuentra también es un factor que incide en la forma en la que los habitantes de la misma pueden sentirse.
En la Mercadotecnia, ejemplifica Murillo, se usan los colores, por ejemplo: en un lugar donde se venden alimentos regularmente los colores son cálidos como el rojo o el naranja porque estimulan el apetito.
“Los colores que más tranquilizan son el blanco, el verde o azul porque tienen menos longitud de onda, también hay colores que nos alteran, los colores claros como el crema dan una sensación de mayor amplitud a un espacio pequeño”, dice.
De la casa al psiquiatra
¿Qué factores debe tomar en cuenta una familia que desea una casa?
“Que no sea una casa de 64 metros cuadrados y muy importante que tenga áreas verdes consideradas dentro de ese conjunto habitacional para que puedan salir a jugar en un espacio abierto, pues de lo contrario, se alteran y pueden desarrollar patologías”, comenta.
Agrega que en condiciones inadecuadas de vivienda las personas pueden volverse neuróticas, presentar trastornos de ansiedad, fobias e incluso enfermedades graves que requieren de un tratamiento psiquiátrico cuando las relaciones entre la familia están muy deterioradas pues la relación de la familia incide en la salud o enfermedad de sus miembros.
Cuando se habla de hacinamiento frecuentemente se relaciona con pobreza, también se relaciona con el lugar donde se encuentra ubicada que puede ser un lugar de alta peligrosidad y donde consecuentemente la gente se encuentra siempre alerta ante el peligro.
“El estado de alerta constante es un estado de estrés y esto nos deteriora e incluso una persona que vive así no le puede dar una buena calidad de vida a sus hijos porque se los transmite”, menciona.
No obstante asegura que si de convivencia se trata, es sano que dos niños o niñas estén en una misma habitación y que si son de sexo diferente pueden estar juntos siempre que sean niños y de la misma edad, es decir, que no recomienda la combinación de un menor y un adolescente.
“Pensando en términos de lo ideal, un bebé de tres meses debe dormir en su cuarto, hay niños de dos años que aún duermen en la cama con sus papás y eso no es sano ni para el niño ni para la relación de pareja”.
Cuando se dispone de un espacio propio, la persona aprende a establecer límites emocionales al igual que los establece en las cosas al contrario de la gente que desde pequeña no tiene un lugar en dónde guardar sus cosas.
“Entonces cuando se es mayor cuesta trabajo poner límites porque siempre se ha sentido invadido.... la gente debe tener su espacio”, acotó la psicóloga.