Violencia infantil, asunto de todos
Convivir en un entorno familiar sano, es un derecho que no tiene objeción, va más allá de que los padres y su descendencia vivan bajo un mismo techo; significa compartir, dar y recibir amor, escuchar, valorar, respetar, dialogar, involucrar, y aceptar las semejanzas y diferencias de cada uno de los miembros que lo conforman.
Proporcionar una base afectiva sólida, es el punto de partida para favorecer el desarrollo de los individuos más pequeños en la sociedad, sin embargo, en nuestro país, el ambiente está más bien cargado de una ola de violencia que poco a poco se ha ido convirtiendo en una constante de este sector de la población.
El maltrato del que es víctima la niñez mexicana en la actualidad, se asocia generalmente con las pautas de crianza aprendidas, es decir, aquellas expresiones culturales que se nos han transmitido, a través de generaciones, y que de acuerdo a la época se han ido ajustando, y se encuentran estrechamente vinculadas con medidas disciplinarias, que guardan relación con ciertas formas de comportamiento social .
Juan Martín Pérez García, Director Ejecutivo de la Red Por los Derechos de la Infancia en México (www.derechosinfancia.org.mx), con sede en el Distrito Federal, explica que hasta hace algunas décadas, fundamentado en la frase que coloquialmente se utilizaba “la letra con sangre entra”, era socialmente aceptable que los maestros castigaran corporalmente a los niños, cuando éstos no manifestaban un buen desempeño escolar.
Aunque en este sentido esta violación a los derechos del menor dejó de ser aceptable hace tiempo, la sociedad continúa con la creencia de que en los padres de familia, esta cultura de maltrato, es completamente admisible.
“Se piensa, erróneamente, que los hijos son ‘propiedad privada’, y cuando son golpeados en la vía pública, por ejemplo, prácticamente nadie interviene”.
La Convención de los Derechos del Niño, realizada en nuestro país hace 20 años, establece que niños y niñas, son un asunto público.
Formas de maltrato
La vejación física no es la única vía de violencia infantil; en el ámbito familiar y escolar, existe una expresión de carácter psicológico, utilizada con mayor frecuencia.
“Es probable que un menor no sea maltratado físicamente, pero sí es posible que se ejerzan otras formas como es el caso del control y el chantaje emocional”.
Un tipo de coacción más sutil, que afecta al sector más pequeño, es la carencia de entornos seguros, en todos los sentidos. Las tasas de mortalidad en niños menores de cinco años de edad, están asociadas a sucesos que son prevenibles, como los accidentes que se llevan a cabo dentro del hogar, que aunque no son ocasionados con la intención de dañar al menor, sí se considera un maltrato por omisión de cuidados.
Según el psicólogo, otras manifestaciones mucho más lamentables y grotescas, que tienen que ver directamente con el propósito de dañar, se llevan a cabo a través del uso del menor como objeto de venganza; disputas familiares, guerras, y demás conflictos ajenos a la niñez.
El tema de vulnerabilidad en términos de maltrato infantil se entrecruza. Por un lado, la primera infancia, de cero a ocho años, se encuentra más endeble por una situación de orden biológico y social; los niños aún no hablan, son más pequeños, y porque dependen todavía de los adultos.
Otro factor es la pertenencia a grupos sociales vulnerados: indígenas, algún tipo de comunidad religiosa, y aquellos que crecen en familias con escasos ingresos económicos.
La condición de ‘ser mujer’, también se coloca en una posición vulnerable.
Según Alba Isela Soto Jasso, coordinadora del Centro de Atención e Integración Familiar, el abuso sexual también es otro forma en la que se ejerce la violencia, y lo más importante del tema, es que está siendo realizado por la propia familia del menor.
“Si se unen varias expresiones, tendríamos escenarios muy lamentables, por ejemplo: ser niña, indígena, pobre, forma un fenómeno de vulnerabilidad impresionante; no es lo mismo ser varón, crecer en una zona urbana, y ser de clase media”, comenta Pérez García.
Conforme se va abriendo el panorama de la violencia, además de la familia que es el círculo primario en el que se ejerce, los parientes cercanos y el resto de la comunidad también son actores activos en su confección.
El estrés que genera el ritmo de vida actual, así como los problemas económicos que enfrentan muchas familias, también es un factor que favorece el desarrollo de conductas en los padres, que afectan directamente la integridad de los hijos.
Repercusiones psicológicas a corto plazo
Actualmente existe una categoría en el ámbito de salud, o sanitario, que hace referencia al Síndrome del Niño Maltratado.
La primera característica de un pequeño violentado, en términos de un orden psicológico, es que se siente disminuido y tiende a considerarse culpable por el maltrato del cual está siendo objeto; se vuelve retraído.
La también licenciada en psicología y terapia familiar, explica que este aislamiento se traduce generalmente en un temor al interactuar con personas extrañas, no hacen contacto visual con ellas, y dan claras muestras de inseguridad social.
En consecuencia, les cuesta trabajo alcanzar metas, por ejemplo en términos escolares, como el resto de los niños que se desenvuelven en un entorno familiar sano.
Muchos de los pequeños tienen serias dificultades en el aprendizaje; el estar pensando en los problemas que hay en casa, y en la violencia doméstica de la que son víctimas, dispersan su atención.
Es importante puntualizar que niños y niñas en general, tienen un proceso intenso de un mundo interno, es decir, cualquier acontecimiento que le puede suceder a un joven o adulto, que tienen formas de expresión y socialización muy específicas (amigos, trabajo, etc.), los menores tienen más información que procesar; y en la presencia de un acto de maltrato, buscará respuestas, primero en su interior, antes de adoptar un canal externo.
“Es por eso que, cuando un infante es violentado, se siente culpable de ocasionar esta condición”, agrega el experto.
El maltrato tiene una implicación inmediata en la autoestima de los menores, quienes buscan evitar ser ellos mismos los que ocasionen nuevos episodios de violencia.
Una circunstancia más, relacionada con este síndrome, tiene sus bases en el daño físico, siendo el cambio de apetito, la característica más preponderante. Se ha encontrado, aunque no existe una relación directa, que algunos de los trastornos alimenticios, especialmente la bulimia y la anorexia, están determinados por eventos perjudiciales en su contra.
Dentro de este proceso se presentan otras particularidades como es el caso del daño corporal, casi siempre producido por los adultos o persona externa, que en algunas ocasiones, podría traducirse en auto agresiones.
El acontecimiento llamado “bullying” (violencia escolar), que se enfrenta en las escuelas actualmente, no es algo nuevo; lo que sí es cierto es que está teniendo un carácter masivo.
“Niños y niñas no son violentos, son reproductores de la violencia; si un menor ataca a sus compañeros, es porque está sufriendo violencia”.
La trascendencia en la vida adulta
En materia de psicología, en los últimos años, se ha venido ubicando un fenómeno que en términos de violencia infantil, tiene efectos positivos.
El director de la REDIM, explica que hay niños que cuentan con habilidades sociales y psicológicas que les permiten reivindicar lo que han vivido para que no sea tan intenso, en términos de afectación.
La otra posibilidad, y más eficaz, está vinculada a las relaciones sociales; si se logra que el menor pueda ejercer sus derechos plenamente en todos los sentidos: de participación, de organización, de ser protegido contra todas las expresiones de violencia, a vivir sin discriminación, entre otras, comienza a tener otra forma de conectarse con el mundo.
No importa que sustancialmente haya sido un infante con Síndrome del Niño Maltratado, porque a través de las redes sociales (personas vitales y espacios de participación donde se sientan protegidos), podrá tener una vida lo más común posible.
“Los seres humanos tenemos siempre procesos psicológicos que nos pueden generar conflictos y preocupaciones, pero esto entra en el ámbito de la normalidad; lo alarmante es que niños y niñas sigan arrastrando, en juventud, o en la edad adulta, las manifestaciones de maltrato a las que fueron sometidos de pequeños”.
Además, los niños que son objeto de violencia, pueden convertirse en reproductores de esta conducta, que va a trascender su infancia.
“En muchas ocasiones, quienes suministran la violencia, fueron niños maltratados y una de las repercusiones psicológicas que puede llegar a tener la víctima, es repetir patrones y presentar este mismo comportamiento cuando son mayores”, dice Soto Jasso.
Recibir atención psicológica es otra de las estrategias para corregir las conductas que van en contra de la integridad del niño y llegue a ser un adulto sano.
“El menor debe resolver su caso y pueda romper con la cadena de maltrato, que se dé cuenta de que la violencia no es una forma de resolver conflictos, que existen otras alternativas para darles solución”, dice.
El que maltrata generalmente baja tolerancia a la frustración, y encuentran, a través de actitudes violentas, golpes, gritos, humillación; una forma para resolver problemas.
Los índices
En el 2008, la cifras proporcionadas por la Secretaría de Salud, arrojaron la presencia de 13 mil casos, a nivel nacional, de maltrato infantil.
“Al tratar de ubicar cuántos de estos acontecimientos fueron comprobados, es decir, si se realizó una investigación que ratificó si efectivamente se presentó una situación de violencia, la respuesta no superaba el cuatro por ciento”, dice Pérez García.
En general, la participación policíaca para sancionar delitos, particularmente de crímenes en contra de niñas y niños, es prácticamente ausente.
El caso más terrible y reciente, reportado a finales de marzo de este año, es el caso de la niña Paulette, que fue encontrada sin vida en su recámara después de que inicialmente se manejara como un secuestro. “Este suceso, nos da una referencia de que cuando se trata de maltrato infantil, se denuncia, pero no se realiza investigación”.
Participación ciudadana
Un niño que está siendo violentado es fácilmente identificable, de acuerdo a la experiencia educativa generalizada en este ramo; se trata de una persona que tiende al aislamiento y a refugiarse en su mundo interno; físicamente presenta alguna seña de maltrato; y muestra una falta de cuidados en términos de su apariencia.
Según la leyes mexicanas, es una obligación de cualquier ciudadano, cuando tiene conocimiento de un delito, denunciarlo.
En el caso concreto del maltrato, dice el especialista, nuestro país muestra un retraso muy serio, porque aún existe la creencia de que es “normal”, de que los menores sean sólo atendidos y cuidados por sus padres.
Sin embargo, es importante reconocer que la Convención de los Derechos de la Niñez, a través de la Ley de Protección de Derechos de Niños y Niñas, establece en su artículo 19, que es obligación del estado proteger a los niños de todas las formas de violencia y maltrato, que hayan hecho padres, madres o cualquier otra persona dedicado a su cuidado.
A nivel municipal, una denuncia por maltrato se puede realizar en diferentes dependencias, dependiendo de cada caso. Se podrá acudir al DIF; cuando es un hecho muy evidente, los Ministerios Públicos o la Procuraduría de la Familia, son la mejor alternativa, que actúan en coordinación con otras instancias.
Sin embargo, comenta Pérez García, la denuncia penal se debe llevar a cabo en un contexto adecuado, porque se corre es riesgo de que los niños sean revictimizados, es decir, que ante la ineficacia de las autoridades, debido a la falta de investigación, o de elementos suficientes, puedan volver a ser maltratados.
Tan sólo en enero y febrero de este año, la Procuraduría de la Familia de Torreón, recibió 920 denuncias por violencia Infantil.
A nivel nacional, de acuerdo con informes de las autoridades de salud, uno de cada diez niños es reportado por sufrir maltrato, lo cual se ha convertido en un problema social que afecta a familias de cualquier clase y nivel económico.
Sin embargo, es importante mencionar que no todos los padres de familia que sancionan a sus hijos a través del castigo corporal, lo hacen con la intención de dañarlos, sino más bien lo hacen con la idea de que se porten bien; en estos casos la intervención de la autoridad no implica una situación legal, la reprenda es más bien formativa.
Adoptar medidas claras de prevención significaría reducir los niveles de abuso infantil, así como evitar las posibilidades de delincuencia; los abusos o abandonos cuando se es niño, aumentan la posibilidad de arresto en la adolescencia en un 53 por ciento, en un 38 durante la vida adulta, y en un 38 la posibilidad de llevar a cabo un crimen violento.
Un asunto global
El problema del abuso contra los niños y niñas, y de su explotación, es un problema universal alarmante que necesita de medidas continuas de prevención y protección efectiva a escala local, nacional e internacional.
La violencia existe, y existirá por mucho tiempo, de acuerdo con el licenciado Juan Martín Pérez, porque es un recurso inmediato que resuelve, que soluciona, y que funciona.
“Entre los adultos, es uso del maltrato es una forma de imponer la fuerza de unos sobre otros, así, nos damos cuenta de que en lo cotidiano, el lenguaje y la violencia verbal es útil para resolver conflictos al interior de la familia”.
Los menores, desde muy pequeños, van entendiendo que la violencia es una táctica normal, aceptada, y disponible, que aporta soluciones.
Sin embargo, ninguna sociedad podrá tener la perspectiva de una vida armoniosa, con calidad, si la tendencia está atravesada en sus formas de relación.