Un hombre sabio de vida como mi amigo Don Eduardo Garza González, hizo el favor de enviarme el siguiente correo que parafraseo para usted:
"Qué oportunas son las palabras que en 1950 escribiera la filósofa estadounidense (de origen ruso) Alissa Zinovievna Rosenbaum, más conocida en el mundo de las letras bajo el seudónimo de "Ayn Rand". Ella es autora de esa magnífica novela Atlas Shrugged, traducida al español como La Rebelión de Atlas, una suerte de anticipo de lo que nos está pasando a los mexicanos; juzgue usted:
Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada."
La reflexión me da pie para expresar mi insatisfacción por los escasos resultados en el Congreso federal, donde ahora radica el poder del arcaico presidencialismo mexicano. Diputados y Senadores han hecho de todo, desde confrontarse innecesariamente hasta shows histriónicos; todo menos aprobar las leyes necesarias para avanzar en la concordia y la productividad que los tiempos modernos exigen para insertarnos competitivamente en el mundo globalizado.
Quizá sea necesario que me remita al hermoso poema Déjame dormir Mamá escrito en el siglo XVIII por el excepcional religioso franciscano español Fray Junípero Serra... ¡lo raro es su vigencia!
"Hijo mío, por favor,
De tu blando lecho salta.
Déjame dormir, mamá,
Que no hace ninguna falta.
Hijo mío, por favor,
Levántate y desayuna.
Déjame dormir, mamá,
Que no hace falta ninguna.
Hijo mío, por favor,
Que traigo el café con leche.
Mamá, deja que en las sábanas
Un rato más aproveche..
Hijo mío, por favor,
Que España entera se afana.
¡Que no! ¡Que no me levanto
Porque no me da la gana!
Hijo mío, por favor,
Que el sol está ya en lo alto.
Déjame dormir, mamá,
No pasa nada si falto.
Hijo mío, por favor,
Que es la hora del almuerzo.
Déjame, que levantarme
Me supone mucho esfuerzo.
Hijo mío, por favor,
Van a llamarte haragán.
Déjame, mamá, que nunca
Me ha importado el qué dirán.
Hijo mío, por favor,
¿y si tu jefe se enfada?
Que no, mamá, déjame,
Que no me va a pasar nada.
Hijo mío, por favor,
Que ya has dormido en exceso.
Déjame, mamá, que soy
Diputado del Congreso
Y si falto a las sesiones
Ni se advierte ni se nota.
Solamente necesito
Acudir cuando se vota,
Que los diputados somos
Ovejitas de un rebaño
Para votar lo que digan
Y dormir en el escaño.
En serio, mamita mía,
Yo no sé por qué te inquietas
Si por ser culiparlante
Cobro mi sueldo y mis dietas.
Lo único que preciso,
De verdad, mamá, no insistas,
Es conseguir otra vez
Que me pongan en las listas.
Hacer la [barba] al líder,
Ser sumiso, ser amable
Y aplaudirle, por supuesto,
Cuando en la tribuna hable.
Y es que ser parlamentario
Fatiga mucho y amuerma.
Por eso estoy tan molido.
¡Déjame, mamá, que duerma!
Bueno, te dejo, hijo mío.
Perdóname, lo lamento.
¡Yo no sabía el estrés
Que produce el Parlamento!"