"Doctora, la esperanza es mía", al escuchar esta frase surge la necesidad de que uno, como médico, se dé tiempo para platicar más con los pacientes. Es importante que ante un diagnóstico de cáncer se establezca un intercambio de conocimientos y definir que en la actualidad del 80 al 90% de los enfermos pueden recibir un tratamiento paliativo y que casi un 50% se curan.
Antes se decía: "tiene cáncer, está invadido. No hay nada qué hacer", pero esos tiempos se acabaron. Hoy existen múltiples terapias que pueden hacer más llevaderos los días, meses, e incluso los años de los pacientes oncológicos.
Debemos afrontar que cuando los médicos nos cerramos a los procedimientos paliativos siempre habrá un amigo, compadre o vecino que ofrezca al enfermo la receta de una medicina "milagrosa" que curó a la amiga de un hijo de la hermana de alguien. Algunos de los remedios que más recomiendan son: veneno de alacrán, pócima del padre, agua de Tlacote, gorgojos comidos vivos, flor essence, mango, víbora de cascabel o sueros maravillosos, entre otros remedios falsos. Lo único que hacen estos charlatanes es lucrar con la desgracia ajena. En el cáncer, estas terapias alternativas no son recomendables.
Hablemos de las terapias complementarias; parte fundamental en el bienestar del enfermo y que se refiere a la implementación de una buena alimentación, del ejercicio, de la meditación, de vivir la vida. Se trata, de vivir cada día como si fuese el último.
Además de las formas convencionales de cirugía, quimioterapia y radioterapia, existen procedimientos que ya están probados en otros países, que son protocolos de los que se han obtenido extraordinarios resultados con medicamentos orales y que su uso es una realidad efectiva para el cáncer renal, gástrico, de mama, de pulmón y para el Gist, que es un tipo de sarcoma o tumor de músculos y tejidos blandos.
En fin, protejamos a nuestros pacientes. El secreto está en escucharlos. Dejemos que ellos nos cuenten lo que están haciendo. Y si se atreven a comer lo inimaginable es porque están desesperados. Nos están pidiendo ayuda a gritos porque quieren vivir; por eso buscan falsas esperanzas. Todo esto es porque como médicos no les hemos ofrecido lo que buscan; al menos una buena calidad de vida y lo que todos deseamos al final, una despedida digna, cerca del ser más querido con quien compartamos nuestros últimos momentos.
Exhortemos al paciente oncológico a que realmente se informe y busque a un profesional de la salud para que crea y confíe en él, dándole las armas para que luche por su salud. Esta es nuestra verdadera misión como médicos.
*Oncóloga quirúrgica. Profesora de Oncología de la Facultad de Medicina de Torreón UA de C.