Después de observar el partido jugado en Oakland, entre el cuadro tricolor y uno de los equipos más competitivos de Sudamérica, como lo es Paraguay, no queda más que recordar las absurdas decisiones del señor Javier Aguirre antes y durante el Mundial de Sudáfrica hace unos pocos meses y volver a hacer el entripado.
Para empezar, hay que reconocer que la versión del sábado dista mucho de ser la mejor del cuadro guaraní. Bueno, hasta Paulo da Silva se vio "tronco" ante los embates nacionales y mi querido Darío Verón parecía jugar en cámara lenta, pero eso al final carece de importancia cuando de lo que se trata es de analizar las reales posibilidades de la escuadra dirigida por José Manuel de la Torre.
El "Chepo" mandó al terreno de juego a un equipo ágil, ligerito, que toca rápido el balón y se mueve para convertirse en receptor, situación que no es normal sobre todo si tomamos en cuenta que en México se juega a ritmo de vals. Además fue contundente y eso es absolutamente novedoso cuando la falta de puntería ante el arco rival ha sido una de las enfermedades crónicas de los delanteros aztecas.
No se requiere ser mago, brujo o experto en cuestiones relacionadas con el balompié, para darse cuenta que el origen de esta mejoría radica en la inclusión de dos elementos prácticamente borrados en la era del inefable "Vasco": Antonio Naelson "Sinha" y Javier Hernández, conocido en el bajo mundo del hampa como "Chicharito".
Al fino mediocampista del Toluca, tanto el pillo de Sven Goran Eriksson como Aguirre le negaron la posibilidad de mostrar sus dotes de orquestador con la escuadra nacional. Todavía recuerdo que el técnico escandinavo lo mejor que le dio fueron algunos minutos en una cancha enfangada, imposible para controlar el balón y ante un rival, Honduras, que daba patadas como molino de viento. Eso ocurrió en la eliminatoria allá en el risueño poblado de San Pedro Sula.
Javier Aguirre, esgrimiendo razones pueriles, como ese gastado verso del orden táctico y la recuperación de la pelota, lo marginó del Tri, aduciendo también lentitud en el accionar del jugador nacido en Brasil. Seguramente Cuauhtémoc Blanco era sinónimo de sacrificio y rapidez.
Lo del "Chicharito" va más allá de cualquier comprensión. Cada que lo alineó, metió gol y sin embargo el puesto de titular recayó en el inútil de Guillermo Franco, quien, para acabarla de amolar, jugaba lesionado.
Lo cierto es que fueron la necedad y la soberbia los ingredientes que marcaron las decisiones de Aguirre.
Tampoco es como para pensar que en "Sinha" tenemos a nuestro Lionel Messi y el guisante verde tapatío está a la altura del "Guaje" Villa. La mesura debe prevalecer pero no sin antes mandarle una trompetilla al "Vasco", donde quiera que esté, por necio.