La metaliteratura de Vila-Matas
El nombre de Enrique Vila-Matas es un referente obligado a la hora de hablar de narrativa contemporánea de calidad. Su vasta bibliografía es aclamada por críticos y lectores, quienes están siempre a la expectativa de las nuevas historias que presenta este prolífico catalán.
La escena de una película motivó a Enrique Vila-Matas a convertirse en escritor. El autor nacido en 1948 en Barcelona ha declarado en diversas ocasiones que descubrió su vocación cuando vio a Marcello Mastroianni en La noche (1961) de Antonioni. En una de las primeras escenas de esa cinta Mastroianni revelaba ser un escritor llamado Giovanni Pontano, que acababa de publicar un libro titulado La estación, el cual iba a presentarse la tarde de ese mismo día en Milán. La secuencia no parece ser tan contundente como para que alguien elija dedicarse a las letras; sin embargo en un ensayo Vila-Matas menciona que en la película Mastroianni tenía a su lado una mujer ‘irrepetible’ como Jeanne Moreau.
En ese entonces el español tenía 16 años y la decisión no fue muy bien recibida por su padre, quien soñaba que su hijo se convirtiera en abogado. Incluso al enterarse de las intenciones del joven Enrique le dijo que para esa elección no se estudiaba en la universidad y que tal oficio no podía considerarse como una carrera profesional. Con el paso del tiempo Vila-Matas descubrió que consagrarse a la literatura es un sueño difícil de cumplir. “Casarse con una Jeanne Moreau no es fácil, tampoco lo es ser realmente un escritor. Por aquellos días, yo tenía una vaga idea de que no era sencillo ni una cosa ni la otra, pero no sabía hasta qué punto eran dos cosas muy complicadas, sobre todo la de ser escritor. Lo que en esos días yo no sabía era que para ser escritor había que escribir, y además escribir como mínimo muy bien, algo para lo que hay que armarse de valor y, sobre todo, de una paciencia infinita, esa paciencia que supo describir muy bien Oscar Wilde: me pasé toda la mañana corrigiendo las pruebas de uno de mis poemas, y quité una coma. Por la tarde, volví a ponerla”, recuerda el autor de Historia abreviada de la literatura portátil.
Así, estudió Derecho y Periodismo, y nuevamente su amor por la pantalla grande lo llevó en 1968 a trabajar como redactor en la revista de cine Fotogramas. En esa época vivía en París, autoexiliado del gobierno de Franco y buscando mayor libertad creativa. El apartamento donde se instaló le fue alquilado por la novelista y cineasta Marguerite Duras. Apareció en una cinta de James Bond y en 1970 dirigió dos cortometrajes: Todos los jóvenes tristes y Fin de verano. Un año después escribió su primer libro en condiciones poco ortodoxas, mientras realizaba el servicio militar en Melilla. El volumen lleva por título Mujer en el espejo contemplando el paisaje (1973). Tras esta aventura regresó a Barcelona y trabajó como crítico de cine de las revistas Bocaccio y Destino.
Es evidente que la influencia de la cinematografía en la vida y obra de Vilas-Matas es mucha, incluso es posible que su amor por el séptimo se haya desarrollado desde el vientre materno pues nació en la casa con el número 108 de la calle Roger de Llúria, frente al desaparecido cine Metropol de Barcelona.
EL SECRETO CATALÁN
Vila-Matas es una de las plumas más reconocidas a nivel mundial. Algo que hasta hace muy poco tiempo no sucedía, según apunta el también literato mexicano Juan Villoro en su artículo Vila-Matas, la escritura desatada: Vila-Matas fue el secreto mejor guardado de Cataluña, un autor minoritario, celebrado por eminentes colegas de ultramar (Mutis, Bioy, Monterroso, Rossi, Paz). De manera curiosa, su originalidad se fundaba en la asimilación de otras voces; las ideas ajenas adquirían otro sentido al ser glosadas, levemente retocadas, situadas en un contexto insólito.
De esta forma comenzó siendo un escritor de culto que unos cuantos leían, mientras que actualmente es una referencia obligada en las letras hispanas. Y no se exagera al afirmar que ocupa un lugar preponderante en la narrativa internacional. Así lo demuestra la gran cantidad de premios que ha ganado en diferentes partes del orbe
Estamos además frente a un defensor de su oficio: El orgullo del escritor de hoy tiene que consistir en enfrentarse a los emisarios de la nada -cada vez más numerosos en literatura- y combatirlos a muerte para no dejar a la humanidad precisamente en manos de la muerte. En definitiva: que a un escritor le podamos llamar escritor. Porque, digan lo que digan, la escritura puede salvar al hombre. Hasta en lo imposible, se lee en el discurso que dio cuando obtuvo el premio Rómulo Gallegos 2001.
Asimismo, para el también ensayista la literatura no tiene relación con la realidad como tal, es una realidad en sí misma. Para mí, la literatura tiene sus relaciones, su sentido, su coherencia. La literatura tiene una habitación propia en un lugar extraño, que ni siquiera sabemos si existe”, compartió en la revista Letras Libres en 2002
LITERATURA SOBRE LITERATURA
Para muchos críticos el quehacer de Vila-Matas puede definirse como metaliteratura. Es importante hacer un paréntesis para decir que el término se refiere a los libros que tratan de literatura. En los textos que se adscriben a esta tendencia se reflexiona sobre el proceso mismo de la narración, se cita a otros autores u obras y se recrean cuestiones estrictamente literarias.
Al respecto el profesor y colaborador de Siglo Nuevo Antonio Álvarez Mesta, describe su experiencia al leer Bartleby y compañía (2001). “Me gustó porque aborda inteligentemente un tema interesante: la causa de que personajes como Rimbaud, Hart Crane, Juan Rulfo o Julien Gracq, que demostraron talento y oficio, hayan dejado de escribir durante muchos años o incluso el resto de sus vidas. El volumen se basa en una ficción sencilla: Marcelo, un gris empleado de oficina que décadas atrás publicó un buen relato y luego dejó de escribir, elabora una especie de cuaderno de notas sobre literatos famosos que renunciaron a las letras cuando todo mundo esperaba más creaciones suyas. Se podría decir que el texto de Vila-Matas es metaliterario”.
En el mismo sentido Villoro apunta (en el mismo artículo antes citado) que el catalán contempla lo ya expuesto y ofrece una relectura de la realidad: La estética de Enrique Vila-Matas depende en primera y última instancia de la lectura. Hechas de comentarios, reensamblajes, parodias y atribuciones apócrifas, sus historias se postulan como una segunda realidad. Vila-Matas llega después; observa lo ya narrado con ojo insólito, y discute lo ocurrido.
Sin embargo el autor de París no se acaba nunca (2003) y Doctor Pasavento (2005) no está de acuerdo con la etiqueta que le coloca el término metaliteratura. En una entrevista realizada por Jordi Corominas comentó: “Lo de la metaliteratura es un tópico que se ha instalado en los medios exclusivamente españoles. Aspiro a que se comprenda que he hecho siempre ‘literatura’, sin más”.
La obra de Vila-Matas rebasa la treintena de títulos entre narrativa y ensayo. Ha sido traducida a nueve idiomas. Sin duda es un escritor que vale la pena leer. Sus libros nos abrirán las puertas a un nuevo y vasto panorama.
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