La niñez intermedia
La niñez intermedia es la etapa de los 9 a los 11 años, también denominada ‘niños de escuela’, ya que las experiencias se centran en las actividades escolares sobre todo en las sociales y se encuentra a un paso de la adolescencia.
La psicología María Teresa Ruvalcaba Mesta, explica que durante esta etapa, los niños y niñas logran su mayor desarrollo motriz, necesario para las actividades de juego, el cual se vuelve más intenso reflejado en un gran interés por los deportes y su progreso en el pensamiento lógico y creativo.
Es en la niñez intermedia donde los hijos mostrarán indicios de independencia familiar y de sus actividades en general. Sus intereses se enfocarán en los amigos, los cuales son muy importantes para su desarrollo emocional y autoestima. Con ellos compartirán sus aventuras y comenzarán las competencias en el juego, por lo cual piden pasar menos tiempo con la familia.
La niñez intermedia suele ser una etapa difícil para los padres, pues los niños comienzan a buscar su autonomía, piden realizar sus actividades sin ser acompañados por sus progenitores como antes lo hacían y mucho menos ser tratados como niños.
En ocasiones, para los padres que no suelen pasar suficiente tiempo con sus pequeños por diferentes factores, la convivencia se vuelve más compleja, pero es importante buscar un espacio y dedicar tiempo y calidad del mismo a los hijos, ya que es un acompañamiento importante para su sano crecimiento.
María Teresa Ruvalcaba señala que una forma de acercarse a los menores en niñez intermedia es seguir sus gustos y necesidades, ya que los intereses cambian conforme pasan los años y las actividades complicadas comienzan a predominar.
Deportes, juegos de estrategia y reflexión y experimentos pueden ser algunos de los nuevos gustos, pero tampoco hay que dejar de lado los videojuegos y programas televisivos, la clave es seguir sus gustos y acompañarlos, involucrarse en las actividades de la escuela, tareas y participaciones dentro de la institución; así como conocer el grupo de amigos con los que comparten, enseñarlos a ser responsables de sus actos y permitirles que vivan las consecuencias de estos mismos como parte de un desarrollo integral. Darles su espacio para convivir con niños de su edad y permitirles crecer sin la presión de que dejen de ser niños o que sigan siendo uno.
Para finalizar, la psicóloga señala que “Ellos dan el ritmo de su crecimiento y no hay que forzar nada, es mejor acompañarlos y guiarlos interesándose en lo que a ellos más les agrada. La vida pasa y con ella los hijos crecen, qué mejor herencia que el goce de la compañía familiar”.