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LA TRAGEDIA DEL TITANIC (Tercera parte)

Por: Jacobo Zarzar Gidi

El Titanic es más que una epopeya de vapor y acero. Es la historia de sus pasajeros, desde el millonario de primera clase hasta el emigrante de tercera, que realizaron increíbles actos de valor, sacrificio personal y heroísmo. En primera clase, los miembros de la élite social procedentes de dos continentes socializaban entre sí, rodeados de esplendor, con magnates estadounidenses de la industria y el comercio. Autores y artistas célebres se codeaban con altos oficiales del ejército y la aristocracia británica. Sus pertenencias que luego se encontraron en el fondo del mar, reflejan ese mundo de privilegios.

De los cinco niños que viajaban en primera clase, Loraine Allison, de dos años de edad, fue la única en morir en el hundimiento. Sus padres, ignorantes de que su hermanito había abandonado ya el barco con su niñera, lo buscaron frenéticamente hasta que fue demasiado tarde para salvarse a sí mismos o a la pequeña Loraine. La canadiense Ethel Fortune regresaba a su hogar con su familia después de hacer un viaje por toda Europa. Sobrevivió junto con su madre y su hermana, pero perdió a su padre y a su hermano. Durante el resto de su vida Ethel tuvo visiones de su hermano Charles pidiendo socorro desde el mar.

La noche del naufragio, GeorgeWidener y su esposa Eleonor, fueron los anfitriones de una cena celebrada en el restaurante a la carta en honor del capitán Smith. Más tarde, Widener y Smith perderían sus vidas, al igual que el hijo de Widener, Harry, a quien está dedicada la Biblioteca Harry Elkins Widener de la Universidad de Harvard.

También perecieron Isidor Straus, copropietario de los grandes almacenes Macy’s de Nueva York, y su esposa Ida. Cuando sólo se aceptaban mujeres y niños en los botes salvavidas, Ida prefirió quedarse con su esposo a bordo del buque que naufragaba en lugar de separarse de él después de cuarenta años de matrimonio. El 1 de mayo de 1912, el barco de búsqueda MackayBennett recuperó del mar el cuerpo de Isidor. El de Ida no se encontró, con lo que finalmente fueron separados a pesar de todo.

Tal vez la pareja más famosa de la travesía era la formada por John Jacob Astor IV y su esposa, que regresaban a Nueva York después de su luna de miel en el extranjero. Madeline Astor sobrevivió, pero su esposo pereció al igual que su terrier Airedale, llamado Kitty, que se hallaba en las perreras del barco. Siendo Astor el hombre más acaudalado abordo, su fallecimiento apareció en los titulares de todo el mundo.

Durante la aterradora y fría noche a la deriva en el Atlántico norte a la espera de su rescate, la valiente condesa de Rothes sostenía la caña del timón del bote salvavidas número 8. También ofreció consuelo a la desolada recién casada María Peñasco, cuyo joven esposo Víctor había perdido la vida en el hundimiento. Debido a que los Peñasco no habían comunicado a nadie su decisión de última hora de concluir su luna de miel a bordo del Titanic, fue difícil para sus familias en España asimilar lasnoticias publicadas en los periódicos sobre la muerte de Víctor.

El comandante Archibald Butt, asesor militar del presidente Taft, en un estilo auténticamente marcial, ayudó a embarcar en los botes salvavidas, pero no se salvó a sí mismo. Hay una fuente conmemorativa dedicada a su valor cerca de la Casa Blanca, en Washington D.C. Su compatriota estadounidense Benjamin Guggenheim y el ayuda de cámara de éste cambiaron su atuendo por uno formal cuando el final estaba cerca. Se dice que el millonario declaró: “Nos hemos vestido con nuestras mejores galas y estamos preparados para hundirnos como caballeros.”

La segunda clase era una agradable mezcla de empresarios, familias de clase media de camino hacia una nueva vida, futuras novias y personas de vacaciones. Los bebés franceses Edmond y Michel Navratil, viajaban con su padre Michel Navratil bajo el apellido ficticio Hoffman. Navratil había salido de Francia llevándose a los niños para escapar de su infeliz matrimonio. Se encargó de que sus hijos sobrevivieran en brazos de extraños, pero perdió su propia vida en el desastre. Apodados “los niños abandonados del Titanic, se ignoró su identidad hasta que su madre leyó las noticias sobre su situación en la prensa francesa y viajó hasta Nueva York para reclamarlos.

Ruth Becker, de doce años, fue separada de su madre durante el descenso de los botes salvavidas. Ofreció consuelo incondicional a otros durante las horas que pasaron a la deriva, en especial a una mujer alemana cuyo bebé había sido arrancado de sus brazos en el frenesí del intento de huir. Tanto Ruth como la mujer se reunieron con sus familias en el barco de rescate de la naviera Cunard, el Carpathia.

Annie Clemmer Funk entendió muy bien la importancia de la familia. Falleció después de renunciar de forma desinteresada al último lugar libre en un bote salvavidas para cedérselo a una madre cuyos hijos se encontraban ya sentados en el bote. Annie regresaba a casa después de trabajar como misionera en la India para estar junto al lecho de su madre enferma.

Los Brown, de Sudáfrica, también vieron sus planes de vida alterados de manera abrupta en medio del océano. Thomas Brown, hotelero, tenía la intención de comenzar de nuevo en Seatle junto a su esposa Elizabeth y su hija Edith. Él murió junto con sus sueños, pero su esposa e hija sobrevivieron. El reloj de Thomas, recuperado en 1987, fue devuelto a Edith Brown Haisman, que lo conservó como un tesoro hasta su propia muerte en enero de 1997, a la edad de cien años.

La tercera clase era una combinación de nacionalidades muy dispares que emigraban a Norteamérica con el deseo de una vida mejor. Para la mayoría esto significaba una mejora económica; para otros, una esperanza de libertad religiosa y política. Rosa Abbott era una madre soltera que viajaba con sus dos hijos, Rossmore y Eugene. Durante la evacuación de las mujeres y niños, no se permitió a los niños Abbott que subieran a los botes salvavidas ya que a los dieciséis y catorce años ya eran considerados hombres. Rosa se negó a irse sin ellos, y los tres fueron barridos de la cubierta por un muro de agua mientras el barco se sumergía por última vez. Rosa, que sufrió una conmoción y tenía las piernas gravemente congeladas, fue la única mujer que, tras caer al agua, fue izada a un bote salvavidas; no se encontró a sus hijos.

A bordo del Carpathia, Rosa recibió los cuidados de Amy Stanley. Amy viajaba sola y emigraba de Inglaterra a Connecticut para trabajar como empleada doméstica. Ella y Rosa habían trabado amistad a bordo del Titanic y continuaron manteniendo correspondencia durante años después del desastre. Trágicamente, Rosa no fue la única mujer cuya familia fue diezmada aquella noche. Había 113 niños, de trece años de edad o menores, a bordo del barco; 53 de ellos perecieron. Entre estos niños se encontraban Sigrid, Ingeborg, Ebba, Sigvard y Ellis Andersson, que murieron con sus padres.

CONTINUARÁ EL PRÓXIMO DOMINGO [email protected]

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