Oda fílmica al taoísmo
Con La última vida en el Universo, el director tailandés Pen-Ek Ratanaruang demuestra que la poesía y la Filosofía son imprescindibles al momento de realizar una obra maestra.
¿Qué se necesita para hacer una obra maestra? La respuesta de Pen-Ek Ratanaruang parece sencilla: poco dinero, excelentes actores, una buena dosis de poesía y mucha Filosofía. Pero decimos ‘parece’ porque en realidad la maestría sólo se puede alcanzar en la perfecta armonía de esos factores, en saber qué hacer con ellos. Y esa armonía es palpable en el filme La última vida en el Universo (Ruang rak noi nid mahasan, 2003), con la que el cineasta tailandés no sólo narra una historia entrañable, sino que plasma una profunda visión de la existencia con una naturalidad y sensibilidad estremecedoras. Después de apreciar una película de este tipo ya nada puede ser lo mismo.
ENCUENTROS Y DESENCUENTROS
Kenji (Tadanobu Asano) es un joven japonés, obsesivo del orden y voraz lector. Trabaja como bibliotecario en Bangkok, capital de Tailandia. Su apatía por el mundo lo lleva a intentar suicidarse. Pero siempre que está a punto de hacerlo algo se lo impide: un timbre, un despertador, un grito, un disparo... una mujer.
Su hermano Yukio (Yutaka Matsushige) es un mafioso que huye de Japón luego de haberse acostado con la hija de su jefe y se refugia en casa de Kenji cuando no está en los burdeles con prostitutas tailandesas disfrazadas de colegialas. Una de ellas es Nid (Laila Boonyasak), quien sostiene relaciones con el novio de su hermana Noi (Sinitta Boonyasak).
Un día en la biblioteca Kenji observa a Nid hojeando un cuento ilustrado. Se distrae y la pierde de vista, mientras ella sale del recinto de la mano de un hombre maduro. Kenji toma el libro y se lo lleva en préstamo. Camino a su casa, a bordo de un camión, es hostigado por un ebrio que intenta hablarle en japonés. Decide bajarse y acercarse a la orilla de un puente del que está a apunto de arrojarse. Pero es sorprendido por un grito. Es Noi, quien luego de sostener una pelea por el novio con su hermana Nid (la chica de la biblioteca), la llama desde su auto. Pero Nid parada entre el tráfico observa a Kenji. Kenji voltea hacia ella y sonríe. Súbitamente un coche la arrolla, y luego fallece en un hospital. En la tragedia Kenji conoce a Noi.
De vuelta a su hogar Kenji intenta abrir una caja de regalo que su hermano había dejado. Pero Yukio llega de pronto con un colega, Takashi (Riki Takeuchi). Kenji se refugia en su cuarto y descubre que dentro de la caja hay un oso y en el interior de éste, una pistola. Se coloca el cañón bajo la mandíbula y cuando está a punto de disparar, el grito de su hermano le asusta. Se asoma a la sala. Ve a Yukio con los pantalones abajo y lleno de sangre. Takashi lo ha castrado para vengar la afrenta a su patrón; luego le dispara y enseguida también a Kenji, pero falla. Kenji responde con un disparo y lo mata. Tras limpiar la sangre y esconder los cuerpos, se va del lugar.
En la biblioteca encuentra a Noi, quien va a devolverle un bolso que él había olvidado el día del accidente. Kenji se percata de que el libro que había tomado prestado no está dentro. Luego de una cena en un restaurante a la orilla de un río, Kenji le pregunta a Noi: “¿Puedo irme a tu casa?”. Y aquí comienza la historia.
EL YIN Y EL YANG
En la filosofía oriental el Dao es la ley de todo, lo que mantiene el orden del Universo. De él emanan el yin y el yang. El yin es lo masculino, lo oscuro, lo pasivo, lo que absorbe. El yang es lo femenino, lo luminoso, lo activo, lo que penetra. El yin y el yang son opuestos pero interdependientes. Se consumen y generan mutuamente, y pueden transformarse en sus opuestos. Son el equilibrio dinámico. Uno no puede existir sin el otro. De la misma manera Kenji y Noi, aunque distintos, una vez que se conocen ya no podrán separarse.
Kenji es el lado oscuro de la montaña; la noche, lo misterioso, lo ordenado. Noi es el lado iluminado del mismo monte; el día, lo claro, lo caótico. Él quiere morir “porque no hay que seguirle el ritmo al resto del mundo”. Ella pese a todo quiere seguir viviendo, aunque no sepa para qué. Él no llora la muerte de su hermano. Ella sufre la pérdida de su hermana. Él salió de Osaka. Ella quiere ir a Osaka. Pero son uno en el Dao, que en este caso es la existencia, bella y a la vez violenta. Inmutable aunque siempre se transforme. Porque lo único permanente es el cambio. Y aunque Kenji y Noi no deseen lo mismo, su destino es estar juntos, porque son complementarios.
La filosofía taoísta está presente a lo largo de todo el filme. Los personajes son el conducto de ese fin último. El wu wei, esa manera natural de hacer o mejor dicho de suceder las cosas, principio básico del taoísmo, define el devenir de los protagonistas que nunca se ven forzados a unirse, simplemente aceptan que es su sino. Porque es preferible estar con el contrario a quedarse en soledad.
La fábula contenida en el libro que Kenji tomó de la biblioteca sintetiza esta idea profunda y filosófica. En su propia voz, el joven la escucha cuando está a punto de saltar del puente. “La lagartija despierta y se da cuenta de que es la única sobreviviente. Su familia y amigos se han ido. Sus enemigos, los que la llevaban a la escuela, también. La lagartija está sola. Extraña a su familia y amigos. Incluso a sus enemigos. Es mejor estar con el enemigo que solo. Eso es lo que piensa. Viendo el atardecer, piensa: ¿para qué vivir si no tengo con quién hablar? Pero incluso ese pensamiento no significa nada cuando eres la última lagartija”.
Cuando Kenji conoce a Noi, deja de estar solo. Y ella, al ver que él ha eyaculado mientras dormía, le dirá: “Necesitas una mujer”. Kenji apenas habla tailandés y Noi está tratando de aprender japonés. Entonces se comunican en inglés. Él ordena el caos que es la casa de ella.
Pero Kenji conoce a Jon, el novio de Noi, que no deja de acosarla. Ella le pide a Kenji que la lleve al aeropuerto para tomar un vuelo a Osaka. Luego él decide seguirla. Al regresar a casa por sus pertenencias se encuentra con Jon, quien pretende matarlo. Sin imaginar que los sicarios del jefe de su hermano, ahora difunto, llegarán al lugar con el mismo propósito.
LOS DEMIURGOS
Pausada, cadenciosa, poética, la dirección de Pen-Ek Ratanaruang destila un aire onírico que es reforzado por la impecable fotografía de Christopher Doyle y la música minimalista de Small Room y Hualampong Riddim. La edición a cargo de Patamanadda Yukol, establece una secuencia surrealista entre pasado, presente y futuro, que afianza el espíritu taoísta de la cinta.
Aunque los elementos anteriores por sí solos son dignos de todos los elogios, el argumento merece una mención aparte. Concebido en la mente de Ratanaruang y pulido por el escritor y artista gráfico Prabda Yoon, el guión condensa sabiamente las inquietudes filosóficas y poéticas del realizador. El atinado manejo de los innumerables simbolismos -como la omnipresencia de la lagartija- y los ingeniosos giros semánticos de los diálogos, nos confirman que estamos frente a un creador fuera de serie.
De las actuaciones basta decir que todas, sin excepción, son puestas al servicio de una obra maestra concebida con la más exquisita naturalidad, como el wu wei dicta. Por eso, La última vida en el Universo es una película imprescindible para los amantes del buen cine.
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FICHA TÉCNICA
Título original: Ruang rak noi nid mahasan
Dirección: Pen-Ek Ratanaruang
Año: 2003
País: Tailandia, Japón
Guión: Prabda Yoon y Pen-Ek Ratanaruang
Actuaciones: Tadanobu Asano, Sinitta Boonyasak y Laila Boonyasak
Fotografía: Christopher Doyle
Edición: Patamanadda Yukol
Música: Small Room, Hualampong Riddim