Siglo Nuevo

Una mente indomable

NUESTRO MUNDO

Una mente indomable

Una mente indomable

Antonio Álvarez Mesta

¿Recuerda la película Good Will Hunting? Es una cinta de 1997 que en México se exhibió con el título de Mente indomable. Ganó dos premios Óscar: mejor actor de reparto (Robin Williams) y mejor guión (Matt Damon y Ben Affleck). Cuenta la historia de un joven de Boston, Will Hunting, que trabaja como conserje en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y que posee una capacidad asombrosa para resolver los más intricados problemas matemáticos. A pesar de su aguda inteligencia y de su memoria fotográfica Will constantemente se mete en problemas e incluso va a parar a la prisión. Un galardonado profesor del MIT al enterarse que éste se encuentra preso arregla que le permitan salir para dedicarse a las matemáticas superiores. Las autoridades judiciales ponen una condición: el joven debe someterse a psicoterapia. Tras frustrar fácilmente a varios psicólogos y psiquiatras, Will es llevado por el profesor a sesiones con el doctor Sean Maguire quien a pesar de la enorme resistencia del genio, logra que se reconcilie con la vida tras procesar el dolor y la cólera acumulados tras sufrir severo abuso en su niñez.

Will Hunting sólo fue un personaje de película, pero en la vida real existió un genio que floreció en Boston a principios del siglo XX y que fue estudiante notable en Harvard y el MIT. Su nombre fue William James Siddis y su coeficiente intelectual era superior a 250 puntos. Su padrino, el destacado filósofo y psicólogo William James, en cuyo honor se le nombró así, afirmó que era el más grande prodigio de todos los tiempos. A los cuatro años leía libros clásicos en griego y en latín. A los seis dominaba la lógica de Aristóteles y a los siete aprobó el examen de admisión de la Facultad de Medicina de Harvard. A los ocho años resolvía complejos problemas matemáticos. Cursó exitosamente siete carreras. Recordaba todo lo que leía y demostró fluidez en docenas de idiomas.

Sus padres, judíos ucranianos que emigraron debido al antisemitismo, eran académicos eminentes que hablaban con fluidez varios idiomas y tenían doctorados en Medicina, Psicología y Filosofía. Puede decirse que su padre, Boris, fue un pionero de la estimulación temprana y del aprendizaje acelerado. A su entender era imperativo despertar en los niños de dos años el interés por el trabajo intelectual. Eso fue motivo de escándalo y fuertes críticas. En aquella época se pensaba que la inteligencia era predominantemente hereditaria y que únicamente había que procurar una educación convencional para formar buenos ciudadanos. La elevada inteligencia de William suscitó la más intensa ambivalencia entre sus contemporáneos. Se le admiraba pero también se le veía como fenómeno. La prensa, particularmente la sensacionalista, lo acosaba todo el tiempo y se complacía exagerando sus peculiaridades y manías. Se le criticó por ser objetor de conciencia durante la Primera Guerra Mundial y se le ridiculizó por declararse socialista y ateo y haber sido arrestado por participar en una marcha obrera. Después un importante periódico sacó un reportaje sobre el promisorio niño prodigio de 1909 que acabó convertido en 1924 en un insignificante empleado de oficina en Nueva York que apenas ganaba 23 dólares a la semana. William respondió que quería vivir una vida perfecta lo que a su juicio significaba vivir en aislamiento para poder pensar (“yo siempre he odiado las multitudes”) y además en estado de celibato porque juzgaba que las mujeres por su frivolidad obstaculizaban el trabajo intelectual.

Sus intereses eran numerosos. No había rama del conocimiento que no atrajera su imaginación. Quizá ése fue su problema pues el que mucho abarca poco aprieta. Saltaba de la termodinámica a la Lingüística, de la Astronomía a la Historia, de las Matemáticas a la Geografía. No realizó ningún descubrimiento científico. Y como inventor apenas patentó un calendario perpetuo que aunque resultó útil en aquella época es poca cosa para una inteligencia de sus dimensiones. Murió a los 46 años por una hemorragia cerebral. Se dice que entonces se preparaba para una gran revelación. Lamentablemente nunca la sabremos. Pareciera que los finales felices sólo se dan en películas.

Correo-e: [email protected]

Leer más de Siglo Nuevo

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Siglo Nuevo

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Una mente indomable

Clasificados

ID: 640997

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx