Vergüenza y culpa

Nadie desea sentir vergüenza ni culpa, con la carga negativa adicional que ésta implica, pero ambas son emociones vinculadas a la interacción con el mundo interpersonal que nos rodea.

Experimentar culpa y vergüenza es un indicador de que algo debemos cambiar en nuestras vidas. Estas emociones son útiles; cuando se perciben en forma moderada nos lanzan a realizar cambios, incluso son un acicate y un impulso saludable que viene de nuestra conciencia. Pero resultan dañinas cuando son demasiado intensas o exageradas, pueden llevarnos a la depresión, a la falta de energía, al desencanto y a la paralización.

La vergüenza se refiere al fracaso de una persona para poder ‘ser’, mientras que la culpa apunta a una falla en el ‘hacer’. Las personas dominadas por la vergüenza creen que hay algo intrínsecamente malo en ellas como seres humanos, mientras que quienes tienen sentimientos de culpa piensan que han hecho algo malo que debe castigarse. Desde luego es viable que una persona sienta culpa y vergüenza al mismo tiempo. Por ejemplo el infiel, que rompe su promesa de fidelidad, probablemente experimente remordimientos. Es posible que se diga a sí mismo que ha hecho algo muy malo (lo cual es una admisión de culpa). También puede creer que es débil, repugnante e inherentemente malo (todo esto es indicativo de la vergüenza).

Las personas con sentimientos de vergüenza generalmente se preocupan por sus deficiencias, mientras que quienes sienten culpa se fijan en sus transgresiones. Los que sienten vergüenza se ven a sí mismos como seres inútiles, incapaces. Piensan que no son tan listos como sus compañeros de trabajo, tan atractivos como sus padres, tan bondadosos como sus socios ni tan interesantes como sus amigos. En cambio el individuo con culpa se dice a sí mismo: “Ojalá no hubiera hecho eso. He lastimado a otros y me siento mal por ello”.

Generalmente el ser humano avergonzado teme el abandono, mientras que el culpable teme al castigo. El miedo al abandono que padece alguien con vergüenza nace de su creencia de que nadie le puede querer o valorar por estar tan lleno de defectos. Los individuos que no se gustan o no se respetan esperan frecuentemente que los demás los abandonen en cuanto se den cuenta de que no son perfectos. Los que tienen sentimientos de culpa esperan y temen el castigo porque han hecho algo malo y deben pagar el precio.

Superar la vergüenza puede ser más difícil que la culpa, porque tiene que ver con la persona más que con acciones específicas. El sujeto con sentimientos de vergüenza se cura cambiando el concepto que tiene de sí mismo, logrando así respetarse y sentir orgullo de quien es. El proceso normalmente es largo y algunas veces doloroso, requiere contemplar en profundidad nuestras suposiciones básicas sobre nuestro lugar en el Universo.

La vergüenza y culpa están tan entrelazadas que es casi imposible distinguir una de otra, además la culpa conduce a la vergüenza y viceversa. Generalmente experimentar una u otra llega a paralizar a los individuos, que en lugar de ocuparse en las acciones se entretienen en la experiencia de esas emociones, se sienten menos y esperan el castigo en vez de ponerse en acción para reparar el daño y fortalecerse a sí mismos.

Naturalmente deseamos librarnos de la vergüenza negativa lo más rápido posible. Sin embargo, podemos descubrir que la vergüenza temporal es parte importante de una vida sana, que experimentar vergüenza positiva es necesario para reconocer nuestras inconsistencias y por otro lado para trabajar en nuestro crecimiento personal, pues inicia en cómo nos vemos a nosotros mismos, para luego aprender a valorarnos como seres humanos. En cuanto a la culpa, si la experimentamos no esperemos el castigo, asumiendo las consecuencias de nuestras acciones busquemos reparar el daño que provocamos.

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