América Latina es hoy una región muy distinta a la de hace 30 años. Todavía en la década de los 70, las dictaduras militares ejercían mano de hierro en la región, al tiempo que en México el PRI se acercaba al pico de lo que Vargas Llosa llamara la "dictadura perfecta". En los años 80 inicia la llamada "tercera ola democrática" que esparció la democracia electoral latinoamericana. Con ella, inició la inclusión ciudadana, el respeto a la oposición legal en elecciones competitivas e inició el camino a la no discriminación.
En efecto, hoy América Latina se jacta de los avances en materia de inclusión. En el 12 Foro de Biarritz, realizado la semana pasada en República Dominicana, expresidentes latinoamericanos, ministros, gobernadores, legisladores, académicos y periodistas latinoamericanos y europeos reflexionaron sobre el estado de la inclusión social y la legitimidad democrática en América Latina.
De tal forma, en una mesa de discusión moderada por el ex vicepresidente salvadoreño Antonio Saca, una mujer indígena tomó la palabra para defender con orgullo la más reciente "Constitución indígena" latinoamericana. La mujer era Esther Morales, la hermana de Evo, el presidente de Bolivia. A su vez, la senadora colombiana Cecilia López usó su turno para hablar sobre la enorme "brecha de género" que persiste en América Latina - y por "género" se refería exclusivamente a hombres y mujeres heterosexuales.
Sin embargo, hay otras identidades, antes invisibilizadas, que hoy se han politizado y luchan por la inclusión política. Por ello, resulta extraño que ninguno de los ponentes en el Foro de Biarritz tuviera en cuenta el enorme cambio que ha experimentado la región en la última década en torno a los derechos de las personas lesbianas- gays-bisexuales-transgénero (LGBT) .
En los últimos diez años, América Latina, tierra fértil para el machismo, la homofobia y la misoginia, ha vivido una verdadera revolución en materia de inclusión y de no discriminación con respecto a los grupos de la diversidad sexual, revolución que ha sido liderada al norte del subcontinente por la Ciudad de México y en el extremo sur por Argentina.
En efecto, desde 2001 ha habido un lento, pero progresivo avance en temas como el matrimonio entre parejas del mismo sexo (hoy reconocido en Ciudad de México y en todo Argentina, así como actualmente en discusión en Colombia y Uruguay); las uniones civiles (legales en Ciudad de México y Coahuila, así como en Argentina, Ecuador, Colombia, Brasil y Uruguay); leyes contra la discriminación por orientación o preferencia sexual (México, Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Nicaragua, Perú, Uruguay y Venezuela); leyes de identidad de género (Ciudad de México, Colombia, Perú y en discusión en Argentina), etc.
Y en sentido contrario, unos 10 países de América Latina y el Caribe siguen aún en 2011 penalizando la homosexualidad en sus códigos penales, todos ellos en las islas caribeñas y con distintas sanciones, que van desde los 10 años de cárcel en Belice hasta una pena máxima de 50 años en la isla de Barbados.
Pese a esas leyes y a que aún haya gobernadores que sin pena proclaman su "asquito" a la diversidad sexual o presidentes que piden que "no vayan a pensar otra cosa" porque usan un moño rosa en la solapa, lo cierto es que hay una nueva generación de políticos latinoamericanos que defiende los temas de la diversidad sexual sin prejuicios.
Platiqué en el Foro de Biarritz con el excandidato presidencial chileno Marco Enríquez Ominami, con el precandidato presidencial venezolano Leopoldo López, con Fabiana Ríos, la gobernadora de la provincia argentina de Tierra de Fuego, y con el asambleísta mexicano David Razú, todos ellos políticos jóvenes y heterosexuales que han impulsado los temas de la diversidad sexual en sus localidades, haciendo mancuerna con los movimientos LGBT en la región.
La nueva inclusión social en América Latina pasa hoy por el reconocimiento de los grupos LGBT y para allá se encamina toda la región. La vieja guardia de políticos y de activistas podrá ser pesimista, estar en contra o incluso intentar visibilizar los avances, pero en los próximos 30 años muy seguramente América Latina será una región muy distinta a la de hoy, una región mucho más incluyente y justa, también para los grupos de la diversidad sexual.
Politólogo e Internacionalista
Twitter @genarolozano