Dulce María Loynaz (1903-1997), de quien este 10 de diciembre se cumplen 109 años de su nacimiento, es considerada una de las principales figuras de la poesía lírica cubana y universal. FOTOGRAFÍA TOMADA DE INTERNET
La poeta cubana Dulce María Loynaz, cuya obra se caracterizó por ser dueña de una sencillez, naturalidad, ritmo y musicalidad única, es una de las tres únicas féminas que han merecido el Premio Cervantes.
Dulce María Loynaz (1903-1997), de quien este 10 de diciembre se cumplen 109 años de su nacimiento, es considerada una de las principales figuras de la poesía lírica cubana y universal.
La autora vino al mundo en La Habana, Cuba, en el seno de una familia encabezada por Enrique Loynaz del Castillo, general del Ejército Libertador.
Hermana del poeta Enrique Loynaz Muñoz y educada en casa con tutores especiales, Dulce María desde pequeña tuvo contacto con la literatura, según su biografía publicada en el portal “los-poetas.com”.
A los 16 años, en 1919, escribió sus primeros versos, que fueron publicados en varios periódicos de La Habana.
Luego de que emprendió un viaje por Estados Unidos y Europa, la joven escritora decidió estudiar Derecho civil en la Universidad de La Habana, carrera que concluyó en 1927 a los 24 años de edad y que ejerció hasta 1961.
En 1928 lanzó su novela “Jardín” que representó siete años de trabajo y un año más tarde tras viajar por Turquía, Túnez, Siria, Libia, Palestina y Egipto escribió “Cartas de amor al Rey Tut-Ank-Amen”.
De acuerdo con la biografía de la escritora cubana publicada en el portal “cervantes.es”, en la década de los 30, su casa se convirtió en centro de la vida cultural de la ciudad, acogiendo en las llamadas “juevinas” a diversos intelectuales y artistas, como Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Gabriela Mistral o Alejo Carpentier.
En 1937 escribió su poema “Canto a la mujer estéril” que fue publicado en la Revista Bimestre Cubana, misma que al año siguiente presentó “Versos”, que Loynaz había comenzado a escribir en 1920.
Atraída por conocer otras culturas viajó a Sudamérica y Europa, donde participó en congresos y colaboró como corresponsal con algunos diarios.
Su obra comenzó a publicarse en España y en 1947 lanzó “Juegos de agua”, obra a la que le siguieron “Poemas sin nombre” (1953), “Últimos días de una casa” (1958) y “Un verano en Tenerife” (1958).
En este periodo escribió las series de artículos “Crónicas de ayer” y “Entre dos primaveras” y fue elegida miembro de la Academia Nacional de Artes y Letras de Cuba y fue nombrada Hija Adoptiva por el Ayuntamiento de Puerto de la Cruz (Canarias).
En 1959 ingresó en la Academia Cubana de la Lengua y nueve años más tarde, en la Real Academia Española.
Tras varios años de retiro público “Poesías escogidas” (1984), “Bestiarium” (1991) y “Fe de vida” (1994), y en 1992 fue reconocida con el Premio Miguel de Cervantes.
Un año más tarde le fue concedida la Orden Isabel La Católica y el Premio Federico García Lorca.
Su última aparición pública fue en abril de 1997, cuando la Embajada de España en Cuba le rindió homenaje en su casa. Días más tarde el 27 de abril de 1997 la destacada escritora, cuya obra ha sido traducida al francés, italiano, inglés, serbio, noruego, entre otros murió a los 94 años de edad.
