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Aquí estamos y no nos quitamos

ADELA CELORIO

Perdió Josefina. Ni modo, se gana o se pierde. En cuanto a la candidata panista mis felicitaciones por su capacidad de ser proactiva: de adelantarse, de dar la cara… también cuando pierde. Después del oportuno reconocimiento de que el conteo rápido no la favorecía y la entereza que mostró al dar la cara para agradecer los esfuerzos de su equipo y el voto de los millones de ciudadanos que deseábamos verla en la Presidencia; podemos asumir que Josefina salió con la frente en alto. -Que no llore, por favorcito que no vaya a llorar- pensaba yo al escucharla. Si bien las lágrimas de un hombre resultan conmovedoras; las mujeres tenemos fama de viejas chillonas. Josefina no lloró. Bien por ella y por nuestro presidente Felipe Calderón quien también salió a dar la cara oportunamente para reconocer la paliza con que la ciudadanía sacó esta vez a su partido de Los Pinos. En una democracia el poder va y viene porque así debe ser. "La derrota tiene algo de positivo, nunca es definitiva, en cambio la victoria tiene algo negativo; jamás es definitiva"; fue la certera frase de Saramago; que retomó Felipe Calderón para animar un poco las caras largas de los panistas.

Quadri y Beatriz Paredes, candidata a Jefe de Gobierno del D.F., dieron también un paso adelante para reconocer su derrota. Sólo en el Zócalo, los mariachis callaron. Ante los altísimos templetes instalados para que precisamente ahí donde hace seis años destiló su amargura y su frustración; AMLO apareciera esta vez triunfante y glorioso; la gente bajo la lluvia, esperó inútilmente a su candidato. La fiesta nacional prometida se les aguó. AMLO no dio la cara a la derrota y como estaba previsto, no la aceptó. Cuando finalmente apareció en la pantalla de mi tele con el paso lento y los hombros vencidos por el cansancio acumulado en una campaña que duró seis años; al verlo así, la que lloró fui yo.

La primera vez que supe de la existencia de López Obrador fue hace muchos años cuando vino a esta capital a protestar. Llegó de su natal Tabasco a entregar aquí unas cajas con supuestas pruebas del fraude con que Madrazo le había robado la gubernatura. (Tratándose del priista Madrazo ni quién lo dude) Desde entonces, López Obrador se ha convertido en un profesional de la protesta y los gritos en el Zócalo. Años de lo mismo, la profecía autocumplida del fraude y la derrota. La protesta de hoy, es sólo otra evidencia de la incapacidad de AMLO para reconocer que en las batallas políticas como en el amor, todo se vale; desde la burla pública que hizo cuando nombró al tal "Juanito", hasta autonombrarse presidente legítimo. Con ese mismo desprecio que ha mostrado siempre por nuestras instituciones, ahora hasta podría reelegirse ¡faltaba más! Puedo imaginar el enorme cansancio de Beatriz Gutiérrez Muller (la prudentísima esposa de AMLO) ante la obsesión por el poder y la terquedad de su marido. (Sé de lo que hablo porque yo tengo un terco para mí solita). La compadezco por lo vivido y por lo que le falta mientras pasa el berrinche y vuelve a aparecer el amoroso que AMLO lleva en su corazón. ¿Será?

Y ahora cierro el capítulo de las campañas con esta reflexión: Creo que sería justo, equitativo y saludable que en adelante los candidatos dejaran de utilizar a los pobres como capital político. Desde que López Portillo lloró porque no pudo hacer nada por ellos y hasta el día de hoy en que por lo visto los políticos siguen sin poder; la pobreza de cuarenta millones de mexicanos es el capital político más explotado, manoseado y ensalivado por todos los aspirantes a hueso. Tengo la impresión de que mientras los pobres sigan siendo el capital político más redituable, no existirá el genuino interés de saldar esa cuenta social. He dicho. Como individuos y como sociedad, somos el resultante de las decisiones que tomamos en la vida, así que "haiga sido como haiga sido" ganamos nosotros, la gente.

Ahora lo que toca es estar presentes, alertas, vigilantes. Lo que toca es presionar para que la prioridad sea la educación de los mexicanos que es la única forma de convertir el círculo vicioso de la pobreza: en un círculo virtuoso. Un pueblo educado no permite incompetentes ni corruptos. Eso debe saberlo o al menos sospecharlo Elba Esther Gordota, líder inmoral de la ignorancia. Lo que toca es asumir que la participación ciudadana no termina con el voto, y aceptar que sólo existen dos superpotencias en el mundo; una son los Estados Unidos y la otra usted y yo, la ciudadanía que ya no está formada por la gente mansa y medio mensa que soportó los 71 años de infamia que impuso el priismo.

Los ciudadanos de 2012 aquí estamos y no nos quitamos. Seguimos bien presentes para apoyar el nuevo presidente, pero también para exigirle el cambio prometido que habrá de comenzar porque nuestros ojos vean a tanto impune tras las rejas.

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