Una joven mujer cumplió 40 años de edad. En el momento en que el reloj marcó las 12 de la noche del día de su aniversario se le apareció un espectro vestido con hábito frailesco de capucha negra. La sombra llevaba en una mano un reloj de arena y en la otra una guadaña. Le dijo aquel fantasma: "Hola, preciosa. Soy el Padre Tiempo. A partir de ahora voy a empezar a llevarme la firmeza de tu busto y tus glúteos; el timbre juvenil de tu voz y tu risa; el brillo de tu mirada; la gracia de tu paso y tu extraordinaria habilidad para digerir pastas, pizzas, hamburguesas y grasas en general. Lo demás podrás conservarlo, al menos por ahora". En el título de su famoso libro William Pitkin dijo que "La vida empieza a los 40 años". Pero no dijo empieza a qué. Quizá por eso aquel gran comediante norteamericano, Jack Benny, se estacionó permanentemente en los 39. Decía una soltera cuando alguien cometía la indiscreción de preguntarle su edad: "Tengo 29 años, entrados en 28". Las mujeres tienen todo el derecho a ocultar su edad, y aun a quitarse años. Santa Teresa de Jesús, a pesar de ser santa, se los quitaba. En el caso de los hombres los años producen un fenómeno muy raro: nuestro cuerpo se hace más corto, y nuestras anécdotas más largas. Con los años el tiempo presente se vuelve una película en blanco y negro, y el pasado un film en glorioso technicolor. Y sin embargo ningún hombre, por avanzado que esté en edad, se considera viejo. Un viejo es el que tiene 15 años más que nosotros. Además todo en la edad es relativo. Oliver Wendell Holmes, gran jurista y hombre de extraordinario ingenio, vio en la calle a una linda muchacha, y suspiró: "¡Ah! ¡Quién tuviera otra vez 70 años!". Con la edad, desde luego, se pierden algunas cualidades. Una señora le comentó a otra: "Mi marido es una especie de tenor". "¿Por qué?" -preguntó con extrañeza la otra. Le dice la primera: "¿Recuerdas a Plácido Domingo?". "Desde luego -responde la amiga-. Es un tenor extraordinario; quizá el mejor del mundo". Concluye la señora: "Bien: mi marido es flácido domingo, lunes, martes.". Recordemos a aquella esposa que se lamentaba de no tener nada qué ponerse. A fin de presionar a su marido para que le comprara ropa se le presentó un día en peletier, quiero decir sin ropa, corita, nuda, en cueros. Le espetó: "Con este vestido voy a salir a la calle". El sujeto, que veía en la tele un partido de futbol, la vio de sololayo (Nota de la redacción: seguramente nuestro amable colaborador quiso decir "de soslayo") y le dijo: "Al menos podrías darle una planchadita". Pensando bien las cosas, la edad no importa mucho, a menos que seas un vino. Todas las edades tienen su encanto. Si al llegar a eso que llaman la tercera edad no la disfrutas, es que tampoco disfrutaste las otras edades que viviste, o sea que nunca aprendiste a vivir. En mi niñez leí de cabo a rabo una bella colección de libros que se llamaba "El tesoro de la juventud", lleno de conocimientos útiles. Aprendí luego cuál es el verdadero tesoro de la juventud, pero también sé ahora que la vida nos guarda siempre algún tesoro para que lo gocemos. Camus dijo que envejecer es pasar de la pasión a la compasión. Estoy de acuerdo, si por compasión se entiende esa sabiduría que con los años llega, consistente en saber sentir lo que sienten los demás, y en comprenderlos. Lo mejor es apreciar el don de estar vivo. Ronald Reagan empezó un discurso ante un grupo de estudiantes diciendo: "Me siento feliz de estar aquí". Y añadió: "De hecho, a mi edad me siento feliz de estar en cualquier parte". Cada día, en efecto, es un regalo de la vida que se debe agradecer y disfrutar, a pesar de cualquier quebranto o pena. Digo esto porque me lo ha dicho un queridísimo amigo que hoy cumple 90 años. Quise compartir su sabiduría con mis cuatro lectores, por más que él diga que los años no nos hacen sabios; que solamente nos enseñan a ocultar nuestra ignorancia. Felicidades en tu día, Pancho, y que vivas muchos felices días más. Tu vida ha sido un regalo para los tuyos y para tus amigos, entre los cuales tengo la gran fortuna de contarme. Llegarás de seguro a los 100 años, así de joven te ves. Por eso repito ahora los versos de Dylan Thomas que leímos hace diez años ya, cuando cumpliste 80: "Do not go gentle into that good night. / Old age should burn and rave at close of day. / Rage, rage against the dying of the light!". FIN.