Oribe Peralta y su esposa un día antes de la gran final del Clausura 2012. (Fotografía de Jesús Galindo)
Son las últimas en la celebración. Y el campeonato también les pertenece. Son las mujeres detrás de los Guerreros del Santos Laguna. Las que se adaptan a la rutina de que su marido viaje cada 15 días. Las que aguantan las ausencias de cada pretemporada y cada concentración. Esas mismas que se hacen a un lado para la foto y esperan mientras su esposo da un autógrafo o concede una entrevista.
Primero es la familia, eso los jugadores lo saben bien, pero sus parejas les han dado el apoyo y la confianza suficientes para poder cumplir con sus deberes santistas en primera instancia.
El campeonato que tanto anhelaban y del que ahora disfrutan en grande no sólo con sus esposas, sino con sus hijos y el resto de la familia.
En cuanto el árbitro central pitó el final del encuentro, los santistas se abrazaron mutuamente, mientras otros agradecieron al cielo, o como Darwin Quintero, quien simplemente se tiró al suelo. Corrieron como locos, esperando el momento de subir al podium y levantar la Copa, encontrándose a su paso con directivos, compañeros y personal del club en general. Hasta con uno que otro rayado que los felicitaba.
Pero entre el bullicio, cada uno buscaba a su familia y primero fueron los niños los que aparecieron. Con una gran bandera de Panamá, corrieron a abrazar a su papá los hijos de Felipe Baloy. Por su parte, las hijas del director técnico, Benjamín Galindo, hacían su aparición desde el túnel. Y los hijos de Oswaldo Sánchez lo buscaban sin parar alrededor de la cancha. Pero faltaban ellas, las que tenían mucho que ver en este gran logro. Ellas tardaron un poco más. Antes de la ceremonia de premiación y antes de la vuelta olímpica, empezaron a aparecer en el terreno de juego.
Darwin se fundió en un abrazo y un beso con su esposa, mientras cargaba a su bebé y los cubría una bandera de Colombia.
Iván "Guti" Estrada se paseaba con su esposa agarrados de la mano, como cualquier pareja de adolescentes, hasta que la tuvo que encaminar de nuevo al túnel porque él tenía que recoger su medalla de campeón.
Muchas se perdían entre la multitud, pasaban disimuladas, sin afán de protagonismo. Pero también era su sueño cumplido y lo sintieron tanto como ellos, esa noche también es de ellas.