Este martes pasado, el Instituto Nacional de Geografía e Informática dio a conocer el crecimiento de los precios correspondiente al mes de septiembre, tanto para la inflación general como para la subyacente.El aumento de 0.44 por ciento en el índice general es motivo de preocupación, porque continúa la tendencia al alza que inició desde el mes de mayo y ahora amenaza con extenderse, por los incrementos en los precios de los granos y otros productos alimenticios, hasta el cierre de 2012.
No sería extraño, por tanto, que la inflación anual termine alrededor del 5 por ciento, la cifra más alta en la administración de Felipe Calderón.
Si todo fuera resultado de presiones transitorias, como ha sido el argumento de nuestras autoridades monetarias por varios años, deberíamos ver un comportamiento más estable en la inflación subyacente, que excluye los precios de los agropecuarios, energéticos y tarifas autorizadas por distintos órdenes de gobierno.
No obstante, este índice también registra una leve tendencia alcista en los meses recientes, si bien menos pronunciada que la de la inflación general. El mes pasado, de hecho, tuvo un respiro, ya que creció 0.18 por ciento, para ubicar la tasa anual en 3.61 por ciento.
El Gobierno Federal, por su parte, utiliza controles de precios, subsidios y la apertura de la frontera para atenuar las presiones inflacionarias y evitar que los precios internos reflejen, en su totalidad, las alzas ocurridas en alimentos y materias primas en los mercados internacionales.
Aun así, no parece que las "presiones de oferta" vayan a ceder pronto. Por el contrario, los datos sobre la producción y los precios mundiales de granos no son, en ese sentido, alentadores.
El problema es que estamos ante una tendencia al alza que comenzó en la primavera, una época que junto con el verano se caracteriza por una caída de la inflación, y que ahora puede exacerbarse en los meses del otoño, cuando tradicionalmente aumentan las presiones internas de precios. Esta situación coloca en un dilema al Banco de México (Banxico). Por un lado, la política monetaria laxa de la Reserva Federal con su tercer programa de relajamiento cuantitativo, que en esta ocasión no tiene fecha de vencimiento, aumenta la oferta de dólares y se traduce en una apreciación del peso.
Esta, a su vez, si bien contribuye a reducir las presiones de precios, no es del agrado de los exportadores y los que compiten con las importaciones, quienes seguramente presionarán a nuestras autoridades para frenar el fortalecimiento de nuestra moneda.
El instrumento para ello sería una reducción de la tasa de interés de referencia, lo que disminuiría el atractivo de nuestro país para la entrada de divisas y atenuaría el ritmo de apreciación del peso.
Esta medida tendría, sin embargo, un efecto colateral adverso. La disminución de tasas estimularía el otorgamiento de crédito y la demanda interna, lo que acabaría por echar más leña a la hoguera inflacionaria.
Por otro lado, la tendencia alcista de la inflación y la posibilidad que rebase y se sostenga por arriba del 5 por ciento, pudiera hacer que nuestras autoridades monetarias elevaran su tasa de referencia para moderar el ritmo de expansión de la demanda interna y, con ello, el de los precios.
Esta medida, sin embargo, tardaría varios meses en tener un efecto sensible sobre la inflación, pero de inmediato estimularía más la entrada de dólares, que llevaría, a su vez, a una no deseada apreciación adicional del peso.
Coincido con Banxico en que en algún momento se revertirán los choques de oferta, y que ello pudiera ayudar a que la inflación se ubique nuevamente por debajo del 4 por ciento. Me parece, sin embargo, que esto tomará más tiempo del previsto por nuestras autoridades, por lo que no podemos descartar que los precios sigan al alza en lo que resta del año y se mantengan elevados durante 2013.
La decisión de Banxico, hasta ahora, ha sido no mover su tasa de referencia, lo que espero sea la pauta en lo que resta del año.
No obstante, si continúa la entrada de dólares y las presiones internas de precios, entonces tendrá que elegir en algún momento del 2013, entre la posibilidad de una apreciación mayor del peso o una mayor inflación, lo que llevaría a adecuar las tasas en concordancia.
Considero que, en las condiciones actuales, si la inflación no cede pronto, debería tener prioridad frente a la posibilidad de una apreciación adicional de nuestra moneda, porque el entorno internacional seguirá siendo, por un buen tiempo, lo suficientemente inestable como para dejarle la tarea de debilitar al peso en cualquier momento.