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A pocos minutos de iniciar el partido entre México y El Salvador, en la tribuna se apreciaban muchos asientos vacíos. Estadio Corona no se llena para ver al Tri
Todos los caminos llevan al TSM... aunque la tercera vez de la Selección Mexicana tardó en tomar color.
Dos horas antes de que iniciara el último partido de la fase de grupos para México en la eliminatoria mundialista, el tráfico era bastante fluido. Del centro de Torreón al Estadio Corona fácilmente se podían hacer 10 minutos de recorrido. Lo más sobresaliente por el bulevar Independencia fueron las sirenas de las unidades de Vialidad que le abrían paso a la selección salvadoreña. Minutos más tarde pasaría el convoy que acompañaba al Tricolor.
En el estacionamiento del inmueble no había mucha gente. Los que fueron se tomaban fotos, participaban en las distintas actividades de los patrocinadores y se bebían la última cerveza antes de pasar y tomar sus asientos. Pocos hicieron el viaje desde el país centroamericano para apoyar a "La Selecta". Y los que lo hicieron, sabían a lo que venían.
"Sabemos que no vamos a ganar, pero venimos a ver el juego y conocer la ciudad", comentó José Edgardo Vázquez, salvadoreño que viajó en compañía de su hermano y de su sobrino, Pablo Torres.
Los tres portaban los colores de su bandera y canjeaban un recuerdo de La Laguna en su cámara fotográfica. "Los mexicanos han sido muy amables", compartió. Detrás de él apareció un hombre ataviado con un traje típico nacional, dijo venir de Tijuana.
"La semana pasada andaba en Texas y ahora aquí, hay que apoyar a la Selección", dijo mientras ondeaba orgulloso su bandera.
Reporteros, fotógrafos y camarógrafos de medios nacionales e internacionales buscaban evidencia del paso del Tri por una casa distinta a la habitual de los Guerreros Aztecas.
TODOS EN SUS PUESTOS
Pasadas las 7:15 de la noche, las tribunas tardaban en poblarse. En el campo, ambas selecciones entrenaban y Talavera se apuntaba como titular del arco mexicano.
Los árbitros también hacían sus ejercicios. La afición seguía a jugadores con celulares y gritos. Inés Sainz robaba suspiros. Jorge Campos aparecía de traje y chan-clas... en fin, todos en sus puestos.
Los futbolistas habían abandonado el campo, no sin antes saludar a los aficionados laguneros, incluso Orozco y De Nigris, los tradicionales enemigos de la región.
Aparecieron las banderas de El Salvador, la Copa del Mundo de Brasil 2014, Concacaf y México, desfilaron una a una hacia la cancha. Los protagonistas de la batalla que estaba por comenzar habían regresado ya del vestidor y "Chicharito" portaba la casaca de suplente.
Se entonaron los respectivos himnos. Al terminar el del visitante, la afición respondió con aplausos. Mientras que el canto del nacional no fue nada ensordecedor.
En una esquina, sumidos casi en el olvido, se asomaban unos 20 salvadoreños, custodiados por los guardianes del orden.
Comenzó el partido y apareció un silencio abrumador. En las tribunas aún lucían huecos, algunos permanecieron así toda la velada. Las llegadas del Tricolor fueron despertando al respetable.
Una ola fallida, rutinas con los aplaudidores y los gritos al portero visitante cada vez que despejaba rompieron la monotonía.
Tuvieron que aparecer los consentidos del momento: Oribe Peralta, el lagunero, y "Chicharito" Hernández, el que juega en el Manchester. Ambos terminaron llevándose los aplausos y elogios. Los dos le dieron goles a México para sacar el triunfo ante un rival que ofreció muy poco, con un futbol que quedó a deber.