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El escritor mexicano Carlos Fuentes, nacido el 11 de noviembre de 1928, fue el “capitán de la escuadra” de los autores del llamado “boom” latinoamericano.
El escritor mexicano Carlos Fuentes, nacido el 11 de noviembre de 1928, fue el “capitán de la escuadra” de los autores del llamado “boom” latinoamericano, quienes promovió y logró que fueran conocidos fuera de la región.
Ignacio Padilla, escritor y académico mexicano, consideró que sin el autor de “Aura” y “La muerte de Artemio Cruz”, entre otras obras, no existiría el movimiento registrado a inicios de la segunda mitad del siglo XX.
De acuerdo con una información publicada en el portal en Internet del “Diario de Yucatán”, Padilla recordó que sus contactos, don de mundo y enorme amor por la lectura hicieron que Fuentes construyera los puentes necesarios para que se conociera la literatura latinoamericana.
Según datos biográficos aparecidos en los sitios electrónico “clublectura.com” y “carlos-fuentes.tripod.com”, por ser hijo de diplomáticos mexicanos, el nacimiento de Fuentes se registró en la ciudad de Panamá y sus estudios los hizo en Suiza y Estados Unidos.
Posteriormente vivió en Ecuador, Uruguay, Brasil, Estados Unidos, Chile y Argentina, para regresar durante su adolescencia a México, donde radicó hasta 1965 y estudió Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México.
También desarrolló cursos de Economía en el Instituto de Altos Estudios Internacionales de Ginebra, Suiza, además que para su país realizó trabajos en la Secretaría de Relaciones Exteriores, que le nombró embajador de México en Francia (1972-1976).
Su estancia en México le marcó de manera indeleble su obra, que en esos momentos giraba en torno a la discusión filosófica de “lo mexicano”, tema que Fuentes abordó con gran naturalidad en su literatura, aparecida a partir de 1954 con “Los días enmascarados”.
Por esos años, dentro del mismo torbellino de pensamiento, fundó junto con Octavio Paz -con quien habría de distanciarse después- y Emmanuel Carballo la “Revista Mexicana de Literatura”, convertida en referente de la época.
Por la repercusión de sus primeros trabajos, “La región más transparente (1959) y “La muerte de Artemio Cruz” (1962) se posicionó desde entonces como una de las figuras dentro del “boom” latinoamericano.
Él, como otros de los participantes de este movimiento, entre ellos Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar, entre otros, manifestó a través de la escritura sus preocupaciones por la política y la sociedad en la región.
Otras de las tareas fuera del ámbito de la escritura que desempeñó fueron delegado de México ante los organismos internacionales con sede en Ginebra y en el Centro de Información de la Organización de las Naciones Unidas en México.
Lo mismo que en la Dirección de Difusión Cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México y en la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Para esta se desempeñó como embajador en Francia de 1972 a 1976 y jefe de la Delegación de México en la reunión del grupo de los 19 países en desarrollo, participantes en la Conferencia sobre Cooperación Económica Internacional.
Algunos de los textos centrales de esta figura de la literatura en español son “La región más transparente” (1959), “Zona sagrada” (1967), “Cambio de piel” (1967), “Terra nostra” (1975), “Cristóbal Nonato” (1987) y “Los años con Laura Díaz”.
Igualmente, “Agua quemada” (1981); “Gringo viejo” (1985) y “La silla del águila”.
El propio autor organizó su obra en torno a un eje que tituló “La edad del tiempo”, en cuyo interior cohabitan sus novelas, sus libros de relatos y su trabajo ensayístico.
Al respecto, dentro de este género su pluma fue prolífica y abarca un gran número de textos, que podría abarcar desde “La nueva novela hispanoamericana” hasta “En esto creo”, que escribió en 2002.
Su ingenio e inquietud literaria lo llevaron a incursionar en otros géneros, como la autoría de guiones cinematográficos “El gallo de oro” -junto con García Márquez y Roberto Gavaldón-, “Los caifanes” y “Tiempo de morir”.
También incursionó en la ópera, con “Santa Anna” -música de José María Vitier-, y en el teatro, a través de “El tuerto es rey” y “Orquídeas a la luz de la Luna”.
Prácticamente durante la segunda mitad de su vida estableció su residencia en el mundo, con temporadas de vivir en México, Francia, Inglaterra y Estados Unidos, impartiendo cátedra en universidades de prestigio como Princeton, Harvard, Columbia y Cambridge.
Obtuvo títulos en universidades como las de Harvard y Cambridge, y Doctorados Honoris Causa de Harvard, Cambridge, Warwick, Essex, Miami, Chicago y muchas otras.
Entre los premios que su literatura mereció destacan el Biblioteca Breve, el Nacional de Literatura de México, el Rómulo Gallegos, el Alfonso Reyes, el Miguel de Cervantes, el Menéndez Pelayo y la Legión de Honor francesa.
Así como los premios Príncipe de Asturias de las Letras, el primero a la Latinidad -concedido por las Academias francesa y brasileña de la Lengua-, la Medalla de Honor Belisario Domínguez y el Formentor de las Letras 2011.
Carlos Fuentes, quien colaboró con las más importantes revistas y publicaciones literarias de América y Europa, además que su obra ha sido traducida a casi todos los idiomas, murió el 15 de mayo de 2012 en la Ciudad de México.