Para que Enrique Peña Nieto convenza al 60 por ciento de la población que no votó por él se necesitará mucho más que un buen gabinete, un pacto político y una promesa de cambiar a México.
Después de doce años de frustrados gobiernos panistas, el PRI y Peña Nieto regresan a Los Pinos con la esperanza de iniciar una nueva era de avance para los mexicanos.
¿Pero cómo creer tales promesas si sabemos que el partido tricolor dejó a México en la vil ruina y desamparo no una vez sino en varias ocasiones?
¿Cómo sumarse al optimismo que expresan los políticos cercanos a Peña Nieto cuando sabemos que detrás de ellos existe una larguísima historia de corrupción, despotismo e injusticias?
Llama poderosamente la atención que durante las semanas previas a la llegada al poder del nuevo presidente se tejan tantas historias fantásticas como si estuviéramos en la versión Disney de un nuevo México.
Primero se propone reformar algunas secretarías lo que es visto como una acción necesaria e inaplazable. Caray, ¿por qué se les ocurrió a los panistas separar el área de seguridad de la Secretaría de Gobernación con todo y sus "diligentes" policías federales?
Ahora tendremos de nuevo al poderoso ministerio de Bucareli que tanto daño hizo al país y al presidente en turno al bifurcar los mandos en dos áreas: Los Pinos y Gobernación.
No imaginamos el desastre que sucedería en un país tan poderoso como Estados Unidos si un secretario manejara la política y la fuerza pública federal. El Presidente con todo y sus asesores de la Casa Blanca quedaría prácticamente diluido.
Luego viene la creación de una Comisión Anticorrupción que hasta el momento no está claro cómo funcionará. Sólo esperamos que no cumpla con la vieja máxima de "cambiar todo para que todo siga igual".
Y de último momento surgió la versión magnificada de que en breve los principales partidos --PRI, PAN y PRD-firmarán un acuerdo político que dará certidumbre al país a partir del nuevo gobierno y que pomposamente llaman "Pacto por México".
El dirigente nacional del PAN, Gustavo Madero, no tuvo empacho en señalar que la dimensión del mismo irá más allá del Pacto de la Moncloa que transformó a España a la caída del franquismo. ¿En serio sabrá Madero lo que dice?
Un pacto político, cuando apenas hace unos meses los partidos se dieron con todo, no sólo se antoja imposible sino además irrealizable. Se podrá firmar un conjunto de buenas intenciones, pero de ahí a que los partidos las pongan en práctica está en chino y en chino mandarín que al parecer es el más difícil.
De hecho la firma del pacto que se llevaría a cabo en Querétaro se canceló para mejores momentos, tentativamente una vez que Enrique Peña Nieto asuma la presidencia. Lo cierto es que este acuerdo podría complicarse más si se desata un aquelarre en el palacio de San Lázaro, recién convertido en fortaleza medieval para la toma de protesta de mañana sábado.
Todo lo anterior debe ponernos con los pies en la tierra y recordar que en México con todo y avances electorales y económicos, cargamos rezagos y lastres políticos muy pesados y difíciles de superar en el corto plazo.
Por eso el regreso al poder del PRI habrá que seguirlo con extremos cuidado y con una buena dosis de desconfianza, ya sucedió hace doce años cuando Vicente Fox se comprometió a no fallarle a los mexicanos y terminó por entregarse al partido que tanto combatió.
Peña Nieto no logró convencer a tres quintas partes del electorado y tendrá que trabajar muy fuerte para brindar resultados si desea obtener el apoyo de la mayoría de los mexicanos. Por lo pronto no adelantemos vísperas ni pensemos que México será distinto por un cambio de partido.
APUNTES FINALES
El presidente Felipe Calderón se despide con críticas muy severas, en especial por su estrategia en contra del crimen organizado… Se reconocen sus acciones en salud, educación, obras carreteras, deporte y en materia económica al mantener a México a flote a pesar de los embates que sacudieron a Estados Unidos, Europa y buena parte del mundo… Vale destacar que Calderón gobernó con firmeza y seriedad, sin escándalos personales ni despotismo.
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