Enrique Rojas, psiquiatra reconocido en España, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, ha denunciado un fenómeno: la desarticulación familiar a través del divorcio y sus consecuencias que también empezamos a evaluar.
De entrada, debo escribirle sobre mi convicción del daño que generan matrimonios conflictuados, -sino francamente desarticulados- que al persistir en relación y agresión estrecha, terminan por afectar, -aún más- a los hijos.
Desde finales de los ochenta del siglo anterior, en una reunión en Roma, de especialistas de la salud mental de familias y parejas, denunciaron el problema que, para ese entonces, ya producía daños en las sociedades europeas.
Un poco antes, en los setenta, los especialistas norteamericanos señalaban el aumento de divorcios en EUA, denunciando el incremento del daño emocional en las nuevas generaciones y el alza del consumo de drogas entre esos muchachos.
En México, también hay una tendencia al alza y el Inegi informó que 15 de cada 100 matrimonios terminan en divorcio y, desde 1993, han aumentado sesenta y un por ciento, disminuyendo los matrimonios un 21%. El promedio de disolución, en 2009, fue de 12 años, un 1.2% menos de tiempo en comparación a 2000, que fue de 10.8 años.
En conclusión, los expertos definen la alteración como fuerte enfermedad social, que se va incrementando en el mundo, además de la aparición de los llamados niños "ping pong"; progresiva ausencia de lazos de unión formal de las parejas; y descenso de índices de natalidad, que en algunos países ha llegado a cifras que amenazan la persistencia de sus etnias.
Del mismo Enrique Rojas, he leído una frase lapidaria: "Parejas trazadas con unos presupuestos psicológicos endebles, serán historias sin futuro".
Los factores que favorecen el fenómeno psicológico social son múltiples; entre ellos: la superficialidad de las relaciones y el bajo compromiso integral al momento de la unión de parejas, que ya constituidas descubren intereses distintos que les separan y les lleva a la ruptura.
Caso particular, el de las crisis matrimoniales por desigual desarrollo en el campo profesional, que lleva a diferencias marcadas en los entornos de vida laboral y social.
Es obvio que con la liberación femenina, los índices de instrucción formal y profesional se han incrementado entre ellas y ahora las encontramos como profesionistas altamente calificadas y reconocidas; médicas, abogadas o ingenieras, son comunes y otras, como diseñadoras de sistemas, biólogas marinas y hasta astronautas, ya no son excepción en el mundo.
Habrá que agregar y reconocer que ellas desarrollan mayores capacidades en cuestiones de disciplina, concentración, estudio y persecución de objetivos y metas, de tal suerte, que tampoco es extraño descubrir que han superado al esposo en el ámbito profesional, con el consecuente cambio de ambiente social y posible choque de las parejas.
No olvide que el fenómeno social del machismo sigue vigente y que, sumado a los factores antes mencionados, es un caldo de cultivo para marcar diferencias en el comportamiento, pensamiento y actitud de hombres superados por sus parejas.
Esa es otra de las causas de la crisis que se observan en el mundo, entre matrimonios o parejas unidas con propósitos de constituirse, más adelante, como familia.
Ante esa realidad, los psicoterapeutas de familia y pareja, han explorado y avanzado en distintos métodos para intentar reorganizar la vida de relación de los afectados.
Por lo general, el tratamiento lo basan en explorar lo positivo y negativo de cada relación, elaborando listados de peticiones de cambio de actitud, proponiendo programas de cambios de conducta, evaluación diaria del desempeño como pareja, establecer patrones de comportamiento que refuercen la relación deteriorada, ayudar a asimilar y aprender a los integrantes y hasta revisar los antecedentes históricos de la relación.
De nueva cuenta, aparece como causal importante el desigual desarrollo y aplicación de la ciencia y la técnica a la vida cotidiana, muy por encima de la reflexión humanística basada en la filosofía; la transformación del mundo y sus habitantes en un medio de alta producción que requiere gran consumo, es otro factor que agrava la situación y amenaza a la familia.
No podemos negar que la evolución del ser humano, como tal, incluyendo su vida de relación, requiere de la exploración de nuevas maneras de convivencia; el punto débil está en el poco análisis de las consecuencias de las acciones emprendidas: si no se fortalece la familia, habría que encontrar cómo preservar el "medio de cultivo" del ser humano. De eso poco hacemos.
Recuerde que un principio importante de la psicología es que: "nadie puede quitarle a alguien algo, sin darle nada a cambio" y parece que tal cosa está sucediendo.
En tanto no haya respuestas al fenómeno de interacción familiar, como núcleo básico de la sociedad, es conveniente cuidar a esa institución social, procurando dañarla lo menos posible. ¿No le parece?