Un seudónimo no es una máscara que se le ponga al nombre real para evitar que lo reconozcan. Al ponerse un nombre falso por lo general la persona está cumpliendo una fantasía y de alguna manera procura que ese nombre falso agregue a su personalidad algunas cualidades que en la realidad no tiene.
En otras palabras, lo que quiero decir es que el cambio de nombre influye decisivamente en lo que haces o dejes de hacer y es muy probable que María de los Ángeles de las Heras no cantara igual que Rocío Dúrcal a pesar de que ambas personalidades ocupen un mismo cuerpo y de que el nombre de la Dúrcal no aparezca en ninguna fe de bautismo.
Y a propósito de cuerpo ¿cree usted que Sofía Scicolone hubiera sido la misma mujer voluptuosa que conocimos nosotros allá por los años 50 y 60 actuando como Sofía Loren? ¿Cree usted que nos hubiéramos reído igual con la gracia disparatada de un tipo llamado Joseph Levitch que como nos reimos con Jerry Lewis? ¡imposible! Joseph Levitch es un nombre demasiado serio.
Para el que sí de plano cambiar de nombre era como transformarse de Clark Kent en Supermán fue para Alexander Archibald Leach a quien vimos tantas veces en la pantalla actuando como Cary Grant. Y hablando de esa época, si Kim Novak se hubiera dado a conocer con su verdadero nombre, tal vez hubiéramos pensado que estaba tratando de emular a la Monroe, “colgándose” de su fama sin saber que ella –la Novak- fue bautizada precisamente con el nombre de Marylin mientras que la legendaria Monroe llevaba un nombre tan ordinario como Norma Jean Baker.
¡Cuántas veces habremos visto bailar fantásticamente a Virginia Katharine McMath con un tal Frederick Austerlitz, sin saber que esos eran los verdaderos nombres de Ginger Rogers y Fred Astaire! Tal vez ni siquiera hubiéramos aceptado la desafinada voz de Sarita Montiel si se hubiera puesto a cantar “Fumando Espero” como Antonia Abad.
Ha habido una gran cantidad de personalidades en la historia que no han necesitado adoptar un seudónimo sino que se “cambian” totalmente la personalidad al eliminar –por ejemplo- su apellido paterno, adoptando el materno. Es muy diferente decir Napoleón Ramolino que referirnos a Napoleón Bonaparte cuyo nombre completo era ése: Napoleón Ramolino Bonaparte.
En casos similares estaban Johann Sebastian Lammerhirt (Bach), Ludwig Keverich (van Beethoven) y Wolfgang Amadeus Pertí (Mozart) que decidieron desligarse de su rama paterna, adoptando el apellido de su madre, tal como lo hizo el libertador Abraham Hanks (Lincoln), el escritor William Arden (Shakespeare) y Sigmund Nathanson que en su época conmocionó al mundo con sus teorías acerca del psicoanálisis y a quien todos conocemos simplemente como Freud que era el apellido de su mamá.
Ahora podemos decir con conocimiento de causa, que Freud sí tuvo madre.
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PREGUNTA DEL PÚBLICO:
Isabel que firma sólo con su nombre, me pregunta cómo se le debe llamar a una mujer que estudió ingeniería, ¿ingeniero o ingeniera?
RESPUESTA:
Todos los oficios y profesiones deben decirse en su género correspondiente, así que las mujeres son ingenieras, arquitectas, licenciadas, etc.
Frase enredada para terminar: ¿Cómo quieres que te olvide si cuando comienzo a olvidarte, me olvido de olvidarte y comienzo a recordarte?
¿Cómo dijo? LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA