Temo por las ardillas de mi huerto.
Los nogales no dieron fruto este año. ¿Qué guardarán para el invierno las inquietas y gárrulas moradoras de La Carrera, que así se llama este solar antiguo donde en tiempos de bandoleros e indios se hacían las carreras de caballos?
Bien sé que la naturaleza es sabia, y no desampara a sus criaturas. Pero también es sabio el corazón. Iré a la huerta, y cuando las ardillas no me miren tiraré nueces bajo los grandes árboles, para que ellas las guarden y las coman en los días en que la nieve cae y sopla el viento.
Que la Madre Naturaleza me perdone si acaso violo alguna de sus leyes.
El amor tiene razones que la naturaleza no conoce.
¡Hasta mañana!...