El Señor hizo al viento.
Lo hizo caprichoso y tornadizo. Igual soplaba de norte a sur que de sur a norte; lo mismo silbaba de poniente a oriente que de oriente a poniente.
Al viento eso lo mortificaba mucho. Le habría gustado más soplar siempre en la misma dirección.
-Padre -le preguntó al Creador- ¿por qué me hiciste así? Los hombres me acusarán de ser veleidoso, tornadizo, caprichoso.
El Señor lo tranquilizó. Le dijo:
-No te preocupes. Le echarán toda la culpa a la veleta, y a ella le aplicarán esos calificativos.
¡Hasta mañana!...