"Enseñar no es llenar recipientes vacios, sino encender
Las llamas del saber"
Cicerón
El inicio de un nuevo ciclo de aprendizaje, se convierte en la mejor ocasión para reflexionar sobre tan polémico personaje: el profesor, ya que es de todos conocido el doble discurso con el que en México, nos referimos a ellos; por un lado el reconocimiento discursivo de que no hay nadie más importante en el aula y en la escuela que el maestro, detallándose incluso una serie de atributos deseables que debería tener siempre; y por otro lado las pésimas condiciones laborales y salariales de los mentores.
Es frecuente escuchar que, en la mayoría de los casos, los profesores son los responsables del fracaso escolar de los estudiantes; cuando existen estudios científicos en pedagogía y evaluación que han demostrado que los resultados del aprovechamiento escolar son multirreferenciales; es decir, competen a los alumnos, profesores, métodos, planes y programas de estudio, escuelas, padres de familia y comunidad.
Los escenarios que acompañan al docente en su diario trajín laboral son, en muchas ocasiones difíciles y desoladores, además de que frecuentemente es interpelado respecto a la eficiencia, la eficacia y la trascendencia de su tarea.
¿Son Quijotes lidiando contra molinos de viento? ¿Son generales que enarbolan la bandera blanca rindiéndose ante la superioridad del enemigo?, Me parece que ni una cosa, ni la otra. Entonces ¿qué son? Son brasa que enciende, nexo del presente con un futuro esperanzador; fuerza que mueve, cariño que motiva y palabra que descubre cultura.
Las características de la condición humana que por vocación abraza a la docencia, es la que permite tolerar y enfrentar la desesperanza de no poder actuar y corregir de inmediato la adversidad del fracaso escolar. Sólo desde la vertiente educativa es posible responder al reto que la situación actual formula: el ser y reconocerse profundamente educadores es la clave para sortear con éxito la candidez y el pesimismo.
Ser profesor, entraña un compromiso histórico y social, precisamente porque el propio quehacer se resuelve en la cotidianeidad de la relación profesor-alumno. Asumir esa relación, exclusivamente como obligación meramente formal, es desgajarla de su real sentido, pues supone desconocer que la historia se forja con el aporte de biografías personales y el docente en su quehacer retiene para sí el privilegio de escribir en ellas.
El maestro es dueño y señor de su aporte teórico, técnico y humano; no obstante, no lo es del resultado de los mismos. Tal paradoja sostiene que la educación no es un fenómeno colectivo sino un prodigio personal, porque se hace con y por el consentimiento libre del educando.
Los resultados inmediatos vía estímulo-respuesta reducen la acción educativa a la mera instrucción, educar a la persona no tiene el ingrediente del refuerzo inmediato, porque apunta a la formación del criterio, a la transmisión de valores y estilos de vida; dejando el comportamiento y la conducta a la elección del educando.
La relación efectiva entre criterio y libertad personal será la interrogante que el docente no verá despejada, pero le queda la seguridad de que su esfuerzo, con el tiempo valió la pena.
El docente ha tenido que ir y actuar siempre contra corriente. Por lo tanto, no deben asombrarse, desconcertarse o desanimarse porque los vientos no juegan a favor. La situación actual es compleja y global; en ella convive toda una gama de problemas que van desde los éticos hasta tecnológicos, lo que puede hacerle dudar de la eficacia de su tarea educativa.
La educación es un proceso de largo aliento. Su fin es el perfeccionamiento de la persona y los límites que cada sujeto tiene, pero también viene limitado por las circunstancias, recursos y posibilidades que se tienen en concreto.
La perfección personal no se obtiene de golpe y de una sola vez, sino por etapas y tiempos (en aproximaciones sucesivas, diría yo). Este mecanismo es considerado un hecho educativo y se halla tejido de metas y objetivos parciales que en el tiempo se van logrando.
Cuando logramos "meter" a nuestros alumnos en el presente, en el ahora, son capaces de saborear los logros que este tiempo les permite. Logros en apariencia sencillos, pequeños y ordinarios, pero asibles. Lo importante es que se tenga la posibilidad de poseerlos, de hacerlos propios. Martí afirma: "Vivir ilusionadamente consiste, entre otras muchas cosas, en poner nuestras ilusiones al alcance de nuestras posibilidades".
El docente tiene, además condición de líder para revertir el presente y abrirse con seguridad a la conquista del futuro. Entregar las cosas contempladas y demostrar que en materia educativa, será posible lo deseable, si las acompaña de saberse y reconocerse como conductor calificado.
Por último, el crecimiento personal es la condición que marca la misión del líder. Aquel contribuye mostrando alternativas para que "el otro" (el alumno) se autodetermine a progresar en su desarrollo como persona. Por todo lo anterior es importante ser y sentirse orgulloso del privilegio de ser docente.
Agradezco
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