El legado del músico y compositor Carlos Chávez, quien llegó a ser uno de los autores más significativos del siglo XX y figura fundamental en la consolidación del movimiento musical del Nacionalismo, continúa vigente a través de sus piezas que son parte de repertorios musicales y discos de destacados intérpretes. ESPECIAL
Carlos Antonio de Padua Chávez y Ramírez nació el 13 de junio de 1899 en Popotla, donde creció bajo el cuidado de su madre Juventina, quien era directora de la Escuela Normal de Jóvenes Mujeres de Popotla y fue responsable de sus seis hijos, pues quedó viuda cuando el pequeño Carlos tenía cinco años.
A los nueve años comenzó a tomar clases de piano con su hermano Manuel y estudió brevemente con Asunción Parra y con Manuel M. Ponce (1882-1948), el principal compositor mexicano de aquel tiempo.
Durante la Revolución Mexicana (1910), su familia se trasladó a Veracruz, no obstante, al término del movimiento armado regresó a la Ciudad de México, señala la biografía del compositor disponible en su sitio oficial en Internet.
Tiempo después Chávez conoció a Pedro Luis Ogazón (1824-1890), a quien le atribuyó su formación musical, ya que el introductor de la música de Claude Debussy (1862-1918) en México, le inculcó la teoría de armonía de Juan Fuentes.
Poco después de iniciar sus estudios de piano, Chávez empezó a componer piezas sencillas y se volvió adepto a improvisar sobre el teclado, fue así que los 12 años el joven músico sabía leer y estudiar partituras orquestales de destacados compositores.
Tres años después inició la creación de su primera sinfonía, que concluyó en 1918 y tituló “Sinfonía que para orquesta”.
El talentoso músico completó sus estudios formales en el Conservatorio Nacional, y se diplomó en composición; en 1920 se publicaron algunas de sus primeras obras para piano.
En 1921 ofreció su primer concierto, en el que ejecutó su “Sexteto para cuerdas y piano”, obra que fue recibida con éxito.
Ese mismo año, por encargo de José Vasconcelos (1882-1959), secretario de Educación del gobierno de Álvaro Obregón (1880-1928), compuso el ballet azteca “El Fuego Nuevo”, basado en una leyenda prehispánica, que fue estrenado en 1928 por el autor, quien dirigió a la Orquesta Sinfónica de México (OSM).
De acuerdo con la biografía de Chávez publicada en el portal “conaculta.gob.mx”, el compositor mexicano dirigió por 21 temporadas, a la OSM, con quien presentó 267 conciertos, en los que se estrenaron piezas de más de 83 destacados compositores internacionales.
Interesado por ofrecer funciones populares para trabajadores y obreros, Chávez realizó una gira por el interior del país y en 1922 contrajo matrimonio con Otilia Ortiz, con quien viajó por Europa, donde presentó diversos recitales y entabló amistad con el compositor francés Paul Dukas (1865-1935).
De regreso a México, ofreció diversos conciertos y en 1928 fue designado director del Conservatorio Nacional.
A lo largo de su sólida carrera, Carlos Chávez creó un catálogo conformado por más de 200 composiciones, de entre las destacan: “Caballos de vapor” (1926-1932); “Sinfonía No. 2, India” (1935-36) y “Xochipilli Macuilxoxhitl: Una música azteca imaginaria” (1940), esta última pieza, le fue encargada para la exhibición de arte mexicano en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Otras de sus importantes obras son: “Concierto para violín” (1948-1950); las “Sinfonía No. 3” (1951), “Sinfonía No. 6” (1961), “En Invención” (1958), “Resonancias” (1964), “Elatio” (1967), “Discovery” (1969) e “Initium” (1971).
En 1974, Carlos Chávez alquiló un apartamento frente al Centro Lincoln, donde vivió hasta su muerte, ocurrida el 2 de agosto de 1978 en la Ciudad de México mientras realizaba una visita a su hija.
