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Atahualpa Yupanqui, el grande del folclore

Yupanqui imprimió en su trabajó una bella profundidad, testimonió lo social, pero nunca apeló al panfleto. INTERNET

Yupanqui imprimió en su trabajó una bella profundidad, testimonió lo social, pero nunca apeló al panfleto. INTERNET

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Héctor Roberto Chavero, mejor conocido como Atahualpa Yupanqui, es considerado el más importante músico argentino de folclore y es reconocido, sobre todo, por la belleza y profundidad que imprimió a su trabajo, en el cual dio testimonio del acontecer social, sin caer en el panfleto, motivo por el que lo homenajeamos como el personaje de la semana de quien compartimos algunos datos biográficos.

Atahualpa Yupanqui nació el 31 de enero de 1908, en Pergamino, Argentina, y falleció el 23 de mayo de 1992.

Su niñez transcurrió en Agustín Roca, localidad a la que se mudó. Además, cuando tenía 10 años vivió en Tucumán por una temporada. Sus estudios de guitarra los realizó con Bautista Almirón, clases en la que fue un alumno destacado, según da cuenta una biografía del portal “ecured.cu”.

A los 13 años, cambió su nombre por el de los dos últimos grandes caciques indios antes de la conquista: Atahualpa Yupanqui. Así, firmó algunos versos que compuso primero por timidez y después por lo que significaba en amauta: “Has de contar, narrarás”.

Más tarde, el cura vasco Ricardo Rosaenz instruyó a Yupanqui en sus primeras nociones de violín, clases a las que el joven asistía tras recorrer todos los días a caballo 14 kilómetros que lo separaban de la casa de su maestro, destaca “letras-uruguay.espaciolatino.com”.

A partir de sus viajes familiares, Atahualpa reparó con asombro en las diferentes maneras de hablar, vivir y de hacer de las diferentes regiones, de hecho, toda su obra posterior estuvo dedicada a interpretar la música del sur, del norte andino y del litoral argentino.

Conoció las zambas de Tucumán, las chacareras y vidalas de Santiago del Estero, las chayas de La Rioja, y de Córdoba lo atrajo la picardía de sus gatos.

Trabajó como director, redactor y corrector de un diario de pueblo y fue minero tres meses que, con un amigo, se fue a viajar por el norte argentino.

Así comprendió la tradición indígena del manejo de los silencios. En 1923, llegó a Buenos Aires como aprendiz en el diario "Crítica", que organizaba veladas para escuchar las luchas, en los 40 minutos de “descanso” se dedicaban a cantar.

Sin embargo, regresó a Junín en búsqueda de tranquilidad. Visitó provincias como la de Jujuy, inclinándose por el silencio y la cultura indígena, aspectos que marcaron sus canciones y sus libros. Tras participar en una rebelión para derrocar a Hipólito Yrigoyen, tuvo que huir al Uruguay en 1932.

Cuentan que en Montevideo no encontró espacio para su música y se encaminó al sur de Brasil, allí se encontró con el "otro Uruguay", tan semejante a su pampa natal con guitarreros y poetas como Romildo Risso, los Herrera, los de Vianna.

En 1934, Atahualpa cruzó el río Uruguay y debido a la coyuntura política que sufría su país por aquellos años del gobierno de Perón fue duramente torturado, pero en 1948 volvió a Montevideo y viajó a París. Aunque dañaron su mano derecha, él era zurdo y pudo tocar la guitarra.

Sin embargo, tonos como el “Si menor” eran difíciles, pero no cultivó el rencor porque Atahualpa pensaba que "Los rencores ensombrecen el alma”. A principios de 1950, en la casa de Paúl Eluard, Edith Piaf lo escuchó tocar la guitarra y lo invitó a compartir un recital.

Ella estaba en la cima de su carrera, 40 años después, en 1989 entre la ciudad luz, Piaf y Atahualpa había un mutuo entendimiento.

Con la celebración del Bicentenario de la Revolución Francesa, Atahualpa fue nombrado “Caballero de las Artes y de las Letras de Francia”.

Además, el Ministerio de Cultura le encargó una cantata para tal fecha, que tituló “La sagrada palabra”. Su poesía, difundió su verdadera ideología, pero su silencio fue más ambiguo. Yupanqui aseveró no haber leído a Marx, algo que varios intelectuales daban por un hecho.

Dadas las condiciones políticas de la Argentina, a partir de 1967 se afincó en París con Nenette, su compañera franco-canadiense. Allí, conoció a Pablo Neruda y musicalizó el poema de Julio Cortázar titulado "El árbol, el río, el hombre".

Entre la obra de Atahualpa se encuentra "Luna tucumana", "Camino del indio", "La olvidada", "Los ejes de mi carreta" o “Tierra querida". Como literato escribió “El canto del viento” y “El payador perseguido”, fue mucho más reconocido en el exterior que en su propio país.

Yupanqui imprimió en su trabajó una bella profundidad, testimonió lo social, pero nunca apeló al panfleto.

El documento consultado agrega que una noche en Nimes, a 800 kilómetros de París, había sido programada una presentación de Yupanqui, junto al bandoneonista Rubén Juárez, en un recital titulado “La nuit de L'Amerique”.

Era en un pequeño cine convertido en “teatro-pub”, del que Atahualpa decidió retirarse apoyado en su viejo bastón de madera, solo dijo "Quiero respirar aire puro" y recorrió a pie las pocas cuadras que lo separaban del hotel. Allí, en su habitación, se quedó dormido para siempre.

Su muerte sucedió el 23 de mayo de 1992. Los restos mortales de Atahualpa Yupanqui descansan ahora en el Cerro Colorado, Provincia de Córdoba, República Argentina.

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