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Fidencio Treviño Maldonado

Eufemio Rosales Valdez nació en 1927, en un pueblito del semidesierto de Coahuila llamado Congregación Rodríguez. Lugar escondido entre cerros viejos y azules que circundan al valle seco, con temperaturas que en verano pasan los 45 grados, capaces de derretir la sombra de quien se atreva a salir en los mediodías que transcurren pachorras. Y en invierno con vientos fríos del norte que bajan furiosos de los cañones del cerro viejo y que en esa época arrugan la piel y calan en los huesos. Entre corrales de chivas, borregos, vaquillas y yeguas, Eufemio aprendió de su padre, don Manuel Rosales, a lazar y desde luego a elaborar reatas con ixtle, y con crin de los propios caballos a hacer riendas y gamarras (una especie de rienda bozal que se pone a los potros para domarlos). Sus primeros costalazos fueron a los seis años montando borregos y pequeños becerros, pronto se enseñó a lazar y a los 12 podía montar caballos a pelo o en montura. A los 18 emigró para los Estados Unidos, recorrió Texas, Kinipa, Uvalde, Hondo, El Quemado, Maverik, Waco, Pecos, y en labores y rancherías pronto se dio a conocer por su temeridad y buena monta en caballos, y sobre todo por amansar los potros de sus patrones gringos.

En los años de la posguerra, entre 1946 y1956, aún vagaban miles de caballos salvajes y orejanos en las llanuras y praderas del país vecino, y muchas veces la figura larguirucha del vaquero coahuilense se dibujaba arreando manadas a los embarcaderos para rastros y empacadoras, con cabalgatas que duraban semanas, conduciendo cientos de caballos. Eufemio participó en muchos equipos de rodeo y jineteo, siendo el montador estrella en algunos de ellos y llegando incluso a contender en un rodeo anual celebrado en Carolina del Norte a finales de los años cincuenta. Tal vez fue el primer mexicano en entrar a esas selectas competencias apadrinado por un gringo, el dueño del rancho borreguero más grande del mundo con miles de hectáreas en la ribera del Río Bravo cerca de Del Río, Texas. Este mismo mister y ranchero americano fue el padre del jinete de toros campeón con más hebillas ganadas en todos los rodeos de la Unión Americana, G. Paul Mayer, fallecido durante los setenta, en un accidente de aviación en Guatemala, donde la familia Mayer posee grandes extensiones de tierra.

De estatura mediana, sin rebasar el 1.80, de complexión delgada, Eufemio era el clásico jinete y vaquero ‘culiseco’, de cintura delgada y hombros de trapecio, cuadrados, que hacen del jinete el equilibrio natural ante las tempestades que representa estar en el lomo de una masa muscular de 500 kilogramos contráctiles en furioso movimiento, por lo que el jinete debe tener piernas, manos y brazos fuertes para contener las embestidas de estos torbellinos. Una tarde de octubre del año de 1962, en un rancho cercano a Pecos, Texas, una recua de yeguas y caballos salvajes se movían nerviosamente en los corrales antes de ser embarcadas. Rosales Valdez y algunos vaqueros gringos los veían tras las barreras de gruesas maderos que componían los corrales y entre bromas apuntaban a los caballos y yeguas de mejor porte. Una yegua alazana fue la señalada para que la montara el de Congregación Rodríguez. Con un simple petral y a una mano, Eufemio parecía salir airoso del desafío contra el furioso animal que a toda costa quería sacudirse al intruso con descomunales saltos de sus potentes cuatro patas, aunque el flaco y diestro jinete seguía como tábano, pegado a su lustroso lomo. La bestia se encabritó (acalambró, en el argot del jaripeo) y las patas traseras se doblaron hacia atrás y todo el peso de del animal arropó al jinete. No era la primera vez que algo así le sucedía a Eufemio, pero esa fue la última monta que llevó a cabo, murió durante el traslado al hospital.

Sus restos fueron traídos hasta Sacramento, Coahuila, con consentimiento de su padre Manuel Rosales, que cuando le daban el pésame, con el sombrero a medio quitar, sólo repetía: “Debió ser muy buena la yegua pa’repar, pa’poder tumbar a mi hijo”.

Eufemio fue el mayor de la familia compuesta por Dolores, fallecida en San Antonio, Texas, y Jorge, el menor, recién fallecido en Monclova, Coahuila.

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