La semana pasada comenté sobre el futuro de las tasas de interés en nuestro país. En esta ocasión abundo sobre el tema, desde la óptica de las distintas posturas del Banco de México (Banxico) en el pasado reciente. La tasa de interés interbancaria a un día, utilizada desde hace cinco años por Banxico como objetivo para la instrumentación de su política monetaria, permanece en 4.5 por ciento desde el 17 de julio de 2009.
No extraña, por tanto, que no sufriera cambio en el anuncio de política monetaria del 18 de enero pasado. Lo interesante, sin embargo, fue el regreso de la postura laxa en el lenguaje de las autoridades.
La Junta de Gobierno de Banxico insinuó la posible disminución futura en esa tasa señalando que "podría ser aconsejable una reducción del objetivo de la Tasa de Interés Interbancaria a un día para facilitar el ajuste de la economía a una situación de menor crecimiento y menor inflación".
El lenguaje de Banxico en todo este tiempo ha oscilado entre laxo, neutral y restrictivo, pero sin mover las tasas.
Ésta, por ejemplo, no es la primera ocasión en que, desde 2009, se abre la posibilidad de reducir la tasa de referencia. En su anuncio de política monetaria del 26 de agosto de 2011 Banxico indicó que "en caso de que el desempeño de la economía nacional y de los mercados financieros internacionales resultara en un endurecimiento innecesario de la política monetaria, la Junta de Gobierno reflexionará acerca de la conveniencia de ajustarla". En esa postura influyó, seguramente, la opinión de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos (EU) a principios de ese mismo mes de agosto en el sentido de que la tasa de interés de los fondos federales de un día podrían permanecer excepcionalmente bajas hasta mediados de 2013. En la parte final de 2011 y los primeros meses del año pasado, la política monetaria en varios países continuó relajándose y en enero de 2012 la Fed extendió hasta finales de 2014 la posibilidad de tasas de interés extraordinariamente bajas.
Debido a ello, Banxico continuó insinuando una reducción en su tasa de interés objetivo hasta el primer trimestre de 2012. Por ejemplo, el anuncio de marzo de ese año mencionaba que "un contexto de gran lasitud monetaria en los principales países avanzados y emergentes, podría hacer aconsejable un relajamiento de la política monetaria". No obstante, los episodios recurrentes de inestabilidad financiera global, derivados de la delicada situación fiscal y financiera en varios países de la Eurozona y su correspondiente presión hacia la depreciación de nuestra moneda, así como un repunte de la inflación interna, que a la postre probó ser pasajero, lo hicieron moderar su lenguaje laxo. De esta forma, en sus anuncios siguientes hasta el de julio de 2012 mencionó la posibilidad de "ajustar la postura de política monetaria para hacerla más o menos restrictiva", mientras que en septiembre pasado habló solamente de que "podría hacer aconsejable ajustar al alza las tasas de interés de referencia".
Unos cuantos meses después y Banxico está de regreso con la idea de relajar la política monetaria, al señalar en su comunicado de enero la posibilidad de bajar su tasa de interés objetivo. Este cambio de señales se explica, en gran parte, porque desde finales de 2012 la inflación interna descendió de un máximo anual de 4.8 por ciento en septiembre, al 3.21 por ciento durante la primera quincena de enero.
También contribuyó a ese cambio de postura la menor incertidumbre en la Eurozona y que EU evitó, en el último momento, el posible abismo fiscal en que pudo haber caído su economía al inicio de este año. Estos factores han propiciado una apreciación nominal significativa de nuestra moneda frente al dólar, con lo que Banxico cuenta ahora con cierto margen de maniobra para reducir las tasas de interés. La semana pasada comenté que, salvo una todavía mayor apreciación del peso, lo mejor sería no mover las tasas. Sigo pensando que ésa es la mejor opción en estos momentos.
El objetivo prioritario de Banxico es procurar la estabilidad del poder adquisitivo del peso mexicano, lo cual se identifica con el objetivo permanente de inflación del 3 por ciento, dentro de un intervalo de variabilidad de más/menos un punto porcentual.
Este objetivo, vigente desde diciembre de 2003, es decir por nueve años, ha probado ser muy difícil de lograr sostenidamente. En consecuencia, mientras no se consolide ese nivel de inflación y la economía siga creciendo cerca de su potencial, la política monetaria de Banxico debería permanecer igual que en la actualidad.