Escribir sobre la miseria es hacerlo sobre la injusticia. No es acepable que, en tanto algunos tenemos de sobra, otros carezcan hasta de lo más indispensable.
Hoy día, en México, al menos tres de cada diez mexicanos viven en estado de miseria, que puede ser alimentaria: no tener lo suficiente para comer; habitacional: carecer de techo; educativa: el analfabetismo total.
El extremo incluye a personas que padecen todos los tipos de miseria, marginados que incluso han perdido la esperanza, llegando a la moral.
A esos millones de connacionales, se agregan los considerados pobres y sumándolos llegan a ser alrededor de la mitad de los mexicanos; este segundo grupo incluye aquellos que no tienen el adecuado nivel de alimentación, vivienda o educación y con ello, quedan rezagados en la competencia para alcanzar oportunidades que les permitan incluirse entre los "dignos".
También está aumentando el número de los considerados como pobres morales.
El sentido más antiguo del significado de la palabra "moral" -del latín mores, 'costumbre'- se refiere a las normas comunes que regulan alguna sociedad; útiles para definir límites y diferenciar lo aceptable y lo inaceptable, adecuado e inadecuado, lo bueno o malo para el grupo en cuestión; todas, consideradas normas comunes de comportamiento, que dan orden social.
Lo ético, -del griego ethika, de ethos, 'comportamiento', 'costumbre'-, es la aplicación práctica de lo moral, la raíz de la que brotan todos los actos humanos.
La "moral", tiene una significado más amplio y abstracto del vocablo ética; está por encima de lo físico y material.
La ética es acción, más que definición; la moral regula la acción.
Siendo así, la propuesta de cambio en la jerarquización de valores sociales -principios morales-, está llevado a modificar el comportamiento de los seres humanos en sociedad -la ética de las personas- y, desgraciadamente, parece ser que no es para bien común.
Enumeremos algunos cambios que nos marcan diferencia entre la moral y ética del pasado -tan sólo unas decenas de años- con el presente:
Según estadísticas del Inegi, el treinta punto cinco por ciento de los matrimonios terminó en divorcio durante el año dos mil nueve, cuando en 1993 sólo uno de quince matrimonios se desintegraba. Las causas ya las conoce: falta de comunicación, por las razones que usted quiera.
Los usos y costumbres familiares van desapareciendo; pocas familias se reúnen a comer o compartir, al menos una vez por semana; la soledad va siendo un común denominador para los citadinos.
Aún cuando sean muy respetables las preferencias sexuales, la homosexualidad -de minorías- ha exigido sus derechos e invadido espacios comunes, con sus comportamientos y actitudes, hasta intentar competir en medios femeninos, como los concursos de belleza.
El valor humano: "Honestidad", ha sido trasformada, hasta llegar a considerarla "pentontes", ser tonto; hoy día, la corrupción, aunque nos asuste, la vemos como algo cotidiano, que indigna, pero no lo suficientemente como para hacernos actuar como ciudadanos.
El nacionalismo, en el sentido correctamente entendido, el orgullo que mueve a la responsabilidad para trabajar por México, se ha ido perdiendo. Los más jóvenes, no sólo desconocen los valores patrios y cívicos, sino que llegan a sentir vergüenza.
Esos son algunos ejemplos a los que usted puede agregar otros más; la consecuencia es la llamada "Pobreza moral", que llega, poco a poco, a los niveles de miseria, así como los hemos enunciado al inicio del Diálogo.
Al respecto, Enrique Rojas, definió a ese ser humano del presente como "Hombre Light": aquel poco informado, de escasa educación, entregado al pragmatismo, con la visión simplemente material del mundo; sujeto a quien todo le interesa, pero solamente a nivel superficial.
Es el humano que en su vida cotidiana es trivial, ligero y frívolo, lo acepta todo porque no tiene criterios sólidos, al carecer de educación adecuada; sin interés por profundizar en las razones últimas y profundas del ser.
Todo es etéreo, leve, volátil, banal y es permisivo hacia su persona y evalúa superficialmente el ambiente social en que se desenvuelve.
Considera que "todo se vale para alcanzar los fines"; dice: "qué más da"; evalúa: "ni modo" o "el mundo ha cambiado y debemos adaptarnos a los nuevos valores sociales y humanos", demostrando con su desempeño el vacío moral que le caracteriza.
Viviendo su individualismo, sufre la soledad que le daña y le separa -aún más- del resto de la familia y sociedad, padeciendo cambios bruscos de estado de ánimo -voluble- que le llenan de desconcierto y temor, manejándose superficialmente y, en algunas ocasiones, apoyándose en el "valemadrismo" personal y social.
Ni qué escribir de su permisividad en el campo de la sexualidad.
Esa es la Miseria moral, contra la que debemos luchar enfrentándola en nosotros y nuestros cercanos. Le propongo lo proponga como diálogo en familia, considerándolo un propósito de Semana Mayor. ¿Acepta?