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El Milagro de Henry Ford

Ford Modelo T 1914, que ensamblado mediante el sistema de producción en serie, se logró ahorrar más de doce horas-hombre, al grado de bajar su precio de 0.00 a 0.00 dólares.

Ford Modelo T 1914, que ensamblado mediante el sistema de producción en serie, se logró ahorrar más de doce horas-hombre, al grado de bajar su precio de 0.00 a 0.00 dólares.

HÉCTOR RAÚL AVENDAÑO

El pasado 7 de octubre -tarde pero sin sueño, lo abordamos-, se cumplieron 100 años de haberse implantado por Henry Ford, la línea de montaje -el sistema de ensamblado- en la fabricación de automóviles. Se ponía en marcha en el mundo una nueva revolución industrial: La producción en serie, que redujo, tiempos y empleo de recursos de manera extraordinaria, en el proceso fabril.

Nos informa Ener Club, El Portal de Negocios, que: "Cuando Henry Ford comenzó a fabricar automóviles a comienzos del siglo XX, la tecnología de vanguardia de la época estaba representada por carros tirados a caballo que trasladaban las carrocerías, mientras que los equipos de producción realizaban el ensamblado sobre caballetes y rotaban de una estación a otra. Si bien la entrega de piezas estaba cronometrada, las demoras eran usuales y, con ello, los retrasos y aumento de costos por unidad. Además, este modelo de producción resultaba ineficiente para la expansión del automóvil, objetivo que desvelaba a Henry Ford."

En 1913, la línea de montaje se estableció en un espacio abierto de 150 metros, donde se instaló un torno, cuyo motor jalaba una cuerda -que más adelante se sustituyó por una cadena-, y ésta a su vez tiraba de cada chasis que al ir pasando iba recibiendo de manos de 140 trabajadores, distribuidos en su trayecto, cada una de las piezas que daban forma al automóvil hasta dejarlo listo para el mercado.

Esa incipiente, pero innovadora forma de producción -llamada, posteriormente, Fordismo- redujo al año siguiente -1914- en más de una docena, las horas-hombre que se requerían para ensamblar un vehículo; en adelante bastaron tres horas-hombre, para culminar cada unidad.

La reducción de tiempos en la producción en masa, trajo aparejada la del costo de cada unidad. Para ejemplificar el efecto de la nueva tecnología en el renglón económico: Ford Motor Company alcanzó en 1912 una producción de 82,388 automóviles Modelo T, cuyo precio de venta era de $ 600.00 dólares, cada uno. Para 1916, la producción del mismo modelo, se elevó a 585,388 unidades, cayendo su precio a $ 360.00 dólares. ¡La inteligencia tomada de la mano de la equidad, de la justicia social!

Henry Ford, hombre de corazón e inteligencia adelantadas a su tiempo, tenía claro que abaratar costos invitaba a disminuir precios, y como consecuencia del aumento en el volumen de ventas, a obtener mayores utilidades. Fue más allá, les elevó el sueldo a sus trabajadores para que pudieran ser sus primeros clientes. ¡Elemental, mi querido Watson!, diría, aunque en honor a la verdad, nunca lo dijo, Sherlock Holmes.

Nuestro mundo actual está urgido de hombres como Henry Ford, con ambiciones desmedidas por acrecentar sus ganancias y por ende su capital; en pocas palabras necesitamos que surjan reyes Midas, pero con la sabiduría y la justicia proverbial del legendario Salomón, cuyas determinaciones iluminaron el cielo de las lejanas épocas bíblicas.

No es honesto escatimarle sus ganancias al hombre que trabaja arduamente, que se esfuerza, que le pone el extra a lo que hace, que arriesga su capital; ni tampoco al que con inteligencia y acciones legítimas logra objetivos que le permiten amplias ganancias. Como tampoco es honesto que, en nuestros tiempos en que la hambruna, la ignorancia y la insalubridad diezman la población de muchos países pobres, -el nuestro entre los que padecen hambre-, haya quien se enriquezca al amparo de leyes injustas medrando con el monopolio de las comunicaciones, la producción de medicamentos, el acopio de productos de la agricultura y los alimentos, así como con la evasión de contribuciones y el pago de los míseros salarios.

No es posible que en México tengamos reyes Midas, que ocupan primeros lugares en los índices de riqueza del mundo, cuando tenemos en el país 53.3 millones de connacionales en la pobreza -en 2012-, según informa en el pasado mes de julio el Consejo Nacional de Evaluación Política para el Desarrollo Social (CONEVAL). Como no es aceptable del todo, que los señores de las grandes ganancias pretendan lavar su imagen a través de fundaciones culturales y programas de asistencia social, en los que regodean su vanidad a través de museos y otras instituciones, erogando ínfimas cantidades de dinero en campañas de becas y apoyos a personas indigentes

Por cierto, ya es tiempo que el Estado vuelva los ojos al servicio de telefonía y se revisen sus tarifas, que en México son de las más caras del mundo; que el servicio de Internet sea sin costo para todos, como lo es la radio y la televisión abierta, que ya llevan por delante jugosas utilidades en el cobro por publicidad.

En los Estados Unidos de Norteamérica, donde la sociedad guarda un gran respeto a su clase empresarial por su labor en la generación del empleo y del desarrollo, pero también muy especialmente por su filantropía, se han dado recientemente dos ejemplos que ponen la muestra:

Warren Buffet, CEO de Berkshire Hathaway ha donado el 85% de su fortuna de 50,000 millones de dólares, para que se destine a las áreas de educación, investigación médica y planificación familiar.

Bill Gates, creador de Microsoft, ha donado 28,000 millones de dólares a la fundación Bill / Melinda Gates dedicada a temas de salud y control de la población.

Henry Ford y otros muchos empresarios exitosos, han donado para causas humanitarias, grandes proporciones de sus fortunas. ¡No todo en el mundo, está perdido, hay razones para el optimismo y la esperanza!

No en balde Andrew Carnegie, el magnate del acero escocés, decía: ¡Quien muere rico, muere desdichado!

La hazaña industrial de Henry Ford -El Fordismo- que popularizó el automóvil y aceleró el traslado de personas y cosas por los caminos del planeta, y sus acciones filantrópicas, aunadas a las de otros generosos empresarios multimillonarios extranjeros, son ejemplos a imitar. Hacemos votos, en esta época previa a la Navidad, para que los seres humanos que la Buenaventura colmó de bienes terrenales, gracias a su trabajo y/o a su clara inteligencia, vuelvan los ojos a la otra cara del mundo: La de quienes carecen de lo más necesario.

En ese selecto grupo de los tocados por la gracia del éxito y la abundancia, están: Los empresarios, los profesionistas, pero particularmente los deportistas de altos ingresos; futbolistas, beisbolistas, boxeadores que, en las comunidades de donde provienen, generalmente humildes, pueden convertirse en motores de cambio y de desarrollo. Hagamos todos, en la medida de nuestras posibilidades, un ejercicio de solidaridad en favor de nuestros próximos, de nuestro prójimo. Nos encontramos el siguiente domingo, D. M. Agur.

P. D: Ahora que hablamos de la fabricación de los primeros vehículos automotores, los modelo T, que dieron origen al milagro de Henry Ford, y a la evolución de los caminos hasta llegar a los Freeway -bulevares-, es oportuno alentar esperanzas de que, por esa vialidad amplia y moderna, nuestro clásico Paso a Desnivel del 11-40, que ya va cobrando dimensiones de obra de gran ciudad, arribe una nueva etapa de desarrollo y prosperidad para nuestro querido Gómez Palacio. Seguramente con el aliento de todos, así será.

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