Dice María Marván, que además de ser presidenta del IFE es una mujer sabia, que nadie es tan feo como en su credencial del IFE ni tan guapo como en su Facebook. Dicho de otra manera, si nos atenemos a la base de datos del Registro Federal de Electores podemos competir por el premio al país de los habitantes más feos del planeta; si nos atenemos a los que se publican en Face somos una nación de hombres y mujeres guapos, inteligentes, esmerados y hasta interesantes (luego uno se pregunta cómo es posible que un país con semejantes lumbreras se hagan tantas burradas, pero ese es otro tema).
El diccionario Oxford designó a selfi como la palabra del año. Selfi, es el vocablo con la que se denomina a las fotos que uno hace de sí mismo, algo parecido al autorretrato de otras épocas, pero a diferencia de estos últimos el selfi tiene la característica de ser aparentemente instantáneo, casual e inmediato, rápido. El autorretrato pretendía generar una imagen para la posteridad; el selfi es el yo en el momento y busca compartir la experiencia en "tiempo real".
Detrás del selfi está la tiranía y la angustia de la propia imagen. Lo primero que uno puede pensar cuando ve un selfi es que ese pobre ya no tiene ni siquiera un amigo que le tome las fotos, pero no es sólo un asunto de soledad, que sin duda hay mucho de ello en este tipo de fotos, sino en la construcción de cómo quiero que me vean los demás. Hay una falsa ilusión de que lo que se hace con estos instrumentos es construir la propia imagen cuando en realidad lo que construimos es la imagen que creemos que los otros quieren tener de nosotros, son imágenes construidas para los ojos de los otros y tienen sus códigos de aceptación y popularidad perfectamente definidos.
El selfi es sólo un reflejo más de la tiranía de la imagen. Hoy la parte que más se piensa y se trabaja de una boda es la foto, la imagen que va a sintetizar el momento; el viaje se sintetiza en una imagen del yo o el nosotros en el contexto de lo increíble, lo inalcanzable o simplemente en el "yo estuve aquí"; en una campaña electoral se dedica más tiempo a pensar el tiro de cámara que el discurso del candidato; en un acto de gobierno lo que se busca es la foto que se pueda viralizar en las redes sociales y no la discusión de una política pública que solucione un problema. La imagen no dice más que mil palabras, sino que ha secado a la palabra y la inteligencia que ello implica.
Selfi es la palabra del año y la obsesión de la propia imagen es, quizá, una de las peores enfermedades de nuestros días.