Sobreviviendo a Barbie
Aunque ya no circula en sociedad como antes, sigue siendo la rubia más conocida del planeta. En algún momento de sus vidas, incontables mujeres la consideraron su mejor amiga; sus padres vieron en ella una invaluable aliada para el entretenimiento en casa. Esa fama le ganó críticas, burlas e incluso ataques, pero también prestigio, porque pese a su inofensivo aspecto se convirtió en el centro de sonadas polémicas y hasta en inspiración para connotados artistas. Su nombre: Barbie, la muñeca que rebasó el estatus de juguete, pues a pesar de que hace tiempo dejó de ser la favorita de las niñas, continúa presente en el imaginario popular y más aún, puede presumir de ser un icono del siglo XX.
El juego inicia así: hay que elegir un buen look, luego una profesión, un escenario, una trama posible. La siguiente parte es hacer un simulacro de la existencia y las opciones son muchas: salir por un café o conseguir un novio, ir al trabajo, pretender un día ordinario o hasta una situación épica. Complejidades aparte, este juego se parece a la vida misma, pero en él hay licencia de hacer todo más extraordinario, más feliz, más llevadero; es decir, disociar la realidad. Por minutos, quizá horas, podemos imaginar que no existen imposibles. Allí su maravilla y su potencia. Pero hay una restricción: no será el jugador quien protagonice la trama sino Barbara Millicent Roberts, una rubia originaria de Willows, Wisconsin. Claro, se le puede dar otro nombre, aunque eventualmente ella impondrá casi sin querer el peso de su propio y conocidísimo epíteto: Barbie.
Hablamos de alguien que desde su nacimiento el 9 de marzo de 1959, cambió para siempre la dinámica de los juegos infantiles. Antes de su llegada se buscaba dotar a la realidad con una atmósfera recreativa y lúdica: jugar a la guerra, a la casita, a la mamá, a ser grande. Cuando ella aún no existía, había otros juguetes que acentuaban tal modelo. No obstante, Barbie adquirió preponderancia al conferir esa misma dinámica con un espíritu aspiracional, manifiesto en el eslogan con el que se anunció por primera vez: “Sé quien tú quieres ser”.
REALIDAD APASTELADA
Las últimas dos décadas del siglo XX fueron la época de esplendor en el reinado de Barbie. En dicho periodo se calculaba que la niña norteamericana promedio poseía un mínimo de 10 Barbies y el resto de Occidente no se quedaba muy atrás. El éxito de la muñeca marcó el origen y despegue de Mattel; a lo largo de los años la franquicia Barbie significó para dicha empresa la tercera parte de sus entradas globales.
Hoy los números no son tan optimistas. Los videojuegos, las redes sociales y los medios electrónicos (del iPod a las tabletas) atraen cada vez con más fuerza al sector que en años anteriores aún estaba en edad de tener juguetes. Barbie cedió ante esas transformaciones (aunque ha logrado insertarse con éxito), pero también tiene detrás una competencia férrea en la que otras muñecas han buscado desbancarla. Y si bien los números indican que ya no es un fenómeno de ventas como en los noventa, lo cierto es que su nombre e importancia están más allá del mundo del juguete. Es, todavía, mucho más que un objeto.
Barbie inició una revolución: la existencia como juego. Una inocente tarde de muñecas se convirtió en una jornada de creación de estilos de vida, historias que han poblado el imaginario de millones de niñas alrededor del mundo.
A lo largo del reinado de Barbie tres elementos se han combinado en cada tanda de recreo: primero, dado que es la sustancia del juego, está la realidad con sus respectivos cambios y exigencias; luego viene la jugadora o jugador con su imaginación, anhelos y desplazamientos; y finalmente Barbie con su apariencia y valores implícitos. “Cada factor tiene fuerza e inercia propias, por tanto las preguntas serían, a final de cuentas, ¿qué elemento se impone?, ¿quién juega con quién?”, anota el Psicólogo José Juan Cabrera.
En esa dinámica tripartita Barbie ha sido blanco de toda clase de manifestaciones a favor y en contra. Inspiración y objeto de repudio. Consentida por generaciones, fetiche de coleccionistas y diseñadores, motivo de estudio psicológico y sociológico. Ha resistido ataques y ha sabido adaptarse al transcurrir de los años.
“No es sólo el juguete más popular de la Historia -señala el documental Barbie Nation: An Unauthorized Tour- sino un examen de Roschard por sí misma, que revela actitudes relativas a lo sexual, imagen corporal, roles de género y creatividad”.
Eduardo Ávila, coleccionista y conocedor de la popular muñeca, considera que ésta ha sido en diferentes sentidos espejo de realidades complejas y diversas de varias décadas: “En Barbie se han proyectado los deseos e ideas de las niñas que han jugado con ella por generaciones. Ha experimentado cambios, se ha transformado de manera simultánea al mundo; ha sido pretexto para analizar inquietudes y problemáticas siempre presentes”.
Cada cambio, crítica y época le han dado una vida nueva y puesto en perspectiva todo lo que se ha dicho o se dice de ella, positivo o negativo. Fuera de controversias eso es lo que la ha constituido en un icono: la idea (chocante para muchos) de que un juguete pueda ser, para bien o para mal, espíritu de los tiempos y no un simple objeto de entretenimiento.
EL ESPEJO DE BARBIE
El nacimiento mismo de Barbie estuvo marcado por el conflicto. La muñeca fue concebida en 1959 por Ruth Handler (esposa de un empresario juguetero) tras un viaje a Alemania. El ancestro directo de Barbie fue Bild Lilli, una muñeca alemana que representaba al personaje de un cómic: una prostituta. Básicamente era un juguete para adultos, se vendía en tabernas y tabaquerías. Aun así, la existencia de Lilli es circunstancial, pues sólo sirvió como base del diseño.
Y si bien es verdad que no fue deliberado, el tema sexual sí se posó entre las polémicas iniciales. El tamaño de los senos de la primera Barbie escandalizó a los padres de familia en 1959. Ya en los sesenta, en medio de diversas transformaciones culturales en Norteamérica, no pocos papás consideraron dañina la posibilidad de que al jugar con Barbie sus hijas se identificaran con el rol adulto y adoptaran una conducta precoz.
El Sociólogo Daniel Juárez, especialista en historia de la cultura, afirma que el tema sexual era inherente a la época en cuestión, en diversos sentidos, primero por la revolución sexual de los sesenta que no sólo se centró en el tratamiento de salud reproductiva y redefinición moral, sino en términos de rol de género. Es decir, fue un periodo en el que se originó una nueva concepción activa y amplia respecto de la posición de la mujer en las sociedades modernas. En tal contexto es comprensible que Barbie haya sido insertada en discusiones de este tipo y más aún, es también natural su creación en un momento en el que tales temas estaban en el tintero.
En tal medida, Barbie nuevamente queda expuesta como espejo de su tiempo. Sin embargo, no fue esa presunción la que generó los siguientes debates. Sin contar a quienes hoy la elogian y los que la repudian, algunos creen que generó conflictos por su ambivalencia.
El Psicólogo Cabrera afirma que Barbie pudo ser laureada como un modelo libertario, mas esa función aspiracional no acabó de cuajar porque “básicamente era una clara expresión de lo que se denomina WASP (blanco, protestante, anglosajón, por sus siglas en inglés), el american dream, esa postura pseudomística que implica una idea de esfuerzo moral y laboral como condiciones del éxito, del favor de Dios”. Barbie podía representar a la mujer independiente que busca realización profesional sin necesidad de un hombre. Pero sus tácitas escalas de valor (sugeridas en su color de elección, su ideal de familia y de hogar, sus dinámicas amistosas, su pertenencia a una clase privilegiada) eran evidentemente conservadoras.
Sin embargo, tal ambivalencia podría no existir más que en la mente de quien busca respuestas mayores en un simple objeto de diversión: “Barbie, en su naturaleza estricta de juguete, no tendría por qué presentar un mensaje social deliberado”, ataja Ávila.
Aun así Mattel, la empresa de Handler, modificó patrones de la muñeca y entró incluso sin querer a las grandes discusiones femeninas del siglo XX.
LA DELGADA LÍNEA ROSA
La polémica más recurrente en la que ha estado involucrada Barbie se refiere a su constitución corporal, su idea implícita de culto a la imagen y el efecto que esto podría provocar en quienes jugaran con ella. A la fecha el debate continúa, pero con matices. Para muchos es exagerado y reduccionista culparla como causa de desórdenes alimenticios, falsa apreciación corporal y problemas de autoestima. El tema es ya un lugar común y un estigma sobre la muñeca.
Hay hechos indudables sobre este tópico, íntimamente ligados al origen mismo de Barbie. La mayor controversia se dio con dos modelos de 1963, la Baby-Sits y la Slumber Party, que incluían un minilibro titulado How to lose weight (cómo perder peso), en cuya contraportada se leía la frase Don’t eat! (¡no comas!).
Investigaciones diversas llegaron a conclusiones similares: que las proporciones físicas de Barbie eran exageradamente delgadas; que eran poco saludables (en 1964 la Universidad del Hospital Central en Helsinki señaló que alguien con sus medidas carecería de entre el 17 y el 22 por ciento de la grasa corporal necesaria para menstruar); en resumen, que distorsionaban la realidad sobre la apariencia.
Mattel escuchó y ajustó su patrón de diseño. A partir de 1997 se llegó a un estándar de medidas corporales que respondieron a una figura ‘saludable’: la línea Belly Button. Sin embargo la empresa no dejó de producir muñecas ‘famélicas’, hecho que han justificado como una diversificación del mercado. Existen varias ediciones que no son precisamente para niñas, sino para el coleccionista adulto. Por ejemplo las Barbie Collector (que incluyen réplicas de cantantes, actores, personajes de series de TV); las Model Muse (que utilizan el prototipo de las modelos profesionales y son mucho más delgadas que las muñecas regulares) o el modelo Tokidoki (una Barbie tatuada).
MOLDEABLE, COMPLACIENTE
Hay que reconocerlo: Barbie ha sabido adaptarse a las épocas, ir de la mano con ellas. Ha sido quizá el primer juguete moderno de la Historia, aludiendo al concepto sociológico y filosófico que implica la ruptura constante con las tradiciones heredadas, con la idea del porvenir como condición para redimensionar balanzas morales, visiones culturales, etcétera.
Esta postura viene a colación de quienes afirman que Mattel ha tenido el acierto de corregir, en favor de la salud del consumidor, el diseño de Barbie, y a la vez ha buscado segmentar el mercado para conservar su creación original. Así como en el renglón de la imagen corporal (el fantasma más riguroso en su mundo), la muñeca ha sufrido otros reveses que Mattel ha amortizado con inteligencia.
Muy publicitada discusión fue la causada por la constitución caucásica de Barbie, aún en sus versiones pelirroja y castaña. En los primeros años esa poca diversidad étnica se interpretó como un ánimo segregacionista e incluso un reforzamiento de los valores WASP. La obvia corrección fue el lanzamiento de Francie en 1967, de tez oscura... y rasgos caucásicos. Al año siguiente se presentó Christie, de piel oscura y facciones afroamericanas, con la que se apaciguó la crítica.
Igualmente debatible fue la apertura de la compañía a lanzar una muñeca con alguna discapacidad física, bajo el argumento de que no habían considerado a ese sector de la población. Share a Smile Becky, en silla de ruedas, fue la solución, pero pronto recibió un reproche: una joven hizo notar que la silla no cabía en los pasillos y elevadores de las mansiones de Barbie. La contrarrespuesta fue la promesa de que las casas serían rediseñadas en el futuro, con rampas y accesos amplios.
En 1992 el modelo Teen Talk Barbie fue juzgado por albergar casi 300 frases al estilo de “vamos a comprar ropa” o “las matemáticas son difíciles”. Ante la crítica relacionada con la proyección del arquetipo bimbo (modismo para ‘rubia boba’), Mattel ofreció el mismo año una Barbie candidata presidencial.
Para Eduardo Ávila, éste ha sido el factor que convierte a Barbie en el gran icono de la cultura pop del siglo XX: la posibilidad de ser a la vez una fuente de inquietudes y el ensayo de respuesta; de saber corregirse y con ello responder bien a su tiempo: “Es un objeto que aún hoy adquiere vida cuando alguien con su imaginación la dota con un universo lúdico o uno de prejuicios. La existencia rosa o la oscura depende de quien sostiene a la muñeca”.
En el mismo tenor Adrienne Fontanella, jefa de la división Mattel para niñas, afirmó alguna vez que “el secreto de la juventud de Barbie es la reinvención. La genialidad de la marca radica en que Barbie es un reflejo de sus épocas”.
Si las manos que juegan definen a la Barbie, el valor de ésta durante su reinado de más de medio siglo podría residir en el empoderamiento del consumidor: su capacidad de crear juegos o bien controversias a partir de una ‘simple’ muñeca. Según esa premisa, Barbie sería un icono cultural por incentivar la imaginación y también la discusión.
VIRUS Y ANTIVIRUS
El sociólogo Daniel Juárez coincide en que tal vez Barbie ha sido el chivo expiatorio para la consignación de ciertos temas de importancia; incluso, considera, podría ser reduccionista pensar en ella como una fuente mayor de problemas. Sin embargo, si Barbie incentiva la creatividad, ésta se halla acotada: “Barbie no es en sí una hoja en blanco”. Y es que cada una de sus versiones está predeterminada por oficios, situaciones y hasta por conmemoraciones o ediciones especiales. Tales definiciones indican un marco de referencia, pero no estricto.
Ávila remarca un punto clave de Barbie: “Es una mujer poderosa que fue astronauta en el 65, cirujana en el 73, candidata presidencial en 1992. Al final de cuentas, a las niñas no les importa si su muñeca es doctora o maestra; ellas juegan como quieran. Pero parten de una base que, a mi juicio, es positiva”. En efecto, ninguno de los modelos presenta una connotación negativa, de ahí que muchos defiendan a este juguete.
Fuera del ‘ejemplo’ que proyecta o de una involuntaria pretensión pedagógica, Mattel subraya que el ya mencionado lema primigenio de Barbie apela a la libertad e invita a la creatividad.
Para Daniel Juárez, el capitalismo de consumo opera del mismo modo: habla de libertad de elección, de acceso a oportunidades, bienes y servicios, de participación ciudadana dinámica para quien pueda empoderarse por la vía del consumo. Ser parte activa del universo Barbie y vivir la experiencia de “ser quien tú quieres ser” dependería entonces de comprar la mayor cantidad de accesorios posibles.
Desde la muñeca de 1959, los propios diseñadores de las estrategias de mercadeo para Barbie han reconocido que generaron un modelo de consumo sostenido relacionado de que la adquisición de una Barbie fuera el gancho de una compra subsecuente: los accesorios que se venden por separado, la versión que mejora a la presentación anterior. La idea de acumulación de complementos como prueba de ‘salud económica’, del éxito que Barbie refleja hacia su consumidor y viceversa. La famosa parodia de Los Simpson en 1994, Lisa vs Malibu Stacy, donde un simple sombrero de la muñeca Stacy (remedo del icono de Mattel) genera un frenesí por comprar el ‘nuevo’ modelo, es la representación de ese misma dinámica de marketing.
En teoría, el jugador manipula a la Barbie; pero las reglas las pone ella de manera tácita. Su sola apariencia define un imaginario, una noción sugerida de sus valores y normas. Un jugador cualquiera puede trastocar y modificar muchas cosas (es decir, elige ceñirse o no a la biografía que proporciona Mattel), pero no puede pasar encima de hechos como que Barbie es guapa, siempre sonríe, tiene una linda figura, su ropa está a la moda. Esas son normas implícitas cuyo cauce o posibilidades concomitantes son fáciles de adivinar. “Barbie sí ha planteado formas de vida y problemáticas de consideración por su efecto en consumidores susceptibles. Si Mattel luego corrigió o se sensibilizó, podemos aplaudirlo. Pero también podríamos sospechar que su corrección sólo ha sido un nuevo objeto de consumo, que las soluciones son accesorios que se venden por separado. Como el paradigma de los programadores que se hacen ricos creando el virus y vendiendo el antivirus”, dice Juárez.
INSPIRACIÓN EN CAJA
Polémicas aparte, es indudable que Barbie ha constituido un fenómeno cultural de diversas proporciones. Si como juguete incentivó la fabulación, como objeto ha logrado influir a artistas de diversas disciplinas. Por vías naturales, se integró a la imaginería del arte pop. Con la misma naturalidad, ha inspirado a más de 70 diseñadores de alta costura. Si como sugiere George Steiner una condición del gran arte implica que una pieza puede en sí misma remitirnos a su crítica, su negación y su origen, entonces Barbie puede ser un objeto absolutamente valedero para la ejecución creativa.
El catálogo de obras surgidas a partir de ella es amplísimo y abarca desde el abordaje respetuoso hasta estrictas parodias. La más antigua y más significativa es el retrato que realizó Andy Warhol en 1985, tanto por la importancia de este creador como por la ratificación de la imagen de Barbie en la iconografía de la cultura pop.
Otros vieron en la muñeca un objeto de apreciación. El artista multidisciplinario Chris Jordan produjo en los noventa una popular serie fotográfica, Barbie Dolls, que mostraba mosaicos hechos con muñecas. También en foto, la serie Barbie!, de David Levinthal explota esa sugerida aura sensual y sexual de la muñeca, en piezas de gran formato que buscan dotar al plástico con una textura carnal.
Peter Max, uno de los pioneros del arte psicodélico, pintó en 1994 su Futuristic Barbie, quizá el segundo cuadro más célebre después de Warhol. Desde 1989 la aplaudida Carol Peligian ha dedicado buena parte de su trabajo gráfico a la reflexión sobre Barbie, en especial sobre los diseños de los sesenta; su serie Icon es un estudio de retratos de la primera muñeca.
Muchas de estas piezas pertenecen al propio acervo de Mattel y están emplazadas en la Mansión de Barbie en Malibú, una especie de museo. Otras más fueron recopiladas o comisionadas para los festejos por el 50 aniversario de la rubia en 2009, cuando junto a diversas instancias culturales, la empresa organizó muestras en donde se incluían creaciones que claramente hacían mofa de su juguete estrella.
Entre las piezas paródicas destacan la inolvidable Saint Barbie (1994) de Mark Ryden. O The Colossus of Barbie, del arquitecto Robert Sterne, con el que a partir de una proyección de Barbie como templo faraónico, critica a la arquitectura y la cultura californianas. Una serie fotográfica de Charles von Wip, creada en 1969, surge del lenguaje de la publicidad televisiva y recrea una pesadilla consumista como si se tratara de un largo comercial. También los británicos Simon Tyszko y Banksy, cada uno con su estilo, han hecho burla de Barbie y su concepción de multiprofesionista. Un ejemplo: la Suicide Bomber Barbie de Tyszko, que desde 2002 se ha exhibido como pieza artística en diferentes partes del mundo. Según el propio artista la ‘suicida’ se pondrá a la venta por primera vez, en una edición limitada de 1,000 piezas con un precio de 1,000 libras cada una.
La difusión del arte sarcástico en torno a la muñeca es un asunto raro, porque Mattel cuida tanto la marca Barbie que adquirió los derechos de Bild Lilli para desaparecerla. “Supongo que la intención (de divulgar esas obras) fue solidificar la idea de que ha rebasado la barrera del objeto. Es una fuerza mayor: más que un nombre o un bien de consumo, es un fenómeno cultural”, analiza Ávila.
La muñeca ha sido valorada incluso como una pieza que, dependiendo de su época, posee un valor histórico importante. En 2006 una Barbie de 1965 impuso el récord mundial del juguete con la puja más alta en la historia de las subastas de Christie’s en Londres: 9,000 euros. La de 1959 ha llegado a ofertarse en e-Bay hasta en 25 mil dólares. Ante este segmento de apreciación, Mattel ha generado líneas exclusivas en las que han participado importantes diseñadores industriales y de alta costura, como Vera Wang o Calvin Klein. Son, entonces, juguetes para adultos: justo como Bild Lilli.
NO TAN PLÁSTICA
Tanto en sus orígenes como en la actualidad Barbie presenta una disonancia importante; es una muñeca feliz y exitosa en su proyección, pero cargada de tragedias en su background, llena de controversias y agitaciones, de acusaciones terribles que la hacen ver perversa, mala influencia, una bimbo superficial e insensible; objeto de burlas. La mayoría de las Barbies terminan mutiladas, quemadas, descabezadas u olvidadas en un baúl. Visto así ¿existe alguien que verdaderamente quisiera ser como ella? ¿La propia Barbie cumple con su lema de ser quien quiere ser?
Investigaciones más recientes se han encargado de definir si hay motivos psicológicos o de comportamiento que expliquen por qué los niños mutilan y dañan a sus muñecas, a menudo con un inusitado lujo de rudeza. Algunos estudios han concluido que tal dinámica es un ritual simbólico con el que un consumidor rompe su alienación frente a Barbie, con su pasado y con la idea de perfección de ésta. Para otros lo que se expresa es una conducta violenta que puede ser fruto de un resentimiento, de la baja estima que les ha provocado. Con una que otra variante extra, hay análisis que arrojan esas mismas conclusiones. Igualmente está el ala que exonera a la muñeca: tal acto destructor se podría expresar con cualquier objeto, como una mera actitud irreflexiva donde el artefacto dañado no es causa de la acción, sólo depositario.
Por otro lado, aunque la suma de infortunios que rodearon a la popular muñeca no se menciona en la semblanza articulada por Mattel, sí forma parte de sus raíces. Algunas biografías de la familia Handler, los dueños de la compañía y cuya matriarca creó a Barbie, parecen configurar una trama en donde la muñeca quedó bien parada mientras la ellos, en sus sacrificios, se despeñaron, se rompieron, se alienaron de los mismos principios de Barbie. “Es como si ella hubiera jugado con los Handler”, compara José Juan Cabrera.
El asunto es que Barbie sí ha sido generadora de un eventual desencanto. Afirma el psicólogo: “Esa es su desgracia casi humana: la perfección que ostenta se revela eventualmente falsa; no resulta suficiente para sostener un universo que en el fondo (con los Handler) o en las historias colaterales (se sabe de mujeres que se han sometido a cirugías plásticas para lucir como Barbie) revela su potencial trágico, lo costoso que es perseguir esa vida rosa”.
LEYENDA RUBIA
Como ya se mencionó, el periodo de mayor esplendor comercial para Barbie fue entre los ochenta y los noventa, cuando se decía que cada dos segundos se vendía una muñeca en el mundo. Y si bien la franquicia sigue generando millones, su frecuencia de venta ha bajado considerablemente. Aun así su permanencia podría estar asegurada, pues ante la competencia gran parte de sus ejes se dirigen hacia los coleccionistas, un sector que encuentra en ella un ornamento más que la posibilidad de juego.
Esta segmentación de mercado, que ha posicionado a la muñeca más como objeto de apreciación y fetiche, responde a un criterio comercial pero también a la multiplicidad de significaciones que Barbie ha generado a lo largo de su historia. Son muchas sus facetas y justamente por ello puede decirse que estamos frente a “una fuente inagotable para la creación de sueños y pesadillas. Ese es otro de sus valores como icono cultural: de ella hablan tan bien y tan mal, como de muchas divas del cine, por ejemplo”, compara Eduardo Ávila.
Los fenómenos culturales abarcan asimismo la derrota. Las figuras en las que se fijó Warhol para su mosaico del arte pop, los personajes y acontecimientos del siglo XX, brillan no sólo en su importancia histórica y la grandeza de sus sucesos, sino igualmente en sus potenciales fracasos. No podemos concebir memorables historias de éxito sin la desventura que las acompaña o precede. Como apunta Juárez: “Las grandes leyendas modernas de Occidente tienen de fondo el paradigma del final feliz, que para ser tal debe vencer dificultades. Si Barbie fuera puramente feliz sería un simple juguete hecho de plástico. Si la acompañan la polémica, la desdicha, el cambio, entonces deja de ser artificial”.
Los mitos clásicos tienen esa marca dual, las historias del capitalismo boyante y las utopías del idealismo social poseen esa ambivalencia. También eso hace de Barbie un signo de esta época: es un símbolo perfecto de la tragedia que se enmascara en la libertad.
Quienes inventaron y lanzaron a Barbie; quienes han jugado con ella; las mentes que la pusieron al centro de la polémica; los investigadores que la colocaron en la mesa de disección; todos han dejado un poco de sí mismos en la muñeca. Se han decantado y proyectado en ella. Barbie es una efigie de nuestros tiempos porque múltiples manos y corazones han depositado en ella algo de su propia humanidad.
Fuentes: Psicólogo José Juan Cabrera; Eduardo Ávila, coleccionista de Barbie; Sociólogo Daniel Juárez, especialista en historia de la cultura y fenómenos culturales.
BARBIE EN NÚMEROS
70 diseñadores de alta costura han creado outfits para Barbie.
9,000 euros es el récord impuesto en subasta por un juguete: una Barbie creada en 1965.
27,000 dólares es el precio más alto alcanzado por Barbie en una puja de e-Bay.
VIAJERA DEL ESPACIO Y EL TIEMPO
Barbie ha sido incluida a manera de imagen de los tiempos en archivos como el disco dorado del Voyager I, lanzado en 1977, que contenía material sobre la civilización humana, por si lo encontraba alguna civilización extraterrestre.
También se incluyó en dos célebres cápsulas del tiempo conmemorativas: la de 1976, por el bicentenario de Estados Unidos, y una titulada Historia de la salud de la mujer, enterrada en 2010.