¿Várices en el esófago?
Comúnmente escuchamos hablar sobre las várices en las piernas, sin embargo éstas pueden encontrarse también en la región anal (hemorroides), testículos (varicocele) y en el esófago (Varices esofágica).
Las várices esofágicas son las dilataciones patológicas de las venas en el revestimiento de la parte inferior del esófago cerca del estómago y que por lo regular se producen en personas con problemas hepáticos (aproximadamente 50% de los pacientes), la cual ocasiona cicatrices en el hígado que disminuyen el flujo necesario y constante de sangre a éste órgano. Su frecuencia se relaciona con varios factores como la severidad de la enfermedad o su reserva hepática.
El problema de este padecimiento se presenta cuando provoca sangrado digestivo, el cual suele ser masivo y potencialmente mortal.
Dado que la presión arterial dentro de las várices es más alto que dentro de los vasos sanguíneos normales y que las paredes de los vasos son delgadas, las venas se rompen fácilmente y pueden sangrar hasta provocar la muerte del paciente.
Un problema oculto
Según los especialistas, las venas inflamadas en el esófago o el estómago se parecen a las venas varicosas que algunas personas presentan en sus piernas, el problema es que a veces sólo se descubren hasta cuando la persona vomita sangre u observa sangre en su materia fecal, y cuando esto ocurre regularmente pierde en poco tiempo mucha sangre, sufre una severa baja en la presión arterial y un shock.
Una vez detectados estos síntomas el paciente deberá acudir de inmediato a buscar atención médica, especialmente si tiene cirrosis o antecedentes de abuso de alcohol o hepatitis crónica.
De acuerdo con la Secretaría de Salud, el estándar de oro para el diagnóstico de várices esofágicas es la esófago-gastroduodenoscopia ya que se desconoce con exactitud el valor predictivo de otras pruebas.
Hasta el momento no hay evidencia de que los métodos indirectos de diagnóstico superen a la endoscopia, la cual se recomienda como primera elección.
El endoscopio es un tubo flexible y delgado con una cámara en un extremo que se inserta a través de la boca del paciente para que el médico pueda observar las paredes del esófago y detectar la causa de la hemorragia, si ésta ocurre en el esófago el procedimiento se realizará como medida de urgencia.
El tamaño y característica de las várices observadas a través de la endoscopia son factores predictores de hemorragia variceal.
El riesgo de sangrado se relaciona en forma directa con el grado de insuficiencia hepática.
Todo paciente con várices esofágicas, deberá practicarse estudios bioquímicos complementarios para determinar el grado de insuficiencia hepática. Una vez diagnosticada la presencia de várices esofágicas, los estudios se deberán realizar de forma periódica cada 6 a 12 meses o de acuerdo a la evolución del paciente.
El diagnóstico es útil para establecer el pronóstico de la enfermedad y las mediciones secuenciales de respuesta al tratamiento farmacológico y progresión de la enfermedad.
Las hemorragias pueden detenerse solas o con tratamiento; sin embargo, el sangrado puede ser mortal, particularmente en personas con enfermedad de hígado severa.
El tratamiento de urgencia para la hemorragia comienza con el suministro de sangre, líquido y medicamentos por vía intravenosa para compensar la pérdida de sangre y el flujo de la misma hacia el intestino.
Una vez controlada la hemorragia, en algunos casos se realiza la ligadura de bandas para tratar de terminar con las várices.
En el caso de los pacientes con cirrosis severa, es necesario realizar una intervención para disminuir la presión en las venas.
Alrededor del 50 por ciento de las personas que sobreviven a los episodios de hemorragia sufrirán la recurrencia del problema durante el primer y segundo año.
Dicho riesgo puede reducirse o prevenirse con tratamiento, el cual puede incluir ligadura endoscópica o escleroterapia y las drogas para disminuir la hipertensión portal.