Hay que elogiar la lentitud cuando todo queremos de prisa. Acostumbrados al veloz paso de los automóviles, transitar la ciudad parece un obstáculo. Cuando caminamos no sólo apreciamos una cantidad de detalles, además tenemos la posibilidad del encuentro con personas, lugares y espacios que pueden ser entrañables. Igualmente, al caminar damos pie a la sorpresa. De las maneras de descubrir una ciudad, sin duda, caminando es la mejor.
Bajo esa línea de a pie, el Museo Arocena recientemente convocó a tres recorridos peatonales por el Centro Histórico de Torreón. El punto de partida fue la exposición "Arquitectura Art déco, un estilo internacional en Torreón", que actualmente se exhibe en la Casa Arocena.
Como investigador de la exposición sugerí la necesidad de ir a las calles y compartir el reconocimiento del estilo déco que sobrevive en la ciudad. De esa manera, salimos un grupo del Museo rumbo al Hotel Galicia en la avenida Juárez. Se trata sin duda de una joya arquitectónica de los años cuarenta. El inmueble fusiona varios estilos que va de las referencias mudéjar hasta el Art déco. Como testigo de una época, un anuncio de neón se mantiene para recordarnos aquel brillante Torreón nocturno. Gracias a la atención de la administración del hotel, pudimos entrar a conocer el interior de la obra de Cesáreo Lumbreras, uno de los maestros constructores más destacados de los años treinta y cuarenta del siglo pasado. Ahí están los imaginativos pisos y el elegante granito que recibe al visitante: el bronce en la escalera, el zigzag que guía el contorno del balcón y las ventanas.
A unos paso de ahí, cruzamos en otro momento hacia el Edificio Eléctrico en la esquina de la avenida Juárez y Valdés Carrillo. Construido en 1930 bajo la mano del Ingeniero José Bracho, este edificio destaca por la sobriedad de su cantera, pero sobre todo, por las decoraciones prehispánicas que resaltan su fachada. Para fortuna de su conservación, ese edificio conserva su vocación comercial. En otras palabras, está vivo. Porque nada más dañino para los inmuebles históricos que el abandono y la ignorancia.
Abandonado está un auténtico edificio con motivos navales. Me refiero al Hotel Naves en la avenida Hidalgo, que fue construido en 1942 por Ernesto Castillo Astráin y Juan José Alanís. Destaca en su fachada una torre de vitroblock. Durante la investigación del Art déco en Torreón, me dio tristeza constatar que hace algunos meses le robaron las notables lámparas del edificio. Literalmente, historia a la basura.
Con similar suerte, mostramos en el recorrido peatonal, la degradación de un magnífico edificio en la avenida Juárez y calle Rodríguez. Inaugurado en 1942 como Banco Industrial y Agrícola, el edificio Vallina luce ahora deformado y como tantos inmuebles del Centro, en abandono. Nadie que lo vea ahora, imaginaría que hubo un tiempo de elegancia y distinción. Granito, cantera y hasta un mural quedaron sin presencia. Para el caso, rescaté una foto que nos recordó mejores tiempos.
A punta de fuerza y acero, también se destruye la historia. Por increíble que nos parezca, en la esquina de Morelos y Valdés Carrillo, estaba el famoso Teatro Princesa. Construido en 1919, el Teatro fue remodelado en 1932 de acuerdo a la moda imperante: el Art déco. En la década de 1990 destruyeron el edificio. Hoy es un estacionamiento. Sin embargo, aún de las cenizas, como afirmó Jacques Derrida, es posible hacer historia. En esa explanada terregosa para automotores, sobreviven las gruesas columnas del viejo teatro, pero además, gracias a la investigación que hice en los archivos, fue posible recuperar los planos y reconstruir una serie fotográfica para la memoria.
A pesar de la incuria, Torreón cuenta con emblemas nacionales del Art déco: el Mercado Juárez y el Estadio Revolución, ambos inaugurados en el feliz año de 1932. En 1929 se incendió el antiguo mercado, el cual sólo conocemos por fotos. La construcción del nuevo mercado estuvo a cargo del Ing. Bracho, quien entregó un precioso inmueble decó.
Hoy sobreviven los cuatro pórticos de cantera con sus grecas, zigzag, y ornamentos frutales. El resto está enterrado por un horrendo vitropiso y cubierto bajo una lámina que oculta la dignidad de su arquitectura. A pesar de la ignorancia, también nos quedan unas preciosas lámparas, aunque algunas ya se perdieron. Espero que el resto no se las roben.
Continuamos con el recorrido, aunque la distancia al Estadio Revolución nos llevó a subirnos al camión del Arocena para conocer de cerca la obra del mayor exponente del decó en Coahuila: el maestro Zeferino Domínguez. Con un característico sentido nacionalista, la fachada del estadio la adornan personajes y sucesos de la Revolución: Francisco I. Madero, Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, Pino Suárez, Felix U. Gómez y Plutarco Elías Calles. Pero lo relevante no son esos políticos, sino las formas decorativas que componen el estadio. Incluso, si no lo conocen, visiten por estos días las columnas del teatro al aire libre. Estas historias nos permiten revalorar el patrimonio que tenemos. En pocas palabras: redescubrir la ciudad. Estoy convencido que a través de estos recorridos podemos conocer, y entonces sí conservar o defender el patrimonio de la ciudad.
POSDATA
Ahora que le dan una mano al Mercado Juárez, las inequívocas autoridades ¿sabrán la diferencia entre conservación, restauración e intervención?