Gustosos por el mundo de las apariencias, culpamos de los problemas públicos a la minoría en el poder. El juicio tiene razón en buena parte, pero también está incompleto. Aunque, tampoco faltan razones para las condenas, los reproches, las decepciones y hasta los golpes. Hace algunos años, en la "plenitud del poder" Silvio Berlusconi fue golpeado por un ciudadano en la calle. Tanto hartó il cavaliere que terminó ensangrentado.
En esa narrativa, parece que los únicos responsables de la vida pública son los políticos. En México hemos construido un discurso sobre la culpabilidad de nuestros males públicos. Por lo tanto, el principal blanco está en los políticos, ¡y vaya que sobra razón! Pero algo más grave oculta el señalamiento, cuando los ciudadanos en la responsabilidad pública, se excluyen como si fueran de otro mundo. Siempre los otros son los culpables.
Como hombre público, el político podrá encarnar todos los males señalados por los ciudadanos, pero, si de algún lado sale el político es de la sociedad misma. Entonces, más que sorprendernos sobre los políticos, habría que ver antes a los ciudadanos. Sin duda alguna, para comprender nuestra vida pública, hay que ver más que a los políticos, a los ciudadanos. ¿Quiénes son?
Recientemente se publicó un extenso y bien explicado estudio sobre las prácticas de los ciudadanos en el país. Promovido por el entonces IFE, el Informe país sobre la calidad de la ciudadanía en México (2014, 277 páginas), es una investigación que muestra prácticas compartidas entre los mexicanos. La relevancia del Informe está en la aportación de datos puntuales sobre valores, percepciones y prácticas ciudadanas. En pocas palabras, la manera en que hacemos ciudad de manera cotidiana.
El primer dato que salta a la vista es la enésima confirmación de que los mexicanos desconfiamos de las instituciones públicas. Por ejemplo, una de las fortalezas en las democracias consolidadas, es el estado de derecho, pero muchos ciudadanos en México (66%), considera que la ley se respeta poco o nada. ¡Así ni cómo! La desconfianza en la ley es un círculo vicioso que reproduce a su vez otras prácticas. Cuando algún ciudadano es víctima de un delito, la respuesta más común es no denunciar. 6 de cada 10 no denuncian por tres razones: No sirve de nada (63%); falta de confianza (52%), y malas experiencias en el pasado (40%). Aunque ahora el gobierno envía a la cárcel a las llamadas autodefensas que no se alinean con su política, el surgimiento de grupos que toman la justicia por propia mano, parece producto de las mismas prácticas que tenemos como sociedad. ¿Habría que sorprendernos?
Votar no es la única forma de participación ciudadana. Es sólo una parte. Así lo preocupante no es sólo el abstencionismo que suele otorgar un cheque en blanco a los gobernantes, sino el pobre nivel de vida comunitaria. En otras palabras, los mexicanos somos poco unidos para las causas en común. La mayor asociación se da entre los grupos religiosos, ahí, sólo un 20% de mexicanos participa. 18% forma parte de alguna asociación de padres de familia. 14% participa en algún grupo deportivo. 11% está en un partido político. Casi 7% asiste a reuniones vecinales en su colonia. En términos generales, no hay un amplio interés en los asuntos comunes, pero sí lejanía. Allá que lo hagan otros dirán.
De acuerdo con el estudio, "el reto de fortalecer la vida comunitaria en México es tan grande como importante en la consolidación de su democracia. Aunque en las últimas décadas ha sido testigo de la institucionalización de elecciones libres y justas, México tiene todavía un desafío pendiente en la generación de una cultura cívica más vibrante y comprometida."
Somos una democracia en busca de ciudadanos. 53% de los mexicanos apoya la democracia como forma de gobierno. A 8% le da lo mismo, y al 23% preferiría un gobierno autoritario. Nunca falta quien extrañe a Díaz Ordaz.
Pero no todo está perdido. Confiamos en el ejército, en los maestros y todavía en la iglesia, no obstante los pederastas. Desconfiamos eso sí de los diputados, que están en la escala más baja de descrédito. Le siguen los partidos políticos, con un 19% de confianza. Y las policías, con un 32%.
Mucha responsabilidad tiene el gobierno con sus resultados, pero más responsabilidad tiene una ciudadanía tan poco comprometida con su comunidad, con su espacio público. Al final del día, no nos sorprendamos por lo que reflejan los políticos de sus ciudadanos.
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