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Escasez de agua y cambio climático

A la ciudadanía

MANUEL VALENCIA CASTRO

De acuerdo con datos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) durante el siglo pasado el agua se usó sin restricciones, esto es, su consumo a nivel mundial creció a un ritmo de más de dos veces la tasa de crecimiento de la población. Este uso libertino del agua, pronto condujo a una escasez del vital líquido y peor aún, siguió el libertinaje.

Ahora es fácil encontrarse con mapas de todos los continentes en los que se aprecia la falta de recursos hídricos en el planeta. Una paradoja sin duda, si consideramos que literalmente estamos rodeados de agua, aunque habría que precisar que sólo un tres por ciento de toda el agua, es agua dulce, y que la mayor parte de ésta se encuentra en forma de hielo en los glaciares. En efecto, el agua de lagos, ríos y acuíferos subterráneos, de los que nos abastecemos para todas nuestras necesidades, incluyendo las virtuales, no llega a ser ni el uno por ciento de toda el agua existente en el planeta. Así de tacaño es el ciclo hidrológico.

Nos queda claro entonces, que la escasez de agua está generada por nuestras actividades y que resulta de una demanda excesiva de agua que supera los recursos realmente disponibles, lo cual se expresa en una presión conocida como estrés hídrico. En México existe una gran cantidad de regiones que sufren este problema, incluyendo desde luego a la Comarca Lagunera.

El estrés hídrico provoca un deterioro de los recursos de agua dulce que se presenta en forma de acuíferos sobreexplotados, ríos secos, entre otros, y degradación de su calidad a través de contaminación por materia orgánica, por intrusión salina o por acumulación de sales de arsénico y de otros metaloides.

La escasez de agua con frecuencia se confunde con la sequía, en realidad se trata de dos cosas completamente diferentes aunque siempre se confabulan para generar grandes impactos sociales y económicos. La sequía es un fenómeno natural ocasional y frecuente en las regiones áridas y semiáridas, producido por una disminución temporal de las lluvias que a menudo es lo suficientemente larga e intensa como para generar impactos socioeconómicos y ambientales adversos.

Actualmente sabemos, que la frecuencia y la intensidad de las sequías serán mayores debido al cambio climático, por lo menos en el norte de México así se estará presentando. Por desgracia, cada vez más se estarán dando muestras de las variaciones climáticas en diferentes partes del globo terrestre, nada menos el lunes pasado, en Colorado, Estados Unidos, ocurrió una nevada tardía que convirtió en un caos a varias ciudades de aquel país. El mismo día, se dio a conocer por científicos en una revista de alta calidad, que los glaciares se siguen derritiendo de una forma aún más acelerada, lo que ocasionará que muy pronto el nivel del mar aumente alrededor de 40 centímetros.

Ante esta evidente falta de recursos hídricos que ya padecemos y que en cualquier momento se puede agravar por las sequías, resulta impostergable analizar y poner en práctica por un lado, medidas de mitigación de los efectos negativos de la sequía con una adecuada planificación y gestión por parte de la Comisión Nacional del Agua y desde luego de los principales usuarios del vital líquido. Por otro lado, y les vuelve a caer a los mismos actores, es un imperativo trabajar con prácticas verdaderamente eficaces, audaces, valientes y heroicas que nos alejen de la escasez de agua. Aquí no hay de otra, somos nosotros mismos los que provocamos la escasez. Sólo entonces dejaremos de ser, como sociedad, vulnerables a la sequía. Medidas como el mejoramiento de la eficiencia y sostenibilidad del agua, que se pueden lograr a través de una gestión de la demanda o de una política clara y transparente del ahorro de agua, permiten anticiparnos a la sequía. Lo que en otros países se ha hecho con excelentes resultados, es que para evitar el riesgo de que un uso más eficiente derive como ha sido el caso de México y de la Comarca Lagunera, en una mayor demanda del recurso, se tomen medidas para que el aumento de la eficiencia sea acompañada de candados que aseguren la sostenibilidad del uso del agua, de manera que el agua ahorrada se quede en los sistemas naturales. En el caso de La Laguna, en los ríos y en el acuífero.

Finalmente, la opinión de los expertos es en el sentido del ordenamiento del territorio de las cuencas, de tal manera que se destinen "áreas al Pago de Servicios Ambientales Hidrológicos, lo que implica destinar áreas de conservación a la recarga de acuíferos y producción de escurrimientos en cantidad y calidad adecuada. Solamente con acciones integradas y sustentables se puede hacer frente al problema de la escasez del agua en las cuencas, en beneficio de la sociedad."

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