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Gobiernos de baja calidad

MIGUEL CARBONELL

El hecho de que tres exgobernadores estén sujetos a proceso penal por delitos de diversa gravedad muestra solamente la punta del enorme iceberg de la corrupción que carcome al sector público, pero nos advierte también sobre las dificultades que tenemos en México para contar con funcionarios que sean capaces de desempeñar adecuadamente su trabajo. Nuestra clase política ha demostrado con creces su gran mediocridad.

No sabemos cómo van a terminar los procesos penales abiertos contra Andrés Granier, Jesús Reyna o Luis Armando Reynoso, pero lo cierto es que debería movernos a la reflexión el hecho de que funcionarios de tan alto rango, que manejaron durante sus gobiernos cuantiosos recursos públicos, hayan tenido un desempeño tan cuestionable como para terminar ante un juez en materia penal.

El caso de Jesús Reyna es especialmente preocupante, en virtud de que todos los órganos de seguridad del estado conocían la delicada situación de Michoacán, así como la penetración del crimen organizado en las instituciones públicas, y, sin embargo, no hicieron nada para impedir que un hombre con nexos delincuenciales llegara al más alto cargo público del estado.

En los múltiples homenajes que se le han rendido a Octavio Paz, a los cuales asistieron varios legisladores, hubiera valido la pena preguntarles cuántos de ellos han leído algunas de las obras de nuestro Premio Nobel. Pregunta que valdría la pena hacerles sobre todo a los casi 15 legisladores federales que asistieron al evento de homenaje que se hizo esta misma semana en Madrid. ¿Se justifica una comitiva tan amplia para asistir a ese evento, reunirse durante menos de una hora con sus pares españoles y sostener una brevísima reunión con la alcaldesa de Madrid? Es un caso meramente anecdótico, pero que pinta de cuerpo entero la zafiedad y el abuso permanente que distinguen a una parte de la clase política que nos gobierna desde hace décadas, sin distinción de ideología o partido político: ninguno se salva.

La calidad de nuestros gobernantes, nos guste o no, impacta directamente en nuestra calidad de vida, pues la falta de cuadros políticos que hagan bien su trabajo empantana las reformas indispensables para el desarrollo del país, impide generar soluciones novedosas para los problemas que debemos resolver y supone un enorme lastre para el despliegue de nuestro potencial como personas y como país.

Necesitamos trabajar seriamente en la formación de mejores cuadros. Una parte de ellos pudiera surgir de las "candidaturas independientes" que están previstas (con excesivos requisitos, por cierto), en la legislación electoral recientemente promulgada. Otros deberemos formarlos en las universidades mexicanas para que militen y de desarrollen al interior de los partidos políticos. La base de su formación debe tener dos ejes imprescindibles: capacidad técnica y solvencia ética.

Solamente si elevamos el nivel de nuestros gobernantes, empezando por el nivel municipal (que en términos generales está en una situación verdaderamente trágica respecto a la calidad de sus políticos), podremos comenzar a construir el país del futuro, es decir, el país que queremos heredar a nuestros hijos.

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