Carlos Mijares Bracho
El ladrillo, un material casi eterno utilizado desde tiempos inmemoriales en muchas civilizaciones del mundo fue retomado con gran talento por el arquitecto mexicano Carlos Mijares Bracho para entretejer sus proyectos llenos de luz, magia, penumbra y espiritualidad; arquitectura fantástica que fortalece la esperanza en lo bien hecho, en lo bien pensado, en lo bien sentido, en el verdadero oficio del arquitecto y su contagiosa alegría de vivir.
“¿Acaso hay algo más importante que el lucro en arquitectura actual?”, dicen algunos, pero estamos totalmente equivocados. Existen hombres de muchos dones y un arduo buscador de soluciones cargadas de valores casi perdidos, como el recién fallecido arquitecto Carlos Mijares Bracho, quien buscó brindar felicidad a sus clientes, sí, felicidad, no lucro.
Creador de espacios para la comunidad que fomentan las reuniones y la comunicación, Mijares aprovechó muchas de la oportunidades que tuvo para hacer sus propuestas realidad y su trabajo alcanzó un alto nivel, no solo de excelencia técnica sino de una excelencia que no se puede explicar con palabras, por eso resulta necesario visitar sus obras.
Sus espacios religiosos son magníficos y místicos, son de encuentro real con el creador, una oración construida que puede cambiar los corazones de los más sensibles y también de los no tan sensibles. Sus tabiques eran para la arquitectura lo mismo que la arquitectura es para la ciudad, componente básico de una realidad más compleja, más completa.
La misma devoción que tenía Louis I. Kahn por el ladrillo parecía tenerla Mijares. Cuando habla de él, lo acaricia, lo ama, lo acomoda formando garanpiñas, colmenas, marquetería, trompas, arcos, laberintos, bordados, tejidos, magiscopios; los hace hablar y les pregunta, igual que Kahn: ¿Qué quieres ser tú, amigo ladrillo?
Mijares seguramente estudió a Kahn y se ha identificado con él y su amistad con el ladrillo, elemento básico de la construcción y de diseño que debe de tener algo de bueno para que haya sido usado de manera recurrente desde hace miles de años.
Además de algunas gemas que Mijares diseñó y construyó en el país, hablaba de la ciudad, pero no se sentía con la capacidad de un experto y decía que la obra arquitectónica hace la ciudad para bien o para mal, que vivimos en una triste realidad en donde la arquitectura se ha vuelto una especie de exhibición superflua. Para él la arquitectura contemporánea no ha sabido hacer ciudad y resolver todos sus problemas. El reto, entonces, está en que la obra arquitectónica resuelva sus problemas y esto incluye a todas las ciudades.
Otra situación que criticaba mucho era el hecho de que las ciudades se habían zonificado, concepto para él muy teórico y conceptual, con lo que se desmembró el barrio y la ciudad; la ciudad no son pedazos, no son zonas, la ciudad es una red entretejida. Amaba la palabra 'entretejida' porque reflejaba unión, relación, comunidad, redes, y eso quería que fueran las verdaderas ciudades, esas con las que seguramente soñó.
La ciudad no debería de ser un manojo de pedazos. Por ejemplo, en la Ciudad de México se pueden ver edificios de diferentes épocas muy juntos, cercanos. Decía también que “la cosa es fundir”. Hoy en la ciudad no queremos salir del coto para no enfrentar los problemas de la misma. Pero él agregaba que “para todos los problemas humanos hay una solución”. La ciudad según Mijares no tiene un solo problema, tiene muchos problemas juntos y no hay problemas que pueda resolver un solo edificio.
ARTESANO, POETA, ARQUITECTO...
Desgraciadamente en la Ciudad de México, un buen ejemplo de la ciudad del caos actual, los problemas se han ido dejando para después y se han vuelto más graves. Por tanto para resolverlos hay que conocer la relaciones entre las cosas y resolver problemas simultáneamente. Actualmente los capitalinos viven en guetos y fragmentos de ciudad, un fenómeno que se generaliza en todo el país.
Creador de obras religiosas, viviendas y proyectos industriales, Mijares habla con emoción de la capilla de cementerio de ocho metros cuadrados para las misas de cuerpo presente como si lo hiciera de un mega proyecto. Habla siempre de su colaboración con los artesanos como un trabajo de inmenso valor. La pasión por la arquitectura no tiene que ver con los tamaños.
Su arquitectura es como la que hiciera una mujer manejando hábilmente el ganchillo, bordando, creando mundos para deleitar, echos con paciencia, rigor y disciplina. Mijares es un arquitecto, constructor, poeta. Todo en uno. Amigo leal, social, magnífico trabajador es también un creador de muros decentes, dignos, cada vez mejores, cada vez más hermosos y es que como él decía: “uno sabe cuando se hace un buen muro”.
De los artesanos dice: “es maravilloso estar en contacto con los artesanos, decirles que es lo que quiere uno y finalmente hacerlo con ellos porque uno aprende mucho”. Se aprende enseñando y se enseña aprendiendo. Para Mijares, el trabajo del buen artesano es una especie de ritmo. En ningún caso se tardó el arquitecto más de tres horas en explicarles cómo hacer un detalle, aprendían con rapidez. ¿Y cómo saber que aprendieron? Decía él que al principio hay una cierta etapa de temor por hacer algo nuevo, luego pasan a una etapa de destreza, luego continúan con una etapa de temor porque se les derrumbe lo que han hecho y finalmente vuelven a trabajar para finalmente danzar. Esta última palabra no se aprende en ninguna clase de construcción.
Consciente de que la arquitectura envejece y también su material, afirmaba que una obra de arquitectura bien hecha siempre refleja que ahí ha habido vida, vida que se ha ido añejando como los buenos vinos. Con el paso de los años tal vez los ladrillos de sus obras tengan una apariencia vieja, afectada por la intemperie pero igual seguirán siendo bellos y habrá una cierta mutación en su belleza sin dejar de ser, una verdadera belleza de lo viejo, de lo logrado. Así fue la vida de Mijares que empezó con el oficio y se convirtió en la vida de un poeta.
También ha dicho que el arquitecto intenta dar respuesta a los problemas y necesidades de los clientes pero esta no es la única, hay muchas respuestas y caminos que se pueden tomar en la vida. Así como no hay casa que sea “la casa”. Fernando González Gortázar ha dicho que la arquitectura de Mijares “es una reflexión”. Mijares ha dicho que nunca se ha propuesto hacer 'poesía', que trató siempre de divertirse, que los materiales se expresen, que el espacio se exprese, que la gente encuentre una expresión.
UN ALTAR DE LADRILLO
La Christ Church de Lomas de Chapultepec en la Ciudad de México es una iglesia y una de las obras más representativas de Carlos Mijares. En ella demuestra su metavisión o forma su diferente de entender y crear sus espacios.
Proyectada con una altura promedio de 4.5 niveles es un edificio digno de ser llamado “escultura urbana”. Con piel de ladrillo y acomodos muy variados del mismo logró crear un edificio de una riqueza plástica completa. Escalonamientos, trompas, torres giradas grandes y pequeñas, arcos, gárgolas, celosías y lucernarios, todos por igual participan en este concierto de formas.
Próxima a la embajada de Israel, esta iglesia no se construyó en el mejor terreno de este sector de grandes residencias de la Ciudad de México. La primera sensación al verla es de sorpresa. Parece un capricho, pero no lo es. Parece a primera vista una iglesia anglicana o protestante, pero tampoco lo es. Es una iglesia católica levantada a partir de arcos de medio punto achatados en su parte superior y arcos ojivales que crean amplitud muy agradable en su interior. En la parte superior sus famosas trompas parecen tocar el cielo o el dedo de Dios como en los frescos de la Capilla Sixtina.
Es masiva y transparente, rica y bella, deleita la vista como lo hacen también en su interior las entradas de aire con cuatro formas en un conjunto y que forman una máscara adosada a unos muros que parecen salidos de un telar. Es una arquitectura tejida.
Su arquitectura exterior también es defensiva, cerrada, amurallada, casi infranqueable, como la arquitectura del siglo XVI. Evoca también una pirámide y es desde lejos muy esbelta, al contrario de lo que se pensaría al verla de cerca. Sus fachadas son una lección de historia de la arquitectura mexicana.
Su ladrillo aparente funciona de dos maneras: como conjunto, a la distancia, y de cerca como detalle. El ladrillo tiene una función más allá de la constructiva, transmite emociones e ideas. Mijares propuso y los maestros albañiles también aportaron en el proceso constructivo para crear esta obra de arte, hoy patrimonio arquitectónico de México. Esta es sin duda una obra de arquitectura que parte de nuestra tradición y diseñada por uno de los más importantes arquitectos mexicanos del siglo XX.
En su interior sus arcos ojivales recuerdan la arquitectura gótica, un tríptico y un altar de bella manufactura complementan el conjunto y crean toda una experiencia. Los muros a nivel de piso son blancos y el resto (o niveles superiores) son de ladrillo. Esta iglesia merece ser valorada más por la sociedad mexicana y por el gremio de arquitectos.
OTRAS OBRAS
1964-1965 Planta de Motores VAM (Estado de México)
1968-1983 Parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro (Ciudad Hidalgo, Michoacán).
1974-1976 Casa Saravia (Durango, Durango).
1995 Espacio lúdico en el Parque del conjunto habitacional Baleares (Bogotá, Colombia).
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