Coahuila y Durango forman parte de la lista de nueve estados de la República en donde nunca se ha dado la alternancia en la gubernatura.
Son, y fueron durante los dos gobiernos federales panistas, bastiones del priismo. Los congresos locales siempre han estado controlados por los gobernadores y si bien algunos ayuntamientos importantes han tenido cambio de color, en la mayor parte no conocen otro partido en el poder que no sea el PRI.
Durango es uno de los estados más atrasados del país en términos económicos y sociales. Coahuila es una de las entidades más endeudadas y menos transparentes en el destino de su deuda. Ambos estados llegaron a ser de los más golpeados por la violencia del crimen organizado a finales de la década pasada y principios de ésta. A pesar de ello, el partido en el poder estatal mantiene un amplio control de las estructuras políticas formales, lo cual le permite seguir ganando elecciones.
Una prueba de ello es el resultado de la jornada del domingo 7 de junio: en Durango el PRI ganó los cuatro distritos en disputa; en Coahuila se llevó siete de siete. En todos los casos, salvo el distrito 06 de Torreón, la ventaja del candidato ganador fue amplia.
Varias son las lecturas que se puede dar a este fenómeno: gobiernos estatales poderosos, partido gobernante fuerte, oposición débil, indiferencia ciudadana, uso de recursos públicos con fines clientelares o coaliciones estratégicas. Tal vez se trate de un poco de todo, con matices en uno o dos factores. Sin embargo, hay un dato que puede orillarnos a pensar que más que un PRI vigoroso hay una oposición débil frente a gobiernos muy centralizados y controladores en la administración y diestros en la ingeniería electoral. Si se comparan los resultados de la elección de 2009 -la anterior intermedia- con los de la recién transcurrida, es posible ver que el PRI disminuyó su votación considerablemente en ambos estados.
En Durango, donde la participación ciudadana fue prácticamente la misma que hace seis años, el Revolucionario Institucional bajó de 51.4 por ciento de los votos en 2009 a 45 por ciento en 2015. Ni siquiera sumando los votos del Partido Verde, con el que fue en coalición, logra alcanzar el nivel de sufragios que tuvo por sí solo en la anterior elección federal intermedia, pues llega a 49.5.
En Coahuila también la participación ciudadana fue casi la misma de hace seis años, pero el partido en el poder tuvo una sangría mayor en la votación, ya que de 61.2 por ciento cayó a 46.4 y con la suma de los sufragios del Verde alcanza el 51.1 por ciento. A pesar de esta merma de votos, como se mencionó arriba, el PRI se llevó el carro completo en ambos estados.
El principal partido de oposición en las dos entidades es el PAN. Ha sido este partido el que ha ganado el mayor número de ayuntamientos cuando se ha dado la alternancia en este nivel de gobierno y el que más diputados locales tiene en el Congreso estatal luego del PRI. No obstante, su fuerza en ambas instituciones sigue siendo marginal y sus triunfos ocasionales.
El pasado 7 de junio Acción Nacional apenas subió 3 por ciento su votación en Coahuila, mientras que en Durango cayó 7.1 por ciento. Sólo en el distrito 06, con sede en Torreón, el PAN dio la pelea, incluso obtuvo más votos que el PRI, pero perdió por la suma que le dio al tricolor la coalición con el Verde. Semillero de políticos de cierto peso en la esfera nacional, el panismo de Durango y Coahuila es débil como estructura y como fuerza opositora. En ninguno de los casos han logrado aprovechar los graves errores cometidos por los gobiernos estatales para avanzar con paso firme como gobierno en los municipios y como contrapeso en los congresos.
Las divisiones internas, la oscuridad de algunos personajes, el descuido de la militancia y la imposibilidad de construir una estructura sólida han impedido al PAN ofrecer resistencia alguna frente al poder de los gobernadores, quienes gobiernan sin contrapesos y con la rendición de cuentas que les exige un por demás cómodo poder legislativo.
No son pocos los que se sorprenden de que el PRI siga cosechando triunfos como los del 7 de junio pasado. La propaganda oficial dice que se trata de un voto de confianza de los ciudadanos para con la forma de gobernar del tricolor. Insisto, es pura propaganda. El PAN, por su parte, lo atribuye a la maquinaria electoral de los gobiernos estatales y a la apatía de la ciudadanía. ¿Dónde queda la responsabilidad de sus dirigentes y políticos? Los resultados y la realidad política de estos estados apuntan a que si bien el PRI no ha hecho bien las cosas como gobierno, el PAN lo ha hecho peor como oposición, lo cual le permite al partido gobernante aplicarse en su ingeniería electoral y vencer a su contrincante movilizando sólo a su voto duro, con todo y el descontento que puede haber en un amplio sector de la ciudadanía. Descontento que ni los panistas, ni cualquier otra fuerza política, han sabido canalizar.
En 2016 y 2017, Durango y Coahuila renovarán ayuntamientos, congresos y gubernaturas. Con el panorama arriba descrito, si el PAN o cualquier otro partido no construye una alternativa viable al excesivo y nocivo poder del PRI, sólo un cisma en el tricolor, un manotazo desde el Centro o una candidatura independiente con fuerte respaldo empresarial -algo similar a lo ocurrido en Nuevo León- podría acabar con este monopolio de más de 80 años. Difícil panorama para dos entidades que padecen día a día las consecuencias negativas de un poder concentrado y con muy pocos límites.
Dialoguemos en twitter: @Artgonzaga
O por correo electrónico: [email protected]