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El camino griego ya lo transitamos

Agenda ciudadana

LORENZO MEYER
"El caso griego no debería descubrirnos nada nuevo.

Nosotros ya recorrimos ese camino,

en realidad aún lo seguimos andando"— Lorenzo Meyer

¿Realmente Paga el que la Debe? A final del siglo pasado la torpeza -y la corrupción- de la clase política en materia de endeudamiento puso a México en una situación no muy diferente a la que sufre Grecia hoy.

Ante la ferocidad que implica que la Europa próspera del norte haga pagar a los griegos con una recesión económica sin fin una deuda externa objetivamente impagable, la respuesta de algunos es: "quien pidió prestado debe pagar, punto". Pero ¿fueron los griegos de a pie quienes dieron forma a un sistema donde se evadían sistemática e impunemente los impuestos, se falsificaban las cuentas nacionales, se sostenían privilegios clientelares? ¿Ellos optaron por asumir deudas enormes para posponer el momento de la verdad? ¿Los dirigentes tomaron en cuenta el parecer de los ciudadanos comunes antes de encerrarlos en el círculo de una depresión sin salida? ¿Realmente los jóvenes hoy desempleados aceptaron hace quince años entrar a la zona euro conscientes de que ya no se podría usar la política monetaria para frenar a tiempo los déficit con el exterior? En Grecia, como en muchos otros países, las decisiones de "alta política" las tomaron y llevaron a cabo un puñado, pero las consecuencias las pagaran los muchos y no los auténticos responsables.

Se puede argumentar que al votar, los griegos en conjunto -los mandantes- asumieron la responsabilidad por lo que hicieran los mandatados, incluidos errores y corrupción. Pero en el curso normal de los acontecimientos ni siquiera en las mejores democracias reales la clase política suele representar y menos sentir y compartir los intereses de sus bases sociales. Las élites políticas son y viven en un mundo aparte.

Stiglitz vs la Receta Inviable. Al considerar la actual crisis griega, Joseph Stiglitz, Premio Nobel de economía en 2001, señala: "Antes y después de las crisis en el sureste de Asia, África y América Latina (en Argentina la más reciente), estos programas [de austeridad impuesta por los acreedores a los deudores] han fallado y han convertido desaceleraciones en recesiones y recesiones en depresiones. Creí que la lección de estos fracasos ya se había aprendido, de ahí la sorpresa que Europa, desde hace un lustro, imponga a uno de los suyos [a Grecia] un programa tan duro como inefectivo", (The New York Times, 25 de julio).

Grecia, se sabe, va a permanecer en depresión por tiempo indefinido. Desde 2008 su PIB ha caído 25 %, el desempleo es del 26 % y la proporción de su deuda externa respecto del PIB -168 %- va a seguir aumentando. En las condiciones actuales, el país es y seguirá siendo un desastre económico, político y, sobre todo, humanitario.

Nuestro Caso. En México, la crisis de la deuda que estalló en 1982 y que se ha prolongado a lo largo de sexenios -sus efectos persisten-, fue responsabilidad de las malas políticas presidenciales antes y después del estallido, pero las medidas de austeridad impuestas por el FMI recayeron básicamente en los que menos se habían beneficiado del gasto gubernamental y del peso sobrevaluado. Los presidentes responsables y los círculos del poder público y privado, no fueron castigados por sus errores y abusos. Los que pagaron y siguen pagando por ellos son, sobre todo, esa mitad de los mexicanos en pobreza (80 % según los cálculos de Julio Bolvinik y Araceli Damián), los jóvenes sin oportunidades y el país sin proyecto. Y es que la medicina que hizo tomar a México el FMI en los 1980 y 1990 y que sigue tomando -disminución del gasto público, superávit, privatización de lo público, destrucción del proteccionismo, etcétera, ha dado como uno de sus resultados un crecimiento promedio anual de los últimos treinta años infame: 0.6 % per cápita entre 1982 y 2013.

A diferencia de Alemania frente a Grecia, cuando México simplemente no pudo ya amortizar el servicio de su deuda y la crisis amenazó al sistema político mismo, Estados Unidos inventó el llamado Plan Brady para que entre 1989 y 1990 México reestructurara su deuda, (el plan se aplicó luego a otros países). Junto a la austeridad, se cambiaron deudas comerciales por deuda en esos bonos, lo que significó una cierta reducción de lo que había que pagar y un aumento en los plazos. Hasta hoy Grecia no ha tenido siquiera una oferta equivalente.

Desde Francia y comparando la situación griega actual con la de México y otros países latinoamericanos en los 1980 y 1990, Ilán Bizberg, de El Colegio de México, introduce dos elementos importantes en el análisis. Cuando los gobiernos de México o Chile empujaron a sus respectivas sociedades la amarga medicina del FMI, lo hicieron por la vía autoritaria. No consultaron, impusieron. En la Grecia democrática no puede ser el caso, pero ¿aguantará esa democracia el duro castigo a la sociedad? El otro elemento es la relación con el exterior: a partir de su crisis, el Estado mexicano simplemente se retiró de la economía y dejó a su sociedad a merced de las fuerzas internacionales y así ha permanecido, (ver Libération, 20 de julio). Hoy México está pasivamente integrado a poderes externos, sin un proyecto nacional, con una soberanía reducida, una economía sin dinamismo y una democracia sin contenido a la que encabeza un viejo partido autoritario. Ojalá Grecia encuentre una salida diferente.

Posdata. La deuda pública de México va en aumento, el año pasado llegó al 50 % del PIB.

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