Preparados para recibirla o haciendo esfuerzos por olvidarla, la muerte llegará tarde o temprano, ¿Cómo reaccionamos ante la muerte de un ser querido? ¿Cuál es la reacción del creyente y del no creyente?
La primera manifestación del creyente es el doble rito del funeral y el entierro, que generalmente es público y exhibitorio; al que puede acudir cualquiera, incluidos familiares y amigos.
El luto. Con implicaciones profundas, el luto, es vestir de negro, pero también es encerrarse y este aislamiento se dedica exclusivamente al muerto. En esta etapa todo tiene significado, se alteran las prendas sustituyéndolas por otras, no sólo en el sentido de renuncia a la riqueza, sino también a la exhibición de las partes corporales. Entonces, habrá que cubrir escotes brazos, muslos y piernas. Los allegados están tan poseídos por el dolor que no se preocupan por cuestiones personales y sociales. En resumen se trata de un empobrecimiento de la indumentaria, todo encaminado a menguar la ostentación.
Encierro y aislamiento: Los allegados acompañados en las primeras horas pronto estarán solos y encerrados. Sólo atienden lo relativo al difunto, sean actos religiosos o visitas al cementerio
Dedicación y fidelidad: La dedicación al muerto es tal, que llega a fidelidad total, no se contrae segundas nupcias, se espera muerte para reunirse, según la promesa divina, porque el muerto está vivo, vivo en la otra vida y vivo en el corazón de quien le guarda luto.
El destino del luto: El luto poco a poco amaina, pero no desaparece, al contrario, a medida que pasa el tiempo se acerca el momento de reunirse con él que se anticipó.
¿Cuál es la reacción del descreído?: Todo lo que pasa desde que alguien fallece es una política de ocultación de la muerte, un esfuerzo por borrar su presencia. Empezando por que no hay rezos ni funeral, nada de mortajas, nada de vestiduras especiales para el muerto. Preparar el cadáver para la inhumación o la incineración con caja de cierre hermético. Al difunto lo manejan con protocolos parecidos a los de la sala de operaciones. De todo esto se encarga cuidadosa y asépticamente la Compañía Funeraria S.A. de C.V.
Capilla ardiente: Se instala en una sala de la compañía funeraria, es decir, no será la capilla en el sentido tradicional de la palabra (del latín Capela: Oratorio pequeño).En fin nada tan elocuente como colocar el cadáver en un lugar totalmente ajeno a la vida del difunto, un lugar público, impersonal, frío.
Entierro: Todos se habrán dado cuenta que los entierros han desaparecido de nuestras vidas, es decir, aquellas procesiones interminables; ¿cómo son los entierros de hoy? Una larga fila de automóviles y en la punta uno con brillantes laterales con el rótulo de la casa funeraria
Rapidez y disimulo: Los entierros ahora se caracterizan por la rapidez y el disimulo, todos conspiran para que el entierro no interrumpa el tráfico y no llame la atención, que no trastoque la vida de la comunidad. En suma: Ausentar a la muerte, aun cuando esté de cuerpo presente.
Luto: En todos sus aspectos camina a la extinción, el refrán "el muerto al pozo y el vivo al gozo" originalmente con sentido antirreligioso pronto estará cumplido.Si alguien, se pone un traje negro, sólo será por unas horas, si acaso para las honras fúnebres y basta una corbata y nada más. Eso es lo que queda como reliquia del luto de antaño. El luto de los cercanos hoy es como el de los lejanos ayer.
Comprendemos que para borrar la muerte de la vida privada, se resuelve escapando pronto a la vida pública, donde el rito funerario la disimula cuidadosamente, por obra y gracia de normas sociales y en aras de la modernidad.
Para el descreído no es posible ni útil el aislamiento y se reduce al mínimo de duración e intensidad, porque, sencillamente, la relación con el muerto terminó. Recíprocamente, ni espera ni aspira a reunirse con él. No se cree en él. Él no existe, eso es lo fundamental. Desde el momento de la inhumación, lograr volver a la vida cotidiana es lo importante. Todo se puede hacer y se hace porque prácticamente Él no existe.
La desacralización está en marcha, ¿volverá la resacralización? Por lo pronto nadar contra la corriente es un esfuerzo, además de inútil, agotador… ¡Y el río seguirá su marcha!
*Traumatólogo. Profesor de Traumatología y Ortopedia de la Facultad de Medicina, Torreón, UA de C.
La próxima colaboración será del Dr. Mario del Valle González, neurocirujano.